Opinión

Insultad, insultad, malditos

Los malditos de Sánchez seguirán insultando, extenuados de tanto insultar pero sin dejar de hacerlo. Hasta el agotamiento

  • Pedro Sánchez en Moncloa con sus ministros -

Hace unas décadas triunfó en los cines la película Bailad, bailad, malditos en la que varias parejas participaban en un concurso de baile consistente en que había que bailar sin tregua hasta ver cual era la pareja que conseguía sostenerse en pie bailando. En una especie de revival adaptado al momento y a las circunstancias, Pedro Sánchez ha puesto a concursar a sus peones -de Gobierno y de partido- y a su claque mediática para determinar quien es el que aguanta más insultando a Alberto Núñez Feijóo.

Todo apunta que, una vez constatado que los insultos a Isabel Díaz Ayuso no han hecho sino aumentar su popularidad, Sánchez ha decidido subir el listón y ahora la pieza a cazar es el máximo dirigente del Partido Popular. Sucede que si los ataques a aquélla no han tenido el efecto pretendido por los malditos de la sanchezería, nada hace prever que las agresiones verbales a Núñez Feijóo sí vayan a tenerlo. De entrada, el consenso demoscópico parece indicar el fracaso de la pretensión sanchista pues todas las encuestas electorales ponen de manifiesto la estabilidad en las preferencias de los encuestados. Y éstas parecen ser evidentes: De celebrarse ahora las elecciones, el PP ganaría, el PSOE perdería y, con los apoyos parlamentarios naturales, la victoria del primero le proporcionaría la mayoría suficiente para gobernar, debiendo pasar el segundo a la oposición.

Los malditos lo harán como si no hubiera un mañana insultando hasta la extenuación, igual que aquellas parejas de baile danzaron hasta literalmente caerse de cansancio

En el escenario descrito y con Sánchez de los nervios, es fácil imaginar que la consigna dada a la sanchezería será "insultad, insultad", y que los malditos lo harán como si no hubiera un mañana insultando hasta la extenuación, igual que aquellas parejas de baile danzaron hasta literalmente caer rendidos por la fatiga y el sueño. Como también es imaginable que el aluvión de insultos irá acompañado de la constante repetición de ese infantiloide truco por el que, tras pactar una norma con cualquier hijo de vecino menos con el Partido Popular, -con el cual el Gobierno se niega a sentarse-, se acuse al PP de no apoyar la norma pactada con ERC, Bildu y demás componentes de la tropa que aupó a Sánchez a ocupar La Moncloa.

Así las cosas y por mucho que su claque mediática se ponga una vez más a su entera disposición, Sánchez lo tiene difícil. La extrema simpleza de su estrategia, el nivel de madurez de la sociedad española y el actual estadio de los instrumentos de comunicación social provocan que el mensaje sanchista no cale más allá de sus irreductibles fieles. Y éstos no le dan para ganar. Porque, además y no puede olvidarse, ni los pobres resultados de la gestión de su Gobierno ni el contexto internacional le favorecen. Todavía más, es presumible que ambas circunstancias negativas se mantengan en el tiempo. La continuidad del pobre balance de gestión porque ni su Gobierno tiene entidad, ni puede librarse de las cadenas parlamentarias que lo atan. La del contexto internacional porque todos los datos y analistas auguran que el final de la guerra entre Rusia y Ucrania va para largo.

Elecciones anticipadas

Entretanto, los españoles seguimos sufriendo el Gobierno que nos ha tocado sufrir sin que las invocaciones al adelanto electoral que realiza la oposición tengan posibilidad alguna de éxito, dado lo que reflejan las encuestas electorales. Ya sabemos que solo Leopoldo Calvo Sotelo, alabable por tantas otras cosas, adelantó unas elecciones para perderlas, cosa que no realizará Sánchez que, además, tampoco es alabable por casi nada. De manera que nos queda un año y medio para el posible cambio de Gobierno. Mirado con perspectiva, tampoco es tanto pues son cuatro los años de sanchismo ya superados, de manera que solo nos queda menos de la mitad de lo que ya llevamos. Eso sí, como hicieran aquellas parejas de baile del largometraje antes reseñado, en los dieciocho meses que quedan, los malditos de Sánchez seguirán insultando, extenuados de tanto insultar pero sin parar de hacerlo. Pues bien, insultad, insultad, malditos.

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