El discurso de Pedro Sánchez, impecable en la forma y el tono, es un trasunto del programa de gobierno que presentó junto a Albert Rivera en 2016. La maniobra sanchista para dejar sin discurso a Ciudadanos, después de acorralar a Podemos entre la humillación y las elecciones, ha sido sencillamente magistral. Basta con repasar la propuesta de 2016 con la que ha hecho Sánchez en la primera sesión de investidura.
Tras unas primeras palabras informales que denotaban modernidad, ajenas a los protocolos y citas de épocas pretéritas, ha hecho un ataque a la “bancada conservadora”, a la “foto de Colón” en ayuntamientos y comunidades, al “cordón sanitario” al PSOE -no a él- y al “abrazo a la ultraderecha”. El ninguneo indirecto y la crítica a Ciudadanos ha sido evidente, acompañada, claro está, de imágenes televisivas solo de Pablo Casado. Y es que se busca el regreso del bipartidismo a costa de Podemos y Ciudadanos, ya que Vox se da por amortizado.
Regeneración nacional, europeísmo, feminismo, lucha contra las desigualdades… Un trasunto del programa de gobierno que presentó junto a Albert Rivera en 2016
Sánchez ha seguido con los seis retos, que fueron siete en el programa que firmó con Rivera, y “cinco desafíos” en aquella investidura. No obstante, la temática ha sido la misma: el empleo digno y la sostenibilidad de las pensiones; el pacto por la educación, la ciencia y la cultura para garantizar la igualdad de oportunidades; la reducción de las desigualdades sociales reforzando el Estado del Bienestar; la igualdad real entre hombres y mujeres; la lucha contra la corrupción; el europeísmo de la Unión como solución a las quiebras internas y marco de futuro; y reforma de la Constitución.
Solo esto último ha sido distinto. Rivera aceptó en 2016 un cambio constitucional para “asegurar eficazmente los derechos sociales” y “completar” el “funcionamiento federal” de España. El resto ha sido igual, incluso la definición del tipo de gobierno progresista, de regeneración nacional, y de inspiración europeísta, ecologista, feminista, de lucha contra las desigualdades.
“Saquemos a España de la situación de bloqueo en la que se encuentra”, acabó diciendo en 2016, para que se cumpla el deseo de “cambio que esperan millones de españoles”, como ha expresado ahora. “Avancemos”, dijo entonces, y ha repetido en la sesión de investidura. El giro al centro ha sido evidente. La mención postrera a Unidas Podemos, con ese programa moderado, con pequeños giros a la teatralidad izquierdista, como el tema de Franco, no esconden la realidad.
El viaje a la derecha de Ciudadanos tiene un coste, y no solo interno, sino de espectro electoral, porque la percepción general es que Cs quiere ser el nuevo PP
Me refiero a la táctica expansiva del PSOE de Sánchez; esto es, a que una vez Unidas Podemos quede en la irrelevancia por el abandono de un electorado que prefiera al gubernamental Sánchez, se ofrece el espacio vital del centro, ese que transitaba Rivera. El viaje a la derecha de Ciudadanos tiene un coste, y no solo interno, sino de espectro electoral. Porque la percepción general es que Cs quiere ser el nuevo PP, estrategia incompatible con el papel que tenía de centro equidistante.
El discurso de Sánchez, en conclusión, le sirve para ganar la centralidad a costa de Cs, situarse de forma perfecta de cara a unas elecciones, y tranquilizar a la Unión Europea con un programa moderado, gracias a un discurso moderno y templado. Incluso que no hiciera referencia a Cataluña -tampoco la he hecho a otras regiones españolas, que no tienen ese complejo de protagonista-, da una sensación de normalidad.
Esa calculada rebaja de la tensión mostrada por el presidente provisional prepara el terreno para los líderes de la oposición que, si hacen una respuesta iracunda, de ruido y furia, le harán el juego a Sánchez, “el presidente”. El de Moncloa se presentará como quiere: el centro entre la “bancada de la derecha”, los podemitas enfurecidos por la humillación que no comprenden, y el sempiterno ombligo nacionalista.
Casado lo tenía fácil: moderación y distancia. También Iglesias: victimismo izquierdista y dejarse querer. Pero Rivera, con este discurso de Sánchez afrontaba el papel más complicado de su carrera: ser el duro, casi excéntrico, para compensar el discurso irreal de ser el líder de la oposición. Esta obcecación riverista en ser la nueva derecha no solo ha justificado el pacto de Sánchez con Podemos, sino que deja un espacio en el centro que el sanchismo está corriendo a ocupar. Incluso la impostura de Iglesias centra al PSOE.
Sánchez ha tomado una combinación de las ideas de Redondo y Ábalos, la dureza y el acercamiento, la amenaza de las elecciones y la mano tendida, adquiriendo el mismo perfil centrista que logró en 2016 con Ciudadanos. Si la maniobra táctica se completa tendremos hegemonía socialista para años.