Alguien en Televisión Española (TVE) decidió enviar un equipo móvil al remolcador Open Arms para seguir, supongo, el día a día de las personas recogidas en el mar, 151 al parecer, que ahora viven hacinadas en la pequeña cubierta del barco. Entre ellas hay ancianos, mujeres embarazadas, niños de corta edad y personas aquejadas de enfermedades diversas. La vida a bordo del viejo remolcador se torna cada día más irrespirable. Y en ese entorno, mete TVE un equipo informativo permanente que, desde hace días, debe estar preguntándose qué demonios hacen ellos en un lugar informativamente inane, en el que no pueden moverse, el hedor es horrible y en general las condiciones de vida son penosas.
Puesto que tenemos un equipo a bordo, hasta que lo rescatemos de ese pequeño infierno, hemos de transmitir en todos los informativos una crónica de lo que sucede a bordo del remolcador Open Arms. Y como nada relevante sucede, día tras día aparecen en pantalla, en horas de máxima audiencia, los rostros repetidos de los migrantes que pretenden que los transporten a un puerto europeo.
La explotación emocional de las historias de los migrantes, sin duda adornadas con exageración, no dan para tanta crónica, sobre todo si pensamos, como sin duda habrán hecho los miembros del equipo de TVE, que hay en el mundo y en España situaciones mucho más dramáticas y que afectan a muchas más personas.
Por ejemplo: los millones de venezolanos refugiados en Colombia que huyen del hambre y la miseria; la tragedia de quienes han caminado durante muchos días para alcanzar la frontera de los Estados Unidos con México; la situación en los países africanos de origen de la mayoría de los hacinados en el Open Arms, o la vida en los campamentos en Libia de donde salen.
A nuestro lado, existe mucha más materia informativa, y de mayor calado emocional, en la situación de los centros de internamiento donde van a parar los migrantes que han entrado ilegalmente en España, o en las circunstancias en que se mueven quienes se dedican al 'top manta'. Pero de todo ello, ni palabra. Para TVE, el mayor drama de este mundo se concentra en la pequeña cubierta del atribulado remolcador Open Arms. Allí hay que gastar el tiempo y el dinero.
Quienes reciben el alud informativo del Open Arms se muestran compungidos con el dolor que atisban y unos culpan a la Unión Europea, por su inacción; otros a la Iglesia, por su silencio; unos cuantos al Gobierno de España; y todos al ministro del Interior de Italia, auténtica víctima de la campaña, Matteo Salvini, el monstruo de la fabulosa extrema derecha.
Ignoro por qué, con qué criterio, TVE decidió propagar urbi et orbe la discutible labor de un viejo remolcador sin medios para dedicarse al salvamento marítimo, gestionado por una organización que paga muy bien a sus empleados y cuyo trabajo consiste en viajar hasta las aguas cercanas a la costa libia y recoger allí a quienes unas empresas sospechosas de tráfico de personas han lanzado al mar en precarias embarcaciones neumáticas con la esperanza, o la seguridad, de que el viejo remolcador u otros barcos similares los recogerán para llevarlos a un puerto europeo. Pero lo cierto es que la extraordinaria campaña propagandística da buenos réditos a la organización Brazos Abiertos (Open Arms), que, por ejemplo, recibió del Ayuntamiento de Barcelona la bonita cantidad de 500.000 euros sin más expediente.
TVE, con su asombrosa decisión, ha encaminado a la opinión pública a centrar su mirada sobre unos pocos centenares de personas que quieren llegar a Europa con la idea de que aquí vivirán mucho mejor que en sus países de origen. Y también sobre las organizaciones, dizque humanitarias, que manipulan el sufrimiento de esas personas. “Salvamos vidas” proclama desde TVE el señor Camps, señor del Open Arms, consciente de que si esa fuera realmente su intención estaría en otro lugar, donde se mata y se muere de verdad. O en todo caso estaría luchando por abolir fronteras, muros y concertinas, pues centrar su acción salvadora en quienes, una pequeña minoría, pueden pagar a las mafias que los embarcan, más parece una ventajosa decisión empresarial que una acción solidaria digna de ser siquiera mencionada en un periódico local.
La breve historia de esta manipulación informativa no es nueva. Pensemos por ejemplo en la campaña del señor Hearts para arrastrar a la opinión pública de los Estados Unidos a declarar la guerra a España en 1898; o en la sistemática información sobre las armas de destrucción masiva en poder de Irak que justificaron la sangrienta y duradera guerra. Ejemplos actuales hay unos cuantos, los que el lector está pensando y algunos otros de los que todavía no somos conscientes.