Estimado lector, váyase preparando para otras elecciones en la primavera de 2020. O dimiten unos cuantos después del 10 de noviembre o tendremos que volver a votar en el primer semestre del año que viene. Las encuestas no aciertan en todo pero sí se aproximan cada vez más al resultado final. Los dirigentes políticos no han descendido de una nave espacial. La sociedad española lleva votando este bloqueo desde 2015 y de momento no ha retirado su confianza en alguno de los responsables de superarlo.
El pasado mes de abril, el PP estuvo a punto de quedarse sin su nuevo líder. Casado anunció su inminente dimisión a los que le acompañaban en la calle Génova aquella madrugada de derrota total. El popular aguantó hasta mayo y en la tercera vuelta, la de los pactos, consiguió mantener el equilibrio que ahora le sitúa por encima de los 100 escaños. Si obtiene más será una sorpresa que cambie el panorama y haga que algunos, como un servidor, se traguen sus palabras anunciando otras elecciones en 2020.
Rivera, vicepresidente
Lo que se ve en los números de las encuestas es que aquellos que tenían posibilidades de sacarnos de este embrollo van a pagar un precio. Esta clasificación, a día de hoy, la encabeza el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Todo lo dicho y hecho desde las elecciones le ata de pies y manos convirtiéndole en un político increíble. De la banda de Sánchez a vestirse de hombre de Estado sirviendo a España. Ahora mismo podría ser el vicepresidente del Gobierno. Ni Sánchez hubiera resistido la presión del sentido común de ver un Gobierno de centro-izquierda en España con estabilidad parlamentaria de 180 escaños.
Rivera ya no es lo que era. Y la culpa es suya por no escuchar a quienes veían la política del pragmatismo gris en vez de un 'no' rotundo y negro. Las encuestas anuncian una pérdida de más de la mitad de los escaños para Ciudadanos. Otra cosa es que el votante de Rivera le perdone tras la decepción, pero los giros acaban mareando incluso al más fiel.
Sánchez se ha tirado en plancha sobre las páginas del Boletín Oficial del Estado para escribir la segunda entrega de su manual de resistencia
El caso de Iglesias es diferente. De momento sufre por la aparición de Errejón, al que ya veremos si se le esfuma la fuerza como a la gaseosa con el paso de las semanas. Podemos se mantuvo en el mismo sitio toda la negociación tras las elecciones. La coherencia tendrá su rédito e Iglesias será un poco más que Izquierda Unida en los tiempos de Anguita. Le ha venido como un regalo que Clara Serra le haya hecho a Errejón lo que Errejón a Iglesias. Podemos es el problema de Sánchez.
Por eso hay elecciones. Pero de momento no funciona. Sánchez no va a tener más votos. La decepción de la izquierda le señala a él como principal responsable de no llegar a un acuerdo con Podemos. Desde que el estancamiento en los sondeos se ha consolidado, Sánchez se ha tirado en plancha sobre las páginas del Boletín Oficial del Estado para escribir la segunda entrega de su manual de resistencia. Pensiones y subsidios antes de una crisis. No hay nada cómo la deuda pública.
Rajoy le advirtió a Zapatero, durante un debate parlamentario al comienzo de la crisis del euro, que cuando se apagaran las luces de la fiesta solo le iba a encontrar a él. Y así fue. Se reformó la Constitución para incluir el déficit pactado con la Unión Europea. Sánchez ha decidido montar otra fiesta por cuenta del contribuyente mientras los servicios de estudios públicos y privados tanto españoles como europeos e internacionales, empezando por el Banco de España, avisan de la llegada de una crisis de forma inminente. Otra vez desde la Moncloa no van a hacer caso porque en España preferimos irnos de fiesta y esperar a ver cómo amanece al día siguiente.