Opinión

La desvergüenza

No existe ninguna posibilidad de que la fantasmada oratoria tenga algún viso de hacerse realidad, ni tan siquiera la letra pequeña, porque no la firmarían ni sus socios deslavazados y perplejos ante el derroche de palabrería que no les sirve de nada

  • El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, durante el desarrollo de la cumbre de la Comunidad Política Europea -

Hay que tener una jeta de cemento armado para subir a la tribuna del Congreso y proponer un plan de Regeneración Democrática en el que lo único que es imposible de regenerar es al orador. A partir de este momento el cinismo se convierte en plan de gobierno, el Gran Plan. De tener la paciencia de escucharle la única duda nace de la intención del Presidente basada en una imperiosa constatación: cree que somos tan idiotas como para darle crédito, o nos considera tan acobardados por el despliegue frenético de sus palmeros, como para no gritar que estamos ante el golfo político más desvergonzado de nuestra modernidad. Ha logrado superar al inolvidable don Alejandro Lerroux y eso es más que un mérito; podría convertirse en leyenda.

No existe ninguna posibilidad de que la fantasmada oratoria tenga algún viso de hacerse realidad, ni tan siquiera la letra pequeña, porque no la firmarían ni sus socios deslavazados y perplejos ante el derroche de palabrería que no les sirve de nada. Lo único patente es la amenaza. El presidente de un gobierno extravagante nos amenaza a todos, ya sean aliados, adversarios o enemigos. “Ojito con lo que estáis tramando porque seré implacable. Mi sagrada esposa no se toca; mis comilitones se convertirán en cómplices fervorosos porque los saqué de la cárcel y si tuvieran que volver a entrar los blindaré si se portan; los adversarios que se tienten la ropa porque no admito escrúpulos, y para los enemigos, esa casta de frustrados, les dedicaré unas risas de mandíbula tensa como las que exhibí en la tribuna de oradores y que suenan a animal depredador, la hiena sin ir más lejos, que inspiran temor y ninguna gracia”.

El presidente de un gobierno extravagante nos amenaza a todos, ya sean aliados, adversarios o enemigos. “Ojito con lo que estáis tramando porque seré implacable. Mi sagrada esposa no se toca; mis comilitones se convertirán en cómplices fervorosos porque los saqué de la cárcel

¿A qué viene ahora este celo por la transparencia de los medios de comunicación cuando los canales informativos oficiales son tan opacos como un búnker y los alquilados son tan adictos que parecen militantes? Lo tenía prácticamente todo al alcance de sus necesidades. La judicatura más conspicua pastoreaba en su territorio, desde el Constitucional al brazo armado de la Fiscalía. La economía iba en moto por decreto. Los socios parlamentarios jugaban al parchís con los dados que iba sacando del cubilete. Sumar, ese socio radical de pandereta, bailaba haciendo numeritos con los pies; danzas identitarias vistosas, tan apegadas al folklore popular. Hay quien se pregunta si el traje de lagarterana no debería incluirse en los pases de modelos, con un toque rabioso y súper ¡Qué rápido envejece la joven izquierda cuando toca poder! Los fantasmas del Partido Popular se aparecían como mínimo una vez por semana y procuraban su mediocre espectáculo. Vox se adhería a los húngaros de Orban, que garantizan más fondos que Meloni. Podemos Nosotras consiguió poner su pica en Flandes y puede seguir como asociación de profesores radicales a cuenta del erario público, con alguna deriva hacia los autónomos; un bar aquí, un digital allá, una asesoría acullá.

Y entonces Jehová decidió que no era bueno que el hombre estuviera solo. Apareció Begoña Gómez, una costillita. No hay legalidades ni ilegalidades en los libros sagrados. Están en otra liga, la de los dioses autoproclamados. No es el Presidente, pero existe el rango de Presidenta a todos los efectos, desde en el amor, en la cama, en la familia y en la vida que se quiera dar. Muchas no pueden escoger pero ella sí. “Quiero dirigir un máster que se llame “Transformación Social Competitiva” y el mejor sitio es la Universidad Complutense, en Madrid y al lado de casa. Llama al Rector y dile que venga a verme”. Y como corresponde a una secretaria de la Presidenta en funciones, porque toda esposa de un presidente del gobierno tiene como mínimo una secretaria oficial, llamó al Rector, la máxima autoridad académica. Todo nada protocolario pero muy conforme al respeto que marcan las influencias respectivas. Sólo que, si lo relatamos por lo menudo, parece una película del último Berlanga. Imaginen al rector Joaquín Goyache, veterinario, eminente mediocridad con 61 artículos en revistas indexadas, ¡oh!, cuando le convoca en Moncloa la secretaria de la esposa del Presidente del Gobierno. Correr es poco. Lo de menos es lo que desea la buena dama. Toda intención tiene un modo de abordarla. Aparecen los colaboradores necesarios, los catedráticos fetén dispuestos a un instante de gloria mediática, los apoyos mercenarios “sin ánimo de lucro” tras las cartas de ayuda, y ya tenemos a Begoña Gómez convertida en “emprendedora”, eso que antes se decía de un modo vulgar y cierto desdén, “pequeño empresario”.

Begoña lideresa (sic) de algo novísimo, compenetrado con la más palpitante modernidad. Directora de un máster de nombre críptico “Transformación Social Competitiva”, lleno de posibilidades, aunque no se sepa de qué y nadie ose preguntar aunque manden su óbolo. Comete el error del impostor, que consiste en valorar un status casualmente privilegiado como si fuera a mantenerse eterno e invisible fuera de la mundanidad. “¿A qué se dedica la esposa del Presidente? Dirige un máster en la Complu”. Una hazaña insólita si no tienes absolutamente nada, ni titulación ni experiencia. Pero ¿qué hay en el mundo conocido que no pueda conseguir la esposa del hombre que lo doblega todo, que lo compra todo, que lo dice todo, desde la primera a la última palabra? Bien lo saben en el Partido y por eso les castigó con cinco días de llanto y estremecimiento. A su mujer nadie la pone en entredicho.

Hasta ahora los bulos surgían en mayor cantidad que los champiñones pero como los podían teledirigir desde los departamentos dedicados a orientarlos o desvirtuarlos, no constituían un peligro. Los enfermos de redes siempre acaban hospitalizados en oficinas institucionales. Llegó un momento que la peste se cebó con la información real y entonces se decretó que había de mezclarse todo para convertirlo en basura del enemigo. El poder se blindó en la expresión del descarado. “No hay nada, no hay nada. Todo es fango”. El equipo de desinfección convocado para el caso se mostró como el principal generador de lodo.

El bombero pirómano. De ahí surge la amañada idea sanadora de la “Regeneración Democrática”; una vacuna europea, aseguran los contaminadores, incapaces de asumir su sucio papel. Repartirán 100 millones de euros entre los que se porten como quiere el pagador; con derecho a la impunidad y certificado de demócrata regenerador, homologado por un cínico alérgico a la evidencia. De momento no podrá hacer lo que pretende, por eso trata de avasallar con una exhibición de desvergüenza.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli