Opinión

Inés y Edmundo, en el agujero negro

Me pregunto dónde tomará café Bal, dónde comerá Arrimadas, con qué vecinos hablarán uno y otra

  • Inés Arrimadas y Edmundo Bal en el Congreso. -

Debiéramos todos los que estos días hablamos de Ciudadanos y su más que previsible final como partido, ser un poco más sensatos. Un poco más humildes y razonables. Es muy español y poco sensato eso de si ya lo dije yo; lo es también hacer faena a toro muerto. A los muertos se les escribe esquelas y necrológicas en el periódico, esto último si el finado era ilustre y reconocido. Poco más. Pero se da el caso de que con Ciudadanos escribimos bastante más de lo que nos debería importar un partido que da sus últimos coletazos y, por tanto, tiene ultimado su obituario desde las elecciones del 28A de 2019, cuando Rivera no supo qué hacer con 57 escaños. En los agujeros negros se sabe que la materia y la radiación están atrapadas y que ya no pueden salir. Así están estos de Ciudadanos.

Desde que Zorrilla escribió en el Tenorio eso de que los muertos que vos matáis gozan de buena salud, Ciudadanos no hace otra cosa que mostrar síntomas, si no de salud, al menos de no querer morirse. No hay columnista, politólogo, analista o tertuliano que se precie que no hable de la situación de un partido que califican, en primer lugar, de necesario, y a continuación de inútil. Si es lo primero no puede ser lo segundo, cree uno. De inútil, cuando entran en liza sus dirigentes, pocos y regañados. Necesario, porque, como aseguraba aquí días atrás Miquel Giménez, a España le sigue faltando un partido liberal, reformador y valiente. Pero querido Miquel, la Historia de España nos enseña que de lo primero y segundo aquí ha habido provechosos ensayos. De lo segundo, no. Y como sucede en los versos de Gil de Biedma, esos experimentos siempre terminaron mal. Te invito, si no lo has leído ya, que entres en el Episodio que Galdós tituló Los Apostólicos y confirmes que siempre que tuvimos un ataque reformista y liberal, nos faltaron valentía y temple. Frente al vencido, y Ciudadanos ya lo es, seguimos siendo eso, un intratable pueblo de cabreros.

Se vieron, coincidieron es los actos conmemorativos de la Constitución -¡que presidió Pedro Sánchez, toma ya!-, casi se rozaron y ocuparon los mismos lugares, pero no hubo un mínimo saludo

La verdad es que el espectáculo por quién lidera un partido en el que nada hay ya que liderar es poco gratificante, y se presta al escarnio y la chanza, pero uno quiere ser educado y respetuoso con personas que en algún momento merecieron mi confianza. Seamos sensatos, el lance tiene más de carroñero y miserable que de edificante y noble. Inés Arrimadas y Edmundo Bal, en otro tiempo una pareja estimable dentro del cuadro cenizo del parlamentarismo español, deviene estos días en la misma casuística que se vive en Podemos, en el PSOE o el PP: incapacidad para aprehender la realidad. Se vieron, coincidieron es los actos conmemorativos de la Constitución -¡que presidió Pedro Sánchez, toma ya!-, casi se rozaron y ocuparon los mismos lugares, pero no hubo un mínimo saludo. Buenos días, Edmundo, qué tal Inés.

O sea, incluso cuando la realidad política es tan cruel, ellos viven dentro de un sueño. Pareciera que no se enteran de nada de lo que hay a su alrededor. Me pregunto dónde tomará café Bal, dónde comerá Arrimadas, con qué vecinos hablarán unos y otros. Me pregunto también si han tenido una pequeña conversación con alguien que les haya votado una, dos, incluso varias veces. Si han podido comprobar el estado de ánimo, de esperanza y confianza de los que un día decidieron dejar de votar PSOE o PP por ellos. Pregunten, pregunten, que no se llevarán ninguna sorpresa.

No nos engañemos, aunque nuestra pareja así lo desee, no hay nadie, casi nadie que reconozca en público que vaya a votarles. Más allá del gran Fernando Savater, y mira que uno pregunta a los que sé que un día se creyeron el cuento de Albert Rivera, no encuentra a nadie con ganas de repetir. Si es así, y así creo que es, ¿a qué juega Edmundo, que pretende Inés, qué hilo maneja Igea, a qué espera Villacís?

Arrimadas ya escribió su historia cuando ganó unas elecciones a Puigdemont en Cataluña. Se impuso en votos, escaños y porcentajes aquel 21D de 2017: 1.097.182 papeletas de un partido que jamás escondió su patriotismo constitucional

Edmundo Bal, que es diputado porque la vergüenza torera de Albert Ribera le hizo abandonar el escaño y corrió la lista, que si no estaría echando horas en una covachuela de la abogacía del Estado, habla de la importancia de que savia nueva lidere y refunde al nuevo Cs. ¿Savia nueva? Venga Edmundo, venga. Inés Arrimadas pretende lo mismo, pero ella ya escribió su historia cuando ganó unas elecciones a Puigdemont en Cataluña. Las ganó en votos, escaños y porcentajes aquel 21D de 2017: 1.097.182 de papeletas de un partido que jamás escondió su patriotismo constitucional y españolista. ¿Y qué hizo? ¿Y qué hizo? ¿Y qué hizo? Pues eso que usted y yo estamos pensando.

Bal habla de la necesidad de su liderazgo, y tras sufrir un golpe de amnesia, lo justifica en la urgencia de parar a aquellos que están dinamitando la Constitución, con Sánchez a la cabeza. Para tener la memoria de un opositor, cuesta creer que eso mismo es lo que pudo hacer Ciudadanos si en las elecciones de abril de 2019 hubiera unido sus 57 escaños a los 123 del PSOE. Ni un pelo movió Rivera, que para entonces ya era presa del único pecado que la Biblia castiga sin miramientos: la soberbia. Ahí, antes de que Frankenstein despertara, Ciudadanos pudo demostrar para qué estaba llamado y para qué servía. Lo que no es útil deriva inexorablemente en lo contrario. En ese momento, y no ahora, debimos de escribir su necrológica. Lo de ahora lo explica una expresión muy nuestra: templar gaitas. En eso están las criaturas.

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