Nadie lo quiso ver. O nadie estaba interesado en verlo. O nadie tuvo la inteligencia política y el coraje cívico para verlo. Pero tampoco era tan difícil vaticinar que, agotadas las camisetas y los globitos, el separatismo iba a mostrarse con su cara más feroz. Porque la exconvergencia siempre fue un partido de extrema derecha, que consideró todo lo que no fuera su Cataluña poco menos que un estercolero y al español por debajo del catalán. Pujol ya hablaba en la década de los sesenta del andaluz como un hombre desestructurado. Probó todos los sistemas a ver de qué mejor manera disimulaba su autocracia. Transitó a lo largo de los años del modelo federal de la Yugoeslavia de Tito a la socialdemocracia europea -véase su prólogo al libro que recoge la correspondencia entre Kreisky, Brandt y Palme- recalando en pensadores de tinte conservador como Adenauer. El envoltorio siempre fue lo de menos, porque aquel partido que no era tal -a Pujol le gustaba considerarlo como un "movimiento"- lo único que albergó desde siempre fue un odio cerval a España por razones racistas, culturales y, especialmente, porque si algo odiaba Pujol y odia el separatismo es el concepto de igualdad. Que una persona tenga los mismos derechos nazca donde nazca y hable lo que hable les supera. Solo los buenos catalanes son dignos de detentar derechos. Los que no lo sean, que se mueran de cara a la pared. Ese es el origen del España nos roba. Como se atreven esos piojosos españoles a quitarnos lo que hemos ganado.
Que en los sucesos de Canet se haya puesto de actualidad no deja de ser una burla trágica hacia quienes vienen padeciendo la dictadura nacionalista hace décadas
Nada de esto es nuevo ni puede sorprender a nadie. Que en los sucesos de Canet se haya puesto de actualidad no deja de ser una burla trágica hacia quienes vienen padeciendo la dictadura nacionalista hace décadas. Que en la exconvergencia sonreían complacientemente con Terra Lliure, que siempre se la ha vitoreado, que jamás se ha reprobado su actuación son cosas que no hay ni que discutirlas. El mismo Torra se abrazaba con dirigentes de dicha malhadada organización. Junts se nutre de este poso racista, violento y anclado en la idea del terrateniente catalán carlista que considera tener derecho de pernada sobre sus aparceros. Todos los intentos del nacionalismo catalán para incardinarse en la política española no han sido más que intentos de conseguir una patente de corso para hacer lo que les viniera en gana con sus propios paisanos. Porque la primera víctima de esta gente somos los catalanes, tanto los que están de acuerdo con ellos como los que no lo estamos. Me dan lástima quienes se los creen. Han sido tantas veces engañados, manipulados, pastoreados y utilizados como carne de cañón que solo les queda un último estadio: que obliguen a sus hijos a pasar a la violencia. Mientras les sea rentable mantenerlos en despachos oficiales no pasará. Pero si alguna vez cambia este impasse que vive el separatismo con el estado, no duden que de las barricadas de Urquinaona o la invasión del Prat pasaremos a la violencia terrorista en su grado más crudo, el del tiro en la nuca. Tampoco estamos muy lejos. ¿Qué se creen que preparaban los trece presuntos miembros del Equipo de Respuesta Táctica de los CDR que pretendían ocupar el parlamento catalán, acusados de tenencia, depósito y fabricación de sustancias y aparatos explosivos?
Nadie lo quiso ver. Tanto, que uno de esos imputados es hijo de quien fue jefe de seguridad del PSC. No, lo de Canet ni es nuevo ni será lo último ni lo más agresivo que veremos. Los que queramos verlo, claro, porque para la mayoría de medios del régimen esto no está pasando. Que se lo digan al pobre chiquillo de la escuela El turó del Drac o a su familia. Y que luego vaya Gabilondo, el buenismo hecho defensor del pueblo, a explicarles que no tiene suficientes datos.