Enero entró como un mal presagio del año que estaba por echársenos encima. Tras una sesión de investidura precipitada, esperpéntica y excesiva (¡cuánto llanto y bronca juntas en una misma jornada!), poco faltó para que la cabalgata de Reyes se celebrara en la carrera de San Jerónimo. Pero Pedro Sánchez consiguió su investidura in extremis con las abstenciones de ERC y Bildu, además del apoyo de Podemos. Le amargaron el roscón y el chocolate a unos cuantos, y acabaron por convertir el Gobierno en un pesebre para nacionalistas y demagogos, mientras en Wuhan alguien se antojó de sopa de murciélago.
Faltando poco para unas fiestas navideñas sumidas en la quiebra anímica y económica, conviene dedicar La Polaroid de la semana al peor año en décadas: un 2020 marcado por una pandemia de coronavirus a la que ni los gobernantes tomaron en serio cuando se supo de ella y que llegó, funesta, a un contexto político presidido por el primer Gobierno de coalición de la historia. Quien escribe estas líneas semana a semana, cerrará la persiana por las fiestas. El año ha sido largo y duro, con 'Diario de la cuarentena' incluido (100 días seguidos), y hasta la vuelta en enero conviene retratar un 2020 que parecerá idílico comparado con lo que ocurrirá económica y socialmente en 2021.
Hay quienes todavía hoy se resisten a llamar Frankenstein a la coalición del 'Gobierno progresista' porque el monstruo de Mary Shilley les cae simpático. Pero una cosa no anula a la otra, porque algo anómalo rige el cuerpo de este Ejecutivo prorrateado con 22 ministerios. Para hacer funcionar ese Gobierno contrahecho, incluso a costa de la ley y la Justicia, cada semana, el presidente Sánchez se mete al quirófano para remendar con hilo sus variopintos pellejos: negociaciones que parecen genuflexiones, embestidas contra la separación de poderes y la jefatura del Estado y una pulsión de propaganda que oculta los problemas y tergiversa hasta las víctimas totales por coronavirus en España.
Con los Presupuestos aprobados, Sánchez prepara el oro, el incienso y la mirra para enviar a Galapagar, Lledoners y Euskalerria
No alcanzaría todo el carbón de las minas de Asturias, Aragón y Castilla, aunque las reabrieran, para castigar lo que el actual PSOE ha hecho con España durante todos estos meses y lo que pretende hacer con lo que quede de ella: no sólo ha hipotecado la investidura y los Presupuestos con los favores de secesionistas y convictos, también ha cedido a la lista de la compra de cada uno. Habrá que inventarse un ministerio para colocar a la clase política alimentada por el sanchismo: una mezcla del esperpento de Valle-Inclán, el Rinconete de Cervantes y los infantes de Carrión.
Con los Presupuestos al fin aprobados y a la espera de los fondos europeos, Sánchez prepara el oro, el incienso y la mirra para enviar a Galapagar, Lledoners y Euskalerria. Los turrones que los ponga otro y justo por eso muchos temen que sea el rey emérito el que venga, desde Emiratos, con un Jijona bajo el brazo. Cuando está a punto de encenderse la cuarta vela de las coronas de Adviento, el resto de los ciudadanos se endereza la de espinas que ha supuesto el año covid y la que le aprieta la frente a Felipe VI ahora que el Gobierno se propone asaltar La Zarzuela como si del Palacio de Invierno se tratara (Enrique Santiago dixit).
Vendrá el 2021 empujado por una tercera ola y envuelto en el estilismo mortaja de las instituciones. Que Dios nos agarre confesados y vacunados, y ni eso garantiza nada. Es posible inmunizarse contra la covid-19, faltaría saber si funciona con los populismos, vengan de donde vengan. 2020, de la sopa de murciélago al caldo de porrusalda.