No era difícil pensar este miércoles que José Bono había fallecido. Por fortuna, la conclusión era errónea, dado que sigue vivo, aunque pudiera parecer lo contrario por lo que sucedió ese día. Ocurre que la Televisión Española de Rosa María Mateo le dedicó un homenaje que duró dos horas y media, en el que todo fueron palabras amables para el político socialista y malas para sus críticos. Fue uno de esos programas a los que sólo tienen acceso quienes han emprendido el viaje hacia el otro mundo. Ya se sabía que este país entierra muy bien a sus muertos. El siguiente paso hacia el subdesarrollo intelectual es el de deificar a los vivos.
Los fastos se desarrollaron en un programa que se llama Lazos de sangre (La 1) y que presenta Boris Izaguirre, un cuadrifonte que para la ocasión mostró su cara más amable. O, más bien, la más aduladora. El espacio que conduce está dedicado a “las sagas familiares más emblematicas” de este país, entre las que alguien decidió situar a José Bono y familia.
Tiene este país cierto complejo de inferioridad que se manifiesta de diferentes formas. Una de ellas es a través de los halagos al potentado, que refleja a la perfección esa inseguridad que habita en casa del pobre. Es la que le impulsa a venerar al cacique para que, al menos, le otorgue las migajas. Este trastorno está tan enraizado que incluso lo poseen quienes no tienen dificultades para llenar la nevera y calentar la casa; y no parece que ninguno de los colaboradores del programa de TVE se encuentre en esa situación. El miércoles la actitud de la gran mayoría con respecto a Bono fue penosa.
"El innombrable"
Especialmente destacada en el halago fue Ágatha Ruiz de la Prada, quien se refirió en todo momento a su exmarido, Pedro J. Ramírez, como “el innombrable”. En sus húmedas intervenciones se deshizo en elogios hacia Bono, a quien siempre llama “presidente”. "La enorme cualidad de Bono es que siempre se fijaba en la persona más insignificante y la ponía en valor", dijo, antes de recordar que el político socialista apadrinó su fundación.
Lejos de sentirse incómodo en la alabanza, el político pareció plenamente satisfecho, pues no estaba presente en el plató, pero llamó por teléfono poco después de la medianoche para felicitar el cumpleaños de la diseñadora. Embargada por la emoción, la aludida pronunció una frase que merece ser reproducida: "¿Sabes que he estado los últimos dos años durmiendo con un pañuelito que tú me regalaste? (...) Era del Ministerio de Defensa. (Bono) siempre ha sido muy generoso y ha hecho unos regalos... Un pañuelito de seda es mejor que una aspirina y que ninguna medicina. Fíjate cómo le querré yo a Bono que es casi de lo poco que no es mío que uso".
Tras escucharlo, sólo se puede expresar una confianza ciega en que ese pañuelito del Ministerio de Defensa lo pagó el político de su bolsillo y no fue a cargo del bolsillo del contribuyente. ¡Faltaría más!
Los contertulios citados para la ocasión se centraron en hablar de lo importante, es decir, lo que se entiende que cumple con los requisitos del servicio público que presta RTVE, entre lo que no se encuentran referencias al patrimonio del expolítico -con su hípica- o a aquella decisión que tomó el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando Bono era Ministro de Defensa, de vender a la Venezuela de Hugo Chávez ocho patrulleras y doce aviones por valor de 1.300 millones de euros.
Al contrario, en el programa se le consideró un pionero por haber cuidado su imagen al máximo, cuando en la política española no se estilaba; o por haber recurrido, antes que la mayoría, a esa maniobra de salvación capilar que consiste en recolectar cabellos del lateral del cráneo para plantarlos en la parte frontal, que, al igual que ocurre con las águilas, es la que luce calva en los hombres más desafortunados.
Duras palabras
Izaguirre puso en valor la bonhomía del político ("Se lleva bien con todos sus adversarios políticos. Eso es crecer para ser un triunfador”), Euprepio Padula no fue menos adulador ("Es buen padre, buen abuelo y un profesional como la copa de un pino") y Rosa Villacastín poco menos que se deshizo en elogios -norma de la casa- hacia el exmandatario (“Nosotras teníamos casi un club de fans que le seguíamos en todas las partes"). A continuación, recordó las comidas en el Hotel Ritz que se pegaban. Todo en orden.
Mientras el debate se sucedía, en la enorme pantalla que estaba situada detrás de Boris Izaguirre aparecían imágenes de Bono con sugerentes posados. Qué duda cabe, al ver este festival de saliva bien dirigida, que la España de nuestros días es el cortijo de unos pocos, que hicieron fortuna sin arriesgar en exceso. Es decir, en política, donde conquistaron unas cuantas parcelas del Estado que no les pertenecían ante la complacencia de un pueblo que rumia revanchismo, que no es más que uno de los más claros sinónimos de la ignorancia.
Aplaudan, por favor
Aterrizó el martes Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa y fue recibido por sus ministros entre aplausos. El vídeo fue difundido de forma acrítica por sus palmeros mediáticos y alabados por los numerosos hooligans de partido, que rápidamente se contagiaron del falso triunfalismo que transmitió el Gobierno sobre el resultado de la Cumbre europea. El daño neurológico de este país es mayor de lo que parece. El miércoles se volvió a demostrar con el repugnante homenaje a Bono en la televisión pública, hoy cautiva de los delfines de la izquierda; hasta hace no mucho, de los que situó Génova.
Esto no es una cosa de partidos. Esto es cosa de que hay quien considera suyo este lugar del mundo. Como el Emérito que se enriqueció ante el pasmo de la prensa más lerda, que era casi toda. O ese presidente bigotudo que, animado por su soberbia, repartía cargos entre compañeros de pupitre. O las de esos reformadores de izquierda que acumularon un cuantioso patrimonio, con costosas propiedades, mientras defendían a los parias de la tierra. Televisión Española, como tantas otras cosas, es cautiva de su ambición y hace unas horas se volvió a demostrar.