Opinión

Minotauromaquia

Es conocida la debilidad que tuvo Pablo Picasso por las figuras de la mitología clásica. Así evidenció esa, más que debilidad, obsesión en una vasta serie de grabados con esos

  • Caos en el exterior de la sede del PSOE en Madrid

Es conocida la debilidad que tuvo Pablo Picasso por las figuras de la mitología clásica. Así evidenció esa, más que debilidad, obsesión en una vasta serie de grabados con esos seres salvajes mitad humano, mitad animal. El artista se identificaba con los personajes de sus obras por la antítesis que formaban esos cuerpos. Pese a la contradicción de una mitad bestia, otra mitad hombre, esa ambivalencia guardaba algo de sintonía. El Picasso que fabulaba como fiera artística, era también el pasional que amaba. La mitología urdió una mitad imaginada con otra real.

Los que somos catalanes sumamos en seis años nueve elecciones. Unas establecidas, otras provocadas. Y, de momento, solo nos hemos encontrado con más votos que soluciones

En sus grabados creó monstruos de portentosa humanidad. Todo lo que en este universo es real tiene un peaje imaginario. Hay que pasar por el delirio de lo fantástico para entender qué ocurre alrededor. En dos meses consumaremos un año de país ingobernado. Pero no será por no tener opción a elegir quién nos represente políticamente. El reclamo independentista de “volem votar” parece haberse convertido en una burda venganza. Menuda maldición. Los que somos catalanes sumamos en seis años nueve elecciones. Unas establecidas, otras provocadas. Y, de momento, solo nos hemos encontrado con más votos que soluciones. Añadido a ese aturdimiento, la temeridad con la que han acarreado los representantes políticos las diferentes posibilidades de gobierno no nos auguran, precisamente, una extrema confianza si se celebrasen unas terceras generales

Bien podría Netflix comprar los derechos a quien guioniza nuestra realidad política y sus giros en la sinopsis. En un último viraje, el secretario general del partido socialista, Pedro Sánchez, ha pasado de estar en el escenario a la platea de su partido en cuestión de días. En las declaraciones que hizo a la prensa la noche del sábado desde Ferraz, aparentemente sereno, contenía una desesperación educada que estiraba las comisuras de su boca. Estar en la oposición parecía haberle obligado a entrar torpemente en un laberinto que, tomara la decisión que tomara, no le conducía a una solución digerible. El que podía haber sido líder del gobierno por accidente si hubiera conseguido unir las fuerzas parlamentarias independentistas para presidir, se convertía, por otra parte, en el que permitiera gobernar a Rajoy con la abstención. Cualquiera de las dos opciones lo debilitaba o lo transformaba en el monstruo que evitaba ser. Y como consecuencia, todo el partido. Una realidad esperpéntica.

La psicosis que parece haberse asentado en Ferraz, debe entenderse como consecuencia de la crisis que vive la política española

Pero la psicosis que parece haberse asentado en Ferraz, debe entenderse como consecuencia de la crisis que vive la política española que, agónica, en un año no ha logrado superar que ha dejado de ser un país bipartidista. Y obcecados tratando de resolver lo que llaman “la cuestión catalana”, la grieta que también originó la rotura en el PSOE, con el ruido de los últimos acontecimientos enmudeció la declaración del presidente Puigdemont, entremedio, anunciando en el parlamento catalán un referéndum para septiembre de 2017. Un espectáculo delirante.

Al final será la mitología la única capaz de explicarnos la realidad, y todos fingiremos que todo nos parece lógico. Que recurramos, para entender lo natural, a ese minotauro hermoso y extraño, algo delirante, algo terrorífico. 

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