Hay ciencias exactas y luego está la política, un entorno donde los actores, todos ellos humanos, desconciertan la razón, desafían los pronósticos y ejecutan lo imposible. Es por ello que analistas, politólogos y sociólogos estamos acostumbrados a realizar análisis prospectivos que se aguantan con toda lógica en el papel, al tiempo que son enmendados por el suceder de los acontecimientos. Sin rubor, cuando lo imposible pasa, analizamos cual forenses qué pasó, desdiciendo cada uno de los argumentos que habíamos dado para pronosticar exactamente lo contrario. No deja de ser un juego de pronóstico-error que sustenta las teorías del libre albedrío y la propia especialidad de la naturaleza humana, porque el día que podamos anticipar el comportamiento humano, la manipulación y la tiranía controlarán el mundo.
La cocina de las encuestas
¿No estamos cansados de equivocarnos? Los análisis deberían estar sustentados en las cautelas necesarias de aquellos que trabajamos sobre el impredecible comportamiento humano, también el agregado. Disfrutamos de ciertas herramientas para el análisis, como las encuestas, a las que no se les puede pedir ser lo que no son: un instrumento de futurología que predice qué va a pasar.
La demoscopia es altamente efectiva para analizar sucesos pasados y presentes muy coyunturales, pero en ningún caso, sirven como elemento predictivo, y menos en el ámbito electoral. Son las propias encuestas las que nos advierten que un gran porcentaje de la población no decide su participación y su voto hasta los últimos días de la votación, de modo, que la asignación de escaños de esos indecisos –la llamada cocina- no deja de ser una proyección humana, con sesgos, intuiciones, manías que no siempre aciertan, porque a la hora de votar la coyuntura cada vez tiene más importancia.
No desdeñemos que el PSOE aumente sus resultados, pero tampoco descartemos la suma de las derechas
Existen muchos ejemplos de errores de pronóstico: las victorias de Trump o Bolsonaro, la pérdida del gobierno de Andalucía por parte del PSOE, la amarga victoria de Felipe González de 1993, la segunda victoria de Pedro Sánchez en las primarias contra Susana Díaz, el triunfo de Casado sobre Cospedal y Sáez Santamaría, el éxito de Ciudadanos en Cataluña siendo el primer partido no nacionalista en ganar unas elecciones o la propia moción de censura parecían imposibles en el primer momento que se plantearon y sucedieron. Del mismo modo que parecía imposible en la noche del 28 de abril que PSOE y UP no llegaran a un acuerdo, tras un año de colaboración y cierta fidelidad en eso de gobernar juntos, pero no revueltos.
Es lunes, la ronda de consultas del Rey está en marcha y todo es posible. No enterremos la posibilidad de un acuerdo de última hora, no neguemos una repetición electoral, y este caso, no desdeñemos que el PSOE aumente sus resultados, pero tampoco descartemos la suma de las derechas, no asumamos una debacle de los nuevos partidos morados, naranjas y verdes, como tampoco el mantenimiento de sus resultados. Porque las cartas todavía no se han repartido y en el juego de la política, nada es imposible. Tampoco descarten una tercera repetición electoral.