La consagración del columnista, muchas veces, consiste en montar una buena bronca. Carlos Boyero se hizo realmente famoso por la carta donde los notables del cine ‘progre’ y 'de calidad' pedían a El País que se le castigara. Gregorio Morán demostró tener razón cuando La Vanguardia le censuró una columna que rompía la omertá que protegía la corrupción del clan Pujol (corrupción tan conocida en Cataluña como silenciada en los medios). Ignacio Echevarría se convirtió en crítico literario de referencia cuando se atrevió a destrozar, en las aguas mansas de Babelia, una novela de Bernardo Atxaga publicada por Alfaguara (editorial propiedad de Prisa, que publica el suplemento). Hay que molestar, mejor si es a los tuyos, para hacerte grande.
Este preámbulo nos lleva directamente a Hughes, columnista de prestigio pujante a quien hace pocos días le recortaron un párrafo en la versión impresa de nuestro querido ABC (el diario español, a mi modo de ver, por el que más merece la pena pagar una suscripción). Paco Santas, su nombre real, se tiró a cuerpo gentil en una piscina de pirañas: escribir lo que pensaba sobre los dogmas de la violencia de género, así que terminó relegado de Opinión a Televisión (tanto monta leerle en una sección como en otra, lo importante es poder leerle). La reciente antología Dicho esto (Mónoculo Ediciones) nos muestra una firma potente y asilvestrada, tan antisistema como antiprogresista. Es un defensa central de Mourinho que explica a la España antigua y a la de Forocoches que no hay que bajar el morro ante las nuevas élites tecnócratas, davosianas y anglopapanatas.
El consenso dominante nos dice que estaríamos mejor sin Podemos y sin Vox, en el plácido estanque del Régimen del 78. Justo en las antípodas, Hughes defiende que los nuevos extremismos lo son sobre todo de palabra, pero que se arrugan demasiadas veces a la hora de articular alternativas. Esto escribía el pasado noviembre: “Son muchos los defectos de Vox, pero nunca se menciona el mayor de todos: que se queda corto, muy corto (…) Vox tendría que ganar en los márgenes, en el más allá de los descontentos, en los negacionistas de todo, pero en ese mundo heterogéneo no termina de entrar limitado por ortodoxias varias y, ay, por la fuerza gravitatoria estatal”, lamentaba. A Vox todavía le queda un estirón para ser derechita valiente y a Podemos ni les cuento para hacernos creer que son de abajo (porque nunca lo han sido).
Hughes contra el consenso
La némesis de Hughes son los centristas sistémicos, terroristas de la tibieza y talibanes de su propio beneficio, que nos hablan desde la atalaya de una superioridad intelectual autoatribuida. “Estos liberales son de una urgencia e inelegancia absoluta, desautorizan por completo cualquier pacto con la izquierda y consideran que lo único tolerable es la concentración o, como propone Margallo hoy en su Tercera de ABC, un gobierno de salvación nacional (más bien estatal, salvación estatal). Margallo es del PP y casualmente la salvación nacional pasa por el PP. Hombre, sentido tiene, sobre todo para él”, se burla.
El columnista más levantisco de ABC, con permiso de Juan Manuel de Prada, tiene frases memorables para prevenirnos contra el búnker conformista: “El liberalio se siente Zweig en medio de la catástrofe de Europa, y si después de la comida tiene gesto de incomodidad no son los gases, es el populismo que amenaza a Occidente. Para él, cuatro quintos del planeta no tienen remedio y aquí más o menos lo mismo: la nueva derecha (los de siempre), los nacionalistas, la izquierda…Todos populistas con los que no se puede jugar al parchís de la democracia que-entre-todos”, denuncia.
Su saber no es ideológico, y desemboca en ideas que de alguna forma ya conocíamos, siempre conocimos
Hughes tiene además un excelente olfato cultural, como demuestra en columnas sobre C. Tangana, Fabio McNamara y el pene moderno y cool del filósofo Ernesto Castro (a quien hay que leer siempre porque se aprende). En Dicho esto destaca un texto realmente magistral donde se desmenuza una respuesta del rockero Quique González para explicar la papilla mental de nuestros artistas progres cuando balbucean sobre España. Le tocó a Quique González como podía haberle tocado al Gran Wyoming o a Iñigo Errejón -que también se lleva lo suyo- porque tenemos una izquierda incapaz de enderezarse, ya que arrastran problemas de columna invertebrada y de mala adaptación al terreno que pisan (por eso sus partidos se llaman Más Territorio o Más Ese País Del Que Usted Me Habla). Un vodevil ya sin gracia, excepto en las columnas que estamos celebrando.
Termino: Hughes escribió hace poco cuatro páginas en un imponente volumen de homenaje a Dalmacio Negro, uno de nuestros mejores pensadores en el campo de la Teoría del Estado. No son páginas de análisis, sino de agradecimiento por lo mucho que ha aprendido de su maestro. Pueden parecer poca cosa, embutidas entre textos de eminencias como Miguel Ayuso y José Luis Villacañas, pero hay unas líneas que resultan reveladoras. Dicen así: “El suyo no es un conocimiento oscuro que nos aleja del sentido común. (…) No nos conduce a un saber para iniciados que como llave secreta abra las puertas de la revelación o el cambio. Su saber no es ideológico, y desemboca en ideas que de alguna forma ya conocíamos, siempre conocimos”. Esto que señala Hughes sobre Dalmacio Negro es lo que tantas veces aportan sus columnas en ABC: ayudarnos a distinguir lo útil que de lo inútil entre lo que ya sabíamos, para enfrentarnos a este mundo dañado, delirante y demencial. Los párrafos de Hughes (también) son párrafos que dan lumbre.
Ert
Continuamente nos tenemos que guiar por el olfato, tanta es la mugre que vemos y leemos, los mejores siempre han ido tan adelante siguiendo el rastro que muchos buscamos.
vallecas
En estos momentos para ser un columnista consagrado (montar una buena bronca), basta con decir la Verdad, eso si, toda la Verdad. Yo lo sería si supiese escribir.
Chus
Abarloado a estribor. Enhorabuena!