Opinión

Garzón echa carne al asador

Dos años después del “pacto del insomnio”, entre Sánchez e Iglesias tras sus respectivas pérdidas de votos en las elecciones de 2019 el Gobierno del decreto y la patada a

  • Yolanda Díaz y Alberto Garzón, de Unidos Podemos, en la comisión del rescate bancario.

Dos años después del “pacto del insomnio”, entre Sánchez e Iglesias tras sus respectivas pérdidas de votos en las elecciones de 2019 el Gobierno del decreto y la patada a seguir sigue a tirones. Lo de menos ya es si el abaratamiento de la carne en los mercados pasa el filtro de la izquierda urbanita caviar a la que tan poco gusta la realidad de una España con una sola industria, la del automóvil, sol y playa por doquier y unos cuantos sacrificados al cuidado de campos y granjas para llevar a casa el pan del día siguiente. Como en todo hay excesos o disfunciones, pero con 17 administraciones autonómicas, capaces de regular hasta el aire que respiramos, parece una broma que se les haya escapado a todas las consejerías a la vez el maltrato animal generalizado en las granjas de porcino y bovino denunciado por un señor ministro del Gobierno de España en la prensa británica.

La calidad de la carne se ve en el precio, o no. ¿Lo asequible es sinónimo de malo? Si el ministro Garzón quiere llevar la lucha de clases a la cola de la charcutería tendrá que llegar hasta el final. Tal vez haya optado por considerar un lujo todo aquello que no es criado en una instalación cinco estrellas, como en Rebelión en la Granja, la sátira del estalinismo escrita por Orwell, obra vigente gracias a la persistencia del comunismo en mantener la superioridad moral a pesar de su trágica historia. Los cerdos toman el control de la granja orweliana tras derrocar a la tiranía humana: “Todos los animales somos iguales, unos más que otros”.

Arropado por la vicepresidenta Díaz, se jacta de intocable, ya que Sánchez no puede ni rozar una parte del Consejo de Ministros salvo que pretenda convocar elecciones al día siguiente

No es la primera vez, tampoco será la última, en la que este ministro organiza un alboroto político como el que ha desestabilizado a su superior, que no jefe, que solo puede lamentarse en público y algo más en privado. Lo de menos ya es si Garzón ha echado más brasas de la cuenta al asador de la coalición gubernamental si no, como olfatea con acierto Gabriel Sanz en Vozpopuli, en realidad el caso de su declaración contra la carne española en el periódico serio, que no tabloide, de la izquierda británica ha mutado en un pulso político al propio presidente del Gobierno. Garzón no ha dado un paso atrás ni en sus declaraciones ni el desafío al presidente del Gobierno. Arropado por la vicepresidenta Díaz, se jacta de intocable ya que Sánchez no puede ni rozar una parte del Consejo de Ministros salvo que pretenda convocar elecciones al día siguiente. Las manos atadas. Hasta el ministro de Universidades se lo impuso la alcaldesa de Barcelona, como cuota dentro del sector Podemos. Acaba de comenzar la segunda parte de la legislatura y hay unas elecciones parciales el 13 de febrero en Castilla y León. Poco pinta, salvo en Burgos, Podemos y menos Izquierda Unida. Nada que perder en la España rural y vacía, aunque Sánchez mucho.

El desasosiego interno por la avería hecha por Garzón se suma a la incertidumbre por la convalidación del decreto con la reforma laboral pactada por sindicatos y empresarios. La vicepresidenta Díaz se lo toma como una batalla personal en la que afirma haber estado sola. Se dio de bruces con la realidad mientras Sánchez se apartaba por si se estrellaba en el intento. Díaz no ha perdido la oportunidad de devolver a Sánchez el mal trago. Incluso ha reconvenido al presidente para que tenga cuidado con lo que dice. El ahora enemigo de Sánchez, Iván Redondo, insiste en pronosticar un resultado electoral que dejaría el “frente amplio” de Díaz por encima del PSOE de Sánchez.

La votación de la reforma de la reforma laboral les unirá porque a ambas partes conviene, a los ojos de Bruselas y el BCE, nuestro mayoritario comprador de deuda

El pulso no va a bajar de tensión. Tal vez menos ruido, sin más. Unas elecciones anticipadas suenan como el impacto en el suelo de una moneda tirada al aire. La votación de la reforma de la reforma laboral les unirá porque a ambas partes conviene, a los ojos de Bruselas y el BCE, nuestro mayoritario comprador de deuda. El salvoconducto para los próximos meses pasa por dicha votación para la que el ministro Bolaños ha despejado la duda al PP: “Votar no es votar sí a la reforma del PP en 2012”. La coalición mantendrá el pulso en lo alto mientras busca esa mano salvadora al límite del tiempo. Ciudadanos se arrima a la desesperada con el argumento de evitar males mayores con ERC y Bildu como hizo Vox al entregar a Sánchez el control político de los fondos europeos. El presidente agradecerá a Arrimadas el sentido de Estado por un día, como hizo con Abascal, para después seguir caminando sobre las brasas ardientes de su gobierno a medias con el objetivo de permanecer.

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