Opinión

Independentismo y democracia plebiscitaria: sobre ‘El golpe posmoderno ‘

Este libro retrata como ningún otro hasta ahora la concepción plebiscitaria de la democracia, por aclamación, fabricada por el secesionismo. Una democracia tan sólo teórica que únicamente respeta los procedimientos si le convienen y niega el pluralismo

El proyecto de declarar ilegalmente la independencia de Cataluña ha sido el mayor desafío al que se ha enfrentado la democracia española. Así comienza Daniel Gascón, escritor y editor de Letras Libres, su libro El golpe posmoderno, que acaba de publicar Debate. En muchos aspectos la intentona independentista ha resultado mucho más grave que el fallido golpe del 23 de febrero, que encajaba perfectamente en el molde del pronunciamiento tradicional. En cambio, los acontecimientos en Cataluña son más confusos y difíciles de entender con las categorías habituales. Por eso es tan afortunada la expresión ‘golpe posmoderno’, que Gascón acuñó en un artículo de aquellos días y ahora da título al libro, porque da cuenta bien de esa ambivalencia y complejidad: por una parte, fue un golpe de Estado, de acuerdo con la conocida definición de Kelsen, por tratarse de un asalto en toda regla contra el orden constitucional y el Estado de Derecho con la intención de abolirlo en Cataluña; por otra, ha sido liderado desde las propias instituciones autonómicas y justificado en nombre de la democracia. Como dice, fue un ‘golpe de diseño’ por su planificación e intensidad propagandística, y al propio tiempo tuvo un aire irreal, simbólico, como esa Declaración Unilateral de Independencia que no sabemos si tuvo lugar.

Según señalaba el juez Llarena en el auto de procesamiento de los dirigentes independentistas de marzo pasado, se trata de algo ‘sin parangón’ con nada que hayamos visto en otras sociedades democráticas de Europa o Norteamérica. De ahí la dificultad de la tarea a la que se enfrenta Daniel Gascón en este libro, teniendo en cuenta la cercanía de los sucesos, todo el ruido mediático que han suscitado y el hecho de que la crisis catalana dista de estar cerrada. Que trate de elevarse por encima de las pasiones, el ruido y la furia para ofrecernos una mirada serena y reflexiva sobre lo ocurrido es uno de los méritos destacables del libro. Y lo hace con el estilo al que nos tiene acostumbrados: escrito de forma ágil e incisiva, bien informado y siempre ponderado, sin que falte el toque de ironía.

El texto se para en la responsabilidad de los intelectuales, la relación de la izquierda con el nacionalismo y el papel de la prensa extranjera, entre otras piezas de un inquietante caleidoscopio"

No es una mera crónica de los acontecimientos, sino un ensayo con un claro propósito analítico. Gascón examina lo que hay de novedoso y lo que hay de viejo en el procés, como esa mezcla de reivindicaciones hiperdemocráticas con el imaginario romántico del nacionalismo. Y quiere considerar aquellos aspectos con una significación más global, en tanto que transcienden las circunstancias específicas de la situación catalana o la política española; pensemos en el uso de las redes sociales y el régimen de posverdad, los discursos de la identidad o el populismo. Para ello va desgranando y discutiendo en los quince capítulos del libro las distintas facetas del proceso independentista: de la democracia plebiscitaria a la responsabilidad de los intelectuales o la verdad en política, pasando por la relación de la izquierda con el nacionalismo, el supremacismo, el papel de la prensa extranjera, la ausencia de violencia, o el kitsch en política; Gascón toca todos los aspectos importantes. Como los capítulos pueden leerse en realidad en el orden que uno desee, el resultado es una suerte de puzzle formado por diferentes piezas, o un caleidoscopio tan fascinante como inquietante.

Sobre el procés se han publicado artículos de opinión y análisis muy notables durante estos meses. El golpe posmoderno ofrece un repaso bien informado, como es habitual en Gascón, de esa literatura. Pero lo más difícil, como les gusta decir a los filósofos, es hacer buenas preguntas, como hace en el libro. Comprender y hacer buenas preguntas requiere buen juicio. Un juicio, como decía Aristóteles, que consiste en saber ver bien y apreciar los rasgos relevantes de la situación. Como el ojo clínico del médico que sabe discernir lo significativo y extraer un buen diagnóstico a partir de los síntomas confusos del paciente, también el analista político (y en realidad cualquiera de nosotros como ciudadano) ha de juzgar correctamente la fisonomía confusa y cambiante de los acontecimientos. Y esa capacidad para dar con la descripción relevante de los hechos, viéndolos en la perspectiva apropiada, es lo que aprecio especialmente en el libro de Daniel Gascón.

Son muchos los temas que aborda en El golpe posmoderno. Entre ellos sobresale que en nombre de la democracia se buscó quebrar el orden constitucional de una democracia liberal. Recordemos el eslogan que los independentistas coreaban en los momentos álgidos del procés: ‘esto va de democracia, no de independencia’. Y hay que darles la razón, aunque sea sólo en esto. Y preguntarse qué democracia invocan. Como señala acertadamente Gascón, se trata de una concepción plebiscitaria de la democracia, por aclamación, que sólo respeta los procedimientos si le convienen y niega el pluralismo. Ahí está como ejemplo el supuesto referéndum del 1 de octubre, al que se remite el independentismo como un fetiche.

Estamos ante la concepción plebiscitaria de la democracia que defendía Carl Schmitt sin ningún pudor, sin esconderse como valedor de los métodos dictatoriales ni su vocación antipluralista y antiliberal"

Nada nuevo en realidad, aunque ahora se revista de radicalismo democrático, si recordamos que esa concepción de la democracia se encuentra en los escritos de Carl Schmitt sobre parlamentarismo de los años veinte. Allí Schmitt oponía la democracia al liberalismo y señalaba que la primera requería de un pueblo homogéneo. En nombre de la democracia cabía eliminar lo diverso. Ni el pluralismo liberal que representaba el parlamento ni la Constitución deben oponerse a la voluntad del pueblo homogéneo, decía, ‘expresada de cualquier forma’. Porque la voluntad del pueblo se expresa mejor por medio de la aclamación que a través de lo que con cierto desprecio llama el aparato estadístico y el registro de los votos. De ahí que no vea contradicción alguna de los métodos dictatoriales o cesaristas con la democracia. Ahí vemos la concepción plebiscitaria de la democracia expresada sin ningún pudor, sin esconder su sentido antipluralista y antiliberal.

Esa concepción plebiscitaria de la democracia explica en buena medida la convergencia de nacionalismo y populismo, sorprendente para muchos, pero sin la que no podemos comprender la crisis catalana. Así lo ve Daniel Gascón, que recurre a la expresión ‘nacional-populismo’ para considerar el proyecto secesionista. Es verdad que populistas y nacionalistas reivindican el poder o la soberanía para el pueblo, pero no se refieren con ello al conjunto de los ciudadanos que forman el cuerpo político. Los populistas invocan al pueblo, la gente común, por oposición a las elites y el establishment. Los nacionalistas hablan de la nación como un pueblo singular, étnica y culturalmente diferenciado, y trazan fronteras para separar a aquellos ciudadanos que no comparten las señas de identidad o la creencia en el pueblo distinto. Ambos sentidos pueden fundirse en el independentismo porque suponen la ‘homogeneidad sustancial’ del pueblo, rechazando la pluralidad interna. Por ello los nacional-populistas hablan en nombre del pueblo y dicen representar su voluntad al margen de los mecanismos electorales de la democracia representativa; no se trata de agregar intereses o de contar votos, sino una cuestión de identidad.

Esta deriva populista, antiliberal del nacionalismo catalán, pone de relieve la incapacidad de los independentistas para renunciar al mito del pueblo único (‘un sol poble) y admitir el pluralismo característico de la sociedad catalana. De ahí que tengamos razones para ser pesimistas. Gascón termina su ensayo recordando el pacto de la Transición y la necesidad de llegar a acuerdos con quienes piensan de forma diferente. Pero eso pasa necesariamente por la asunción del pluralismo y la vuelta a los principios liberales de una democracia constitucional, como el respeto por el Estado de Derecho.

Como vemos, El golpe posmoderno plantea las claves imprescindibles para reflexionar sobre el procés y la crisis que ha abierto en la democracia española. Por desgracia, la crisis va para largo y tendremos que seguir discutiendo sobre los temas del libro.

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