Opinión

Idiotas (a lo Dostoievski)

La realidad es que tanto el fango como el lodo están hechos de la misma materia, de tierra húmeda que hunde a todo aquel que se adentre en ella

  • Retrato de Fiódor Dostoievski

En estos meses de verano, muchos habrán cogido las vacaciones y quienes aún esperan bajo el sol del asfalto, cuentan las horas, minutos y segundos para tan ansiado momento, el de la huida. Y digo huida, porque eso es lo que hacen los que pueden, huir. No importa dónde sea. Se huye a la piscina, al museo o a la panadería de enfrente. Se huye de lo cotidiano, del despertador, del tupper, del ordenador, de la política. Nos convertimos en "idiotas" en su sentido griego.

La palabra "idiota" viene del griego "idiotes", concepto que se utilizaba en Grecia para referirse a un ciudadano privado, a diferencia de quien ocupaba un cargo público. En Grecia, especialmente en la época de Pericles, mantenerse al margen de la vida pública era un signo de ignorancia. Se entendía como una falta de educación o abandono del deber. Bajo esta visión, esta palabra que, en un primer momento, no tenía connotaciones negativas, se empezó a utilizar como reproche hacia aquel ciudadano que no sentía ningún interés por los asuntos públicos.

Esa misma visión peyorativa fue heredada por el mundo romano y, por otras lenguas, de manera que su significado derivó en "alguien ignorante, sin instrucción". En nuestros días, la RAE define "idiota" como "tonto o corto de entendimiento", por lo que de la ignorancia se pasó al adjetivo que puede ser utilizado como insulto.

En un momento de máxima tensión política, tanto nacional como internacional, con la guerra de Ucrania, el conflicto palestino-israelí sin tregua, elecciones en Europa que han modificado su Parlamento; las recientes elecciones en Francia, con el Frente Popular sin elegir un nuevo primer ministro; un intento de atentado en Estados Unidos y en el horizonte unas elecciones en este país que pueden cambiar la geopolítica mundial, es difícil no preocuparse. Quizás, las vacaciones den la oportunidad a los ciudadanos de ser "idiotas", en su acepción griega, durante unas semanas. Siempre es saludable, desconectar para luego poder ver mejor, con mayor complejidad y profundidad, la vorágine política y social en la que vivimos.

El autor ruso se inspiró en la figura de Jesús de Nazaret y con él creó su arquetipo moral. Dostoievski recoge la palabra "idiota" para otorgarle un nuevo sentido: el de la sencillez y la ingenuidad

El aventurero y escritor Sylvain Tesson decidió hace unos años pasar un invierno en una cabaña en el lago Baikal, el más profundo del mundo, con 1.642 metros de profundidad y el más antiguo del planeta. Se piensa que tiene unos veinticinco millones de años. Situado en Siberia, rodeado de montañas, el escritor pasó seis meses contemplando la soledad del invierno, al fuego de la lectura, junto a una buena taza de té. Durante su estancia, como explica en su obra Dans les forêts de Sibérie (En los bosques de Siberia), aprendió el valor de mirar durante horas a una ventana, que la auténtica libertad reside en poseer cada uno de su tiempo y que ahí, en medio de la inmensidad de su cabaña, se encontraba con la belleza cada día. Afirma: "No sé si la belleza salva el mundo, pero ella me salva cada tarde".

Una frase parecida, que suena a utópica e ingenua, la pronunció el príncipe Liov Nikoláyevich Mischkin, protagonista de la novela de Dostoievski, El Idiota: "Un día la belleza salvará el mundo", afirmaba el príncipe ante la sociedad de San Petersburgo del siglo diecinueve, para la que sólo un "idiota" podía ver el mundo de una manera tan ingenua, podía ser tan sencillo en sus palabras, creía en ideas elevadas, y siempre respondía con bondad. El autor ruso se inspiró en la figura de Jesús de Nazaret y con él creó su arquetipo moral. Dostoievski recoge la palabra "idiota" para otorgarle un nuevo sentido: el de la sencillez y la ingenuidad.

El poeta Adonis se interroga en uno de sus versos: "¿Será la inocencia una forma de conocer?". Y quizás hay que planteárselo, por ingenuo que parezca. En estos días, en la política se habla de regeneración democrática. Unos hablan del "fango" en el que se ha convertido la política; otros hablan del "lodo". La realidad es que tanto el fango como el lodo están hechos de la misma materia, de tierra húmeda que hunde a todo aquel que se adentre en ella.

Ahora nos toca a nosotros

Sólo un ingenuo puede pensar que la política consiste en gobernar y mejorar la vida de la ciudadanía en lugar de crear estrategias electorales permanentes para ganar votos y desgastar al contrario. La misma inocencia con la que príncipe Mischkin estaba convencido de que "un día la belleza salvará el mundo" o un aventurero pasa su invierno mirando cómo se duerme el sol en una cabaña a los pies del Baikal. Ambos son "idiotas" en el sentido dostoyevskiano. El escritor se aleja del mundo para observarlo de manera "virginal"; el príncipe lo mira desde la sencillez, para poder ver, más allá de las apariencias y el ruido. Ahora nos toca a nosotros. Ser "idiotas" e "ingenuos", para recuperar la mirada de la inocencia sobre el arte de vivir juntos.

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