Opinión

Madrid, cien años de pandemias

Una mirada al pasado nos orienta sobre si existen patrones que expliquen el peor comportamiento relativo de Madrid durante la pandemia

“The more you know about the past, the better prepared you are for the future.” Theodore Roosevelt

La aparición de una segunda oleada del coronavirus SARS-CoV-2 en España es uno de los temas recurrentes de las últimas semanas. Ya he comentado en diversas ocasiones (la primera, el 14 de marzo) cuáles creo son las razones y los responsables de la situación actual en España, claramente y de acuerdo con todos los indicadores la peor del mundo desarrollado. La voluntad política de no querer ver lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor, la falta de previsión, las decisiones improvisadas y erráticas, la bulocracia y la mentira como forma de gobierno o la apertura sin control al finalizar un estado de alarma de cien días, con el más largo confinamiento de la población que ningún país haya padecido en Europa, son sólo algunas de las razones que explican que España lidere el número total de contagios de Europa, con 554.143 oficiales a 10 de septiembre, o que tengamos casi 30.000 muertos oficiales y más de 54.000 reales por la enfermedad (lo que supone una tasa de mortalidad de más de 1.100 por cada millón de habitantes).

Incidencia acumulada España

Incidencia acumulada en España, semana 35 (24 a 30 de agosto) Fuente: Centro Nacional de Epidemiología. Última actualización disponible.

 

La Comunidad de Madrid está en el centro de la polémica desde el mes de marzo. En la capital se celebró la principal marcha del 8-M, que, para no tener ninguna incidencia en la enfermedad, provocó que se contagiasen varias ministras, distintos secretarios de estado y, casi con total seguridad, la mujer del presidente del gobierno. En Madrid también es donde mayor incidencia ha tenido la enfermedad, con 8.817 fallecidos oficiales a 10 de septiembre, un 50% más que en Cataluña, la segunda comunidad con más muertes; de ellos, casi tres de cada cuatro lo fueron en residencias de ancianos, lo que supone que sólo en Madrid han muerto uno de cada cuatro ancianos del total de fallecidos en España; y eso pese a que el vicepresidente segundo del Gobierno se puso al frente del mando único de los servicios sociales (que incluyen las residencias) a los pocos días de la declaración del estado de Alarma. Las acusaciones desde el Gobierno a la gestión de la Comunidad de Madrid, gobernada por la popular Díaz-Ayuso, son constantes desde el principio de la pandemia.

comunidad mapa

Comunidad de Madrid. Mapa de incidencia acumulada últimos 14 días. Actualizado a 8/09/2020. Fuente: Comunidad de Madrid.

 

En situaciones como esta, y siempre que sea posible, es conveniente echar la vista atrás para tratar de ver si la actual es realmente particular o si, por el contrario, pueden existir patrones que expliquen el peor comportamiento relativo de la capital de España y su Comunidad.

El antecedente más cercano lo tenemos en la epidemia de gripe de 1918, conocida como gripe española pese a que su origen se lo disputan China y EE.UU.. En todo el mundo, las primeras estimaciones hablaban de alrededor de 21 millones de muertes, equivalentes al total de la población española de entonces, aunque parecen más acertadas las que las elevan hasta los 30 millones. Sólo en los EE.UU., la gripe habría dejado no menos de 550.000 muertos, cinco veces más de los norteamericanos fallecidos durante la Primera Guerra Mundial, y más que todos los fallecidos en esa guerra, la Segunda y la de Vietnam; en España, el número oficial de fallecimientos a lo largo de las tres oleadas que tuvieron lugar desde la primavera de 1918 hasta los primeros meses de 1919 dejaron casi 170.000 muertos, cifra que puede no compadecerse con la realidad pues la mortalidad de 1918 superó en más de un 50% a la de 1917. Para hacernos una idea, si en 1917 murieron en España 7.500 personas a causa de la gripe y 80.000 por causas respiratorias, en 1918 fueron 147.114 y 117.778, respectivamente; las muertes, que ya habían crecido en 1917 respecto a 1916 hasta alcanzar valores no vistos en casi 10 años, se incrementaron desde las 465.722 hasta las 695.758.

Madrid se vio sacudida por tres oleadas sucesivas, que tuvieron lugar al final de la primavera de 1918, en el otoño de ese mismo año y en marzo del año siguiente. No existen datos registrados en esos dos años de las causas de muerte en la ciudad, pero el total de fallecidos por todas ellas pasó de los 15.544 en 1917, a los 18.695 en 1918 y 18.281 en 1919, según recogen los Movimientos naturales de la población que publica el INE. Tal y como señala la profesora Porras Gallo, expresidenta de la Sociedad Española de Historia de la Medicina, parece que, como hoy, fue un acto lúdico el principal propagador de la epidemia en la capital; en concreto, la celebración de San Isidro, patrón de la ciudad, se considera como la causa más probable. El 22 de mayo el Ayuntamiento de la capital declaró la existencia de la epidemia, aun sin precisar la causa, aunque al cabo de un mes decretó el restablecimiento completo de la normalidad sanitaria, lo que fue considerado prematuro por El Siglo Médico, que no lo hizo hasta el día 6 de julio. A diferencia de la actual pandemia, el verano de 1918 estuvo libre de casos en la capital de España. Pero con la llegada del otoño volvió la gripe, actuando, como en la primera ocasión, primero sobre la población militar y posteriormente sobre la civil. En aquella ocasión, y pese a lo desafortunado del título y del primer párrafo, parece que el actual partido de gobierno sí trató de alertar a los ciudadanos del problema; cierto es que el alcalde era entonces Luis Silvela Casado, sobrino de Francisco Silvela y miembro del Partido Liberal.

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El Socialista, 12 de septiembre de 1918.

Todos los registros indican que este segundo brote fue más benigno en Madrid que en el resto de España. Sin embargo, y cuando por segunda vez parecía derrotado el H1N1, en febrero de 1919 comenzó una tercera fase de la epidemia, a la par que en el resto de Europa, y que duró hasta mediados de mayo, cuando se consideró desaparecida o reducida a casos esporádicos.

Como en la actualidad, la incidencia de la pandemia varió en virtud con la distinta configuración urbanística y con las condiciones higiénico-sanitarias de la ciudad, ciertamente distintas de las actuales. También es cierto que la gran incidencia que se dio en el distrito de Hospital está relacionada con la gran cantidad de fallecimientos que se dieron en el Hospital Provincial, en el que fueron tratados muchos madrileños.

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Tasas de mortalidad general (en tanto por mil) de la ciudad de Madrid por distrito municipal (configuración administrativa de vigente desde 1903). Fuente: elaboración propia a partir de Porras Gallo (1994)

 

También, como hoy, la prensa tuvo un papel importante en la creación de un estado de opinión sobre la situación de la epidemia en Madrid, como recoge el trabajo de la profesora Porras Gallo. Así, los medios se movieron inicialmente entre el temor y la minimización de la enfermedad, para evolucionar posteriormente a posiciones de mayor preocupación. Esto ocurrió tanto en la primera como en la segunda oleada. El Liberal llegó a hablar de 'Dictadura sanitaria', para editorializar con enorme contundencia el día 15 contra el Gobierno de la nación, señalando que “Ocultar la verdad y seguir confiando en el celo del ministro de la Gobernación y de las autoridades a sus órdenes, seria faltar a nuestros deberes, abandonar la defensa del interés público, engañar al vecindario y dar motivo a que dejaran de adoptarse precauciones por parte de las familias.”

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Portada de El Liberal, 2 de octubre de 1918

 

editorial salud

El Liberal. Editorial de portada, 15 de octubre de 1918 (extracto)

Entonces, los mayores problemas que presentaba Madrid tenían que ver con la insalubridad de los barrios y el hacinamiento de la población. Los fallecimientos fueron mayores entre los ciudadanos de entre 20 y 40 años, que supusieron casi cuatro de cada diez. Pero también parece claro que la posición geográfica de Madrid y su capacidad de atracción, como hoy, provocó una mayor resonancia de la enfermedad. Tampoco podemos olvidar la gran responsabilidad que los gobernantes tuvieron en la expansión de la epidemia; como señala la profesora Porras Gallo, que recoge las críticas de los profesionales sanitarios por las insuficientes medidas adoptadas. Parece que nos empeñamos en olvidar las lecciones del pasado.

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