Opinión

La maleta belga de Yolanda Díaz

La única incógnita verdadera que planteaba la

  • Carles Puigdemont y Yolanda Díaz en Bruselas -

La única incógnita verdadera que planteaba la reunión en Bruselas entre Yolanda Díaz y el hijo prófugo de la justicia del panadero de Amer, Carles Puigdemont era conocer qué modelito habría escogido la vicepresidenta para la ocasión. Para una señora que, siguiendo el ejemplo de María Antonieta, jamás repite atuendo y que entiende como nadie que es mucho más importante vestir el cargo que ejercerlo, el asunto es de una importancia primordial. No saber qué es un ERTE y hacerse un lío cuando tratas de explicarlo es menos grave si el vestido te sienta como un guante y consigues desviar la atención de la audiencia del bochorno intelectual a la admiración sartorial.

La cosa parece sencilla pero no lo es. Seguramente nuestra vicepresidenta ha tenido que facturar la maleta para una estancia de un solo día debido a la necesidad de contar con distintas opciones para escoger la más apropiada, y habrá pasado el vuelo con esa sorda angustia royéndole por dentro que todo pasajero frecuente conoce bien, la de no saber si la maleta está viajando en el mismo avión que ella o si los maravillosos conjuntos de Ministra Negociadora van a acabar de momento en Kuala Lumpur sin que haya opción de recuperarlos para la gran cita. Como viaja acompañada por Jaume Asens, y no creo que el asunto esté entre sus muchas capacidades, me imagino que habrá contactado su oficina con la mejor peluquería de Bruselas para que su profesional más competente acuda al hotel de cinco estrellas en el que se aloja la vicepresidenta para que luciera impecable en su reunión con el golpista que proclamó la república catalana allá por el 1 de octubre de 2017, cuando  la líder de Sumar aún no era rubia.

Ya que estamos en los países Bajos, quiere que le entreguemos las llaves como en Breda, pero sin respeto por el perdedor, que somos todos, porque Puigdemont será muchas cosas pero no es Ambrosio Spínola


El problema es que a Puigdemont no le quedan ojos para nadie que no sea él mismo y su revancha cocida lentamente durante seis años de aburrimiento mortal en un suburbio tan adinerado como soporífero de Waterloo. A un sujeto que usa sin ningún pudor como nombre tuitero las iniciales de Karolus, KRLS, con las que se conocía en su tiempo a Carlomagno, ya le puedes venir con tirabuzones a lo Shirley Temple, moño de Audrey Hepburn o trencitas de Juego de tronos como ha sido el caso que le resbalará como el agua por un pato. Que la camisa sea blanca, negra o multicolor. Él habrá ido a lo suyo, es decir, a exigir al estado enemigo amnistía, referéndum para la independencia y una foto humillante en la que España se arrodille metafóricamente ante su augusta persona. Ya que estamos en los Países Bajos, quiere que le entreguemos las llaves como en Breda, pero sin respeto por el perdedor, que somos todos, porque Puigdemont será muchas cosas pero no es Ambrosio Spínola, para su desgracia y la nuestra.
Lo bueno para el forajido es que la negociación está vista antes de empezar y Sánchez hará lo que sea, incluso trocear la nación, para seguir gobernando en la porción que le quede de lo que ha sido España durante todo el tiempo que sea posible, día a día, hora a hora, segundo a segundo. Y detrás de él el diluvio. O la Dana, que queda más actual.

Volverá de la reunión vencida sin saberlo y con esa sensación en el cuerpo que se nos queda a los constitucionalistas catalanes cuando tenemos que tratar con el independentismo supremacista


Yolanda ha viajado con su maleta a Bruselas a decirle a Puigdemont que pida por esa boca porque se le dará cuanto exija, que llamaremos al referéndum Juana Mari y a la amnistia Manolita y todo lo que sea capaz de imaginar tendrá cabida en la Constitución por las buenas o por las malas a cambio del voto que mantenga a Sánchez en el poder, y volverá de la reunión vencida sin saberlo y con esa sensación en el cuerpo que se nos queda a los constitucionalistas catalanes cuando tenemos que tratar con el independentismo supremacista: esa mancha invisible que se queda en la piel cuando alguien que se siente superior a ti te dedica su mirada despreciativa.
Ni el conde de Montecristo pudo imaginar una venganza semejante ni alguien más fácil para aplicarle el castigo. Preparémonos para lo peor, y mientras tanto, para amenizar la espera, comentemos los próximos looks, seguro que perfectos, de Yolanda Díaz. Que  sirvan finalmente para algo.

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