Opinión

Cuidado, Irene, los ministros comunistas acaban fatal

Ochenta años sin comunistas en un gobierno español. Un salto al pasado. Un vuelco de vértigo. Un futuro incierto

  • Irene Montero

Solo dos comunistas orgánicos han sido ministros en la reciente historia de España: Jesús Rodríguez, murciano, que lo fue de Instrucción Pública y Vicente Uribe, de Bilbao, que lo fue de Agricultura. Ambos terminaron fatal. Los estudiosos rescatan ahora aquellos episodios de la Segunda República para analizar la que se nos viene encima. Irene Montero, Echenique, Mayoral... Ministros comunistas o de una fuerza a la izquierda del PSOE, en un Gobierno español. Lo nunca visto desde hace 83 años. No es de extrañar que una sensación de inquietud y vértigo sobrevuele el mapa político nacional en este desolado estío.

Pedro Sánchez no quería meter al zorro morado en su gallinero de monclovita. Pero es el precio que habrá de pagar para seguir en Moncloa con sus gallinitas, pitas, pitas. El presidente en funciones, no ha de olvidarse, hace tan sólo unos meses compadreaba con Pablo Iglesias una jubilosa mañana de otoño en Moncloa. Ambos suscribieron un acuerdo presupuestario con los logos del Ejecutivo y de Podemos estampados en la cabecera del documento. Lo nunca visto. El ejecutivo y un partido, mano a mano, al mismo nivel. Era una relación forzada, con vocación de futuro.

El auténtico escollo

Todo se torció. Sánchez lo quería de comparsa pero no subido a sus barbas. Hace tan sólo unos días, el presidente en funciones, en plena refriega negociadora sobre la investidura, señalaba a ese mismo Iglesias como enemigo de la democracia y, por tanto, incompatible con disponer de un sillón en el Consejo de Ministros. 

"Iglesias es el escollo", dijo uno. "Yo no voy a ser la excusa", respondió el otro. Y ahí están, a dos pasos de dar un angustioso salto atrás en nuestra historia. Un gobierno Frankenstein, como parecía inevitable desde el principio, pero con el monstruo sentado a la mesa. Y con voluntad de mandar.

A Sánchez se le ha torcido el gesto, pero habrá logrado su principal y único objetivo, que es seguir con su colchón en la Moncloa. Cree que su trabajo consiste en ser importante, como decía Mailer sobre Nixon

Todos sabían que los compañeros futuros de Sánchez eran la ultraizquierda y los separatistas. Nos podían haber ahorrado todo este paripé. Pero Iglesias quería su dosis de protagonismo, enredar a lo 'Juego de tronos', e Iván Redondo pretendía recrear la legendaria jugada de ajedrez de 'El séptimo sello'. "¿Estás preparado?", le pregunta la Muerte. "El espíritu está pronto, pero la carne es débil", responde el caballero. Y derriba el tablero para ganar tiempo.

En estas maniobras, el caudillo de los indignados no sólo ganó tiempo, sino que ha salvado su cuello y el de su partido. Podemos amenazaba ruina tras las generales y más aún, después del 26-M. La formación morada vivía su particular hundimiento de la casa Usher, con deserciones, traiciones, cismas y rebeliones.
Ahora todo cambiará. Con Montero y sus colegas en la Moncloa, Podemos no sólo resucita sino que se consagra como partido de Gobierno, como la primera fuerza de la izquierda no socialista que forma parte de un Ejecutivo desde hace ocho décadas. Iglesias, desde su dacha de Galapagar, dirigirá tranquilamente la maniobra.

Un gobierno absurdo

A Sánchez se le ha torcido el gesto, pero habrá logrado su principal y único objetivo que es seguir con su colchón en la Moncloa. Él cree que su trabajo consiste en ser importante, como decía Mailer sobre Nixon. Ahí sigue. Será una legislatura breve, aventuran algunos socialistas. Este es un Ejecutivo estéril, absurdo, peligroso, apostillan. El tiempo lo dirá.

Los antecedentes históricos avanzan negros presagios. Los mencionados comunistas que entraron en el Gobierno de la República, Uribe y Hernández, terminaron muy malamente. El primero, "cínico, desleal, un verdadero chulo de putas", como le llamaba Largo Caballero, fue expulsado del PCE en 1944, luego de enormes servicios a la causa, desde Moscú a Madrid. Uribe, que vivió como un pachá en el exilio mexicano, fue fumigado en el congreso de Praga en 1954. Alcoholizado y objeto de burlas, la traicionó 'la Pasionaria', que se pasó a las filas de Carrillo y Claudín, como bien cuenta Gregorio Morán en su libro "Miseria, grandeza y agonía del PCE". 

Montero ha de recordar que la historia se repite dos veces. La primera, como tragedia y la segunda, como farsa. 

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