No se a ustedes, a mi no me ha sorprendido nada, pero nada, el escabroso asunto que ha salido a la luz esta semana en Almendralejo (Badajoz): un grupo de chicos de la localidad ya identificados -“es un pueblo y nos conocemos todos”, confiesa desolada Miriam, una madre- han ido subiendo desde julio a las redes y a los móviles vía Whasapp, valiéndose de Inteligencia Artificial (IA), un montaje casi real de varias niñas y adolescentes supuestamente desnudas y en actitud pornográfica.
Era cuestión de tiempo que una herramienta tan poderosa creadora de, digamos, realidad paralela se convirtiera en arma de destrucción masiva, en este caso de reputaciones sin posibilidad de arreglo: vete ahora a decirles a todos aquellos vecinos de Almendralejo y alrededores a quienes empezaron a hace dos meses (¡¡¡) hasta sus móviles desnudos de sus vecinitas en poses insinuantes, que “ésta no es fulanita ni esta menganita”; o, lo que es peor, vete ahora a frenar la posibilidad, muy cierta, de que esas imágenes acaben tarde o temprano en cualquier web porno.
Cuando lo verosímil -seguro que esas imágenes lo son, a decir de quienes las han visto- sustituye a la verdad a secas, esa verdad que nos ancla a nuestro mundo de certidumbres imprescindibles para seguir viviendo, es que estamos entrando en un terreno muy, muy pantanoso... ¿Por qué vamos a creer que quien está al otro lado el teléfono, familiar o amigo, es quien dice ser y no una recreación artificial de su voz casi perfecta? ¿Quien nos garantiza que cualquiera de los millones de transacciones económicas que hacemos vía telemática no es un fraude? ¿o que la grabación de nuestros datos no va a tener un fin ilícito?
La Real Academia de la Lengua distingue claramente artificial -“hecho por el ser humano y no por la naturaleza”- de artificioso -“qué encubre algo”-… vaya si encubre algo esta Inteligencia artificiosa, además de artificial. Para empezar, un deterioro de la estabilidad emocional de todos porque, en algún momento de los próximos años, todos seremos víctima; no les quepa duda.
Esas son solo algunas de las preguntas que suscita el episodio de Almendralejo, el cual, de momento, para las adolescentes y sus familias ya es algo más que un mal sueño del verano de 2023. Por mucho que intenten consolarse con un “esa no soy yo”, cuando los ojos de sus convecinos las esquiven por respeto o se posen sobre ellas sintiéndose observadas mientras caminan, la sensación de desnudez impuesta, la temida revictimización, no se la quita nadie. Y su autoestima se verá afectada, algo tan importante en la adolescencia, se verá mermada; que no hace falta ser sicólogo, solo padre, para saber de qué va esta vaina.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua distingue claramente el adjetivo artificial -“qué ha sido hecho por el ser humano y no por la naturaleza”- del adjetivo artificioso -“qué encubre algo”-… vaya sí encubre esta Inteligencia artificiosa que nos amenaza. Para empezar, un deterioro de la estabilidad emocional de todos porque, en algún momento de los próximos años, seremos víctimas; no les quepa duda.
Si, los seres humanos requerimos de certezas, ya sean emocionales, afectivas, cognitivas o económicas; en ellas se basa nuestra estabilidad y, en definitiva, nuestro bienestar. Nadie concibe vivir en un mundo distópico de amenazas permanentes, en el que lo que lo que entra por los ojos y los oídos sea todo ello cuestionable por artificial o artificioso; un mundo en el que se haga realidad aquel gag del genial cómico Groucho Marx: “¿A quién va a creer usted, a mí o a sus propios ojos?”.
La regulación de la Inteligencia Artificial no va a ser fácil; y no lo va a ser no solo porque haya muchos intereses económicos, que los hay; no lo va a ser porque, en el fondo, regular los millones de impactos visuales y sonoros que recibimos a diario es prácticamente imposible; es como poner puertas al campo.
Pienso, no obstante, que la regulación de la Inteligencia Artificial no será fácil; y no lo va a ser no solo porque haya muchos intereses económicos, mucho abaratamiento de costes de producción en juego, que los hay; no lo va a ser porque, en el fondo, regular los millones de impactos visuales y sonoros que recibimos a diario es prácticamente imposible; es como poner puertas al campo de una sociedad en la que todos tenemos, por lo menos, un terminal de móvil y lo usamos profusamente; los españoles, en concreto, tres horas y cuarenta minutos de media al día.
Llegados a este punto solo cabe confiar en la educación de las nuevas generaciones, en que ellos sean capaces, no ya de impedir los temores de alguien analógico como quien esto escribe, capaces de negarse a aceptar como cotidiano que a cualquier compañero de colegio o instituto, como presumiblemente les ha pasado a estas chicas de Almendralejo, o de trabajo más adelante, alguien pueda joderle la vida.
Petrarca
Supongo que la "inteligencia" artificial debe ser para compensar la estupidez de muchos humanos. La Ciencia y la Tecnología han nacido para suplantar la realidad de un Dios Creador que envuelva de Misterio el alma humana. Sin alma, la inteligencia es un algoritmo, el mismo método con el que se ha inventado la IA. Aprovechemos lo bueno de la técnica y no despreciemos que somos seres mortales flotando en un Universo infinito e incomprensible. Y que todos, incluso los creadores de todas las confusiones de nuestra época, los millonarios, los que aplican el mal diariamente, morirán.
vallecas
Manipular fotos se hace desde siempre. Se puede hacer incluso de forma manual en una mesa de luz y con un "cutter". Cierto es que con la IA los sinvergüenzas lo tienen más fácil, pero poco más. No entiendo D. Gabriel que se sorprenda de que se pueda crear una "realidad paralela". Usted lo hace todos los días.