Opinión

Guardiola, Gavi y el desprecio hacia la selección española

La mayor pesadilla cultural de los separatistas desde 2010 ha sido ver a miles de niños y adolescentes adoptando la camiseta roja de la selección como uniforme oficial de sus veranos, un espectáculo recurrente en las playas y piscinas de nuestro país. <

  • De izquierda a derecha: Fabián Ruíz, Gavi y Jesús Navas

La mayor pesadilla cultural de los separatistas desde 2010 ha sido ver a miles de niños y adolescentes adoptando la camiseta roja de la selección como uniforme oficial de sus veranos, un espectáculo recurrente en las playas y piscinas de nuestro país. No hay símbolo nacional que genere más consenso, por encima incluso de la bandera; de hecho, no hay jugadores de clubes catalanes o vascos que hayan rechazado nunca una convocatoria de nuestro equipo nacional (la única excepción, para confirmar la regla, es la del mediocre Oleguer Presas, por el que tampoco había un gran interés). El poder blando rojigualdo no ha tenido nunca mejor encarnación, el sentimiento nacional-popular tampoco, por eso sorprende que algunos se empeñen en sabotearlo. 

Columnistas como John Carlin y Jordi Évole han sugerido la idea delirante de que Josep Guardiola -sin duda, el mejor entrenador de 2023- debe tener algún día el mando de la selección. Esto resulta inaceptable porque, a pesar de haber defendido la camiseta roja como jugador, siempre se ha posicionado del lado del separatismo catalán, mientras compadrea o calla sobre los Derechos Humanos en los emiratos que tan bien le pagan y exhibe desdén hacia la democracia española, que por lo visto no resiste la comparación. 

El pueblo es la corona de nuestros futbolistas y cualquiera que desprecie o decida abuchear ese vínculo no entiende lo que está en juego

Todo lo que Guardiola tiene de talento lo exhibe también de elitismo político, sobre todo la continua mirada hacia España como un país atrasado, cuestionable, de segunda. Su amigo David Trueba le escribió un perfil titulado “El hijo del paleta”, subrayando sus orígenes humildes, pero hoy queda claro que tiene todos los vicios del nuevo rico a la hora de mirar a los de abajo. Se nota en casi cada cosa que hace: desde su afición por la música ‘indie’ a sus relamidos gustos literarios o sus posiciones políticas, siempre en las antípodas del pueblo llano. Guardiola no conecta con la España plebeya y parece cada vez más cómodo en la aristocracia globalista que lee The Guardian en el 'jet' privado.

Algunos aficionados y periodistas se están esforzando en arrancar la derrota de las fauces de la victoria

Gavi como icono nacional

Lo peor de esta semana fueron los cánticos y abucheos a Gavi y Laporte en el WiZink Center de Madrid. Nuestra selección traía la Liga de Naciones ganada en Holanda y la única respuesta sensata era la admiración, sobre todo hacia aquellos jugadores que militan en clubes donde el amor a España no es mayoritario. Ya pasamos por estas reacciones disfuncionales con las pitadas a Gerard Piqué, un legendario central que demostró su compromiso incluso paseando por el campo con sus hijos vestidos con la camiseta roja. Hay personas incapaces de reconocer una victoria cultural o empatanadas en una versión siniestra de España donde el centro debe dominar a cualquier periferia nacional (un proyecto indeseable y, por qué no decirlo, profundamente antiespañol). Por suerte, son los menos. 

A partir de ahora, deberíamos cuidar a Gavi como el tesoro nacional que es: un jugador potente y visceral, todo corazón, capaz de poner la entrega por encima de su integridad física. Es normal que haya enamorado a los seguidores de la roja, desde la Princesa Leonor hasta los niños que dan patadas en tu parque. Al terminar la final, Gavi se acercó a Jesús Navas y Fabián Ruiz para posar con una bandera de la coronación canónica de Nuestra Señora de las Nieves, patrona de Los Palacios, el próximo 12 de octubre. “El pueblo es tu corona”, rezaba la frase sobre la imagen. Este podría ser también un lema para la selección española. El pueblo es la corona de nuestros futbolistas y cualquiera que desprecie o decida abuchear ese vínculo no entiende lo que está en juego.

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