Hay que aplaudir con vehemencia las decisiones de la FIFA y la UEFA sobre Rusia. Los organismos rectores del fútbol profesional han decidido echar a la selección rusa y a los clubes del mismo país de las competiciones en marcha. Vladímir Putin y todos los ciudadanos del país que preside se quedan fuera del Mundial de Qatar. Sus equipos tampoco jugarán competiciones europeas, de forma que el Spartak de Moscú queda eliminado de la Europa League. Y el gigante Gazprom deja de ser patrocinador de la Champions.
Bienvenidas las sanciones por la deplorable invasión de Ucrania. Es lo mínimo que se puede hacer contra un sujeto que decide invadir a sangre y fuego otro país europeo en pleno siglo XXI. Quizás así el pueblo ruso y sus oligarcas presionen en busca de la razón perdida. O quizás no sirva de nada. Pero en todo caso estas decisiones son dignas de elogio.
Había un clamor para que la FIFA y la UEFA actuasen así. Lo han hecho, sí, pero también les ha costado, porque en un primer momento las acciones contra Rusia eran bastante tibias. El inefable Gianni Infantino, presidente de la FIFA, se había conformado con una amenaza. Pero la presión de potentes federaciones europeas provocó el cambio anunciado este lunes.
A estas alturas todo el mundo sabe, y así lo han publicado todos los medios de comunicación del planeta salvo Russia Today y Sputnik, que Rusia logró el Mundial de 2018 gracias a sobornos
Igualmente el no menos inefable Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA, optó en primer lugar por cambiar la sede de la final de la Champions, que iba a jugarse en San Petersburgo y finalmente se disputará en París, pero sin actuar contra Gazprom. Pero, como en el caso anterior, el clamor desatado provocó esta maravillosa rectificación que sin duda compromete a Putin, al que no le gustará tener a los futboleros rusos enfadados.
Las citadas dudas de la FIFA y la UEFA para ser contundentes se entienden mejor si se tienen en cuenta los antecedentes, claro. Porque a estas alturas todo el mundo sabe, y así lo han publicado todos los medios de comunicación del planeta salvo Russia Today y Sputnik, que Rusia logró el Mundial de 2018 gracias a los sobornos a quienes tenían que decidir al respecto.
Esto nos lleva otra vez a la senda, tantas veces aquí repetida, de denunciar la podredumbre del negocio futbolístico. Nada de lo que se diga o haga ahora debe hacernos olvidar que en 2010 se concedieron dos Mundiales, el último celebrado en Rusia y el que este año se juega en Qatar, de forma fraudulenta. Algo que dice todo sobre cómo funcionan estos organismos del balompié. Más allá de la compra de votos, que dejaremos en presunta por si acaso, se conoce que entonces a nadie le dio por pensar en la clamorosa ausencia de libertades en los dos países citados.
Lo sucedido con Rusia en este caso, repetimos que digno de aplauso vehemente, nos llevaría a concluir que la FIFA y la UEFA han decidido por fin ponerse exigentes con los países donde la democracia es solo un sueño extraviado. Ya era hora. Nunca es tarde si la dicha es buena. Claro que en buena lógica habría que suspender el Mundial de Qatar que se jugará a finales de año. Y, ya de paso, excluir de las competiciones internacionales a unas cuantas selecciones de países teocráticos o dictatoriales. Pero nada de eso va a pasar, por supuesto. Porque lo sucedido con Rusia es solo un lavado de cara que no termina con tanta suciedad.