La campaña electoral ha resultado, en cierto modo, muy larga y muy corta. Muy larga porque hace ya tiempo que vivimos instalados en una campaña permanente, en la que no hay la separación de otro tiempo entre política parlamentaria y electoral. Y muy corta porque se ha solapado con la Semana Santa y porque, como se ha dicho, hasta los dos debates fue poco más que un anecdotario de declaraciones y errores.
Un ecosistema político tan complejo como el actual resulta mucho menos previsible que el de los tiempos del bipartidismo. La distancia entre el éxito y el fracaso se ha acortado dramáticamente. En los últimos doce meses, tres partidos -PP, Ciudadanos y PSOE -han liderado las encuestas. No hace tanto que el “sorpasso” de Podemos a los socialistas parecía casi seguro. Vox apenas estaba en el radar hasta finales del año pasado.
Un ecosistema político tan complejo como el actual resulta mucho menos previsible. La distancia entre el éxito y el fracaso se ha acortado dramáticamente
No olvidemos nunca que la valoración final no dependerá tanto de los resultados obtenidos como de las expectativas creadas. En función de ellas se valorará a los partidos y a sus líderes.
PP
La expectativa de Pablo Casado no es ganar a Pedro Sánchez esta noche, sino ser el líder de la coalición que le expulse del poder. Alcanzar la Moncloa supondría para Pablo Casado la consolidación definitiva e irrevocable de su liderazgo al frente del PP, incluso aunque obtuviera el peor resultado en escaños de las dos últimas décadas, algo que podría ocurrir.
Casado ha recuperado en esta campaña un discurso más nítido para el votante conservador y ha aportado un dinamismo indudable. También ha cometido errores llamativos y le han surgido problemas inesperados. Sólo llegar a la Presidencia evitará que vuelva a revolotear el fantasma de la gaviota popular, pero tal vez salve los muebles si, al menos, logra mantener el liderazgo en el centro-derecha. Si el PP es superado por Ciudadanos o por Vox, estaremos ante un fracaso sin paliativos y una crisis más que previsible.
PSOE
El objetivo de Pedro Sánchez no es otro, por supuesto, que mantener la Presidencia que alcanzó con la moción de censura que le sirvió de “cemento político” para solidificar su hasta entonces cuestionado liderazgo. Para ello trata de captar los votos que pierda su socio Podemos por sus muchas quebraduras. Sánchez también disputa sufragios clave con la derecha dentro del sector sociológico más templado. Desde que se convocaron las elecciones, el PSOE ha ido en ascenso, lo cual ha aumentado las expectativas con el consiguiente riesgo de no alcanzarlas. Todo un reto para el candidato socialista, cuya caída podría ser tan ruidosa y espectacular como lo fue su triunfo.
Unidas Podemos
Pablo Iglesias perdió los cielos pero está determinado a mantener hoy su suelo y a ese objetivo ha dedicado todos sus esfuerzos. Las fisuras, dimisiones, escisiones y, seguramente las decepciones personales, han marcado los últimos meses de los morados. Digeridos los disgustos, la única expectativa de Iglesias es tocar poder nacional de la mano de Sánchez y demostrar a su electorado que no se podía todo, pero sí se puede algo. No deja de resultar paradójico que el líder de Unidas Podemos necesite con tanta urgencia la moqueta ministerial para cohesionar un movimiento popular que nació casi en las fronteras del sistema. A diferencia de 2016, las expectativas están bajas para UP.
Ciudadanos
De todos los candidatos, Albert Rivera es el que ha creado expectativas más altas en relación con la posición que ocupa ahora. Desde el primer momento en que se habló de elecciones ha evitado cualquier titubeo y se ha jugado vidas y haciendas a la única carta de la victoria sobre el PP, aunque sea por un solo voto, para ser él quien dirija el movimiento de liberación nacional contra Pedro Sánchez. El líder naranja no ha escatimado esfuerzos para disipar cualquier sospecha sobre la sinceridad de su rechazo a Sánchez. El último de estos esfuerzos lo vimos en los debates donde, como Hernán Cortés, quemó no ya las naves sino el más pequeño esquife que pudiera quedar a flote para poder acercarse al PSOE. Ciudadanos tiene la urgencia de resultar relevante a escala nacional. Por bueno que sea su resultado, si sigue en la oposición y sus escaños no logran condicionar las políticas de la próxima legislatura el votante podría empezar a verlo como un partido poco útil y a su líder como alguien que dejó pasar demasiadas oportunidades.
Vox
La corriente de atrevimiento y descaro que en su momento elevó a Podemos ha cambiado de bando y hoy es Abascal el beneficiario de las multitudes enfervorizadas y de las redes sociales incendiadas. Vox es la muestra de lo que les pasa a los grandes partidos cuando pierden y se encuentran a la intemperie, pero sin el cálido abrigo ideológico que olvidaron en el perchero del poder. Le pasó al PSOE con Podemos y hoy es el PP quien sufre la deserción entre indignada y entusiasta de un número que se antoja grande de antiguos votantes. Esta noche sabremos cuántos. De momento la expectativa de Vox es más modesta, más alcanzable y más cómoda que la de los demás: levantar la voz de la España de la tradición rojigualda y que se les escuche. Muy distinto será gestionar el resultado desde las instituciones.
Mucha incertidumbre para esta noche en que las grandes expectativas vienen acompañadas del peligro de estruendosos fracasos. Quedan pocas horas para que conozcamos cómo queda el tablero, las opciones están todas abiertas y entre ellas también está la del bloqueo parlamentario, que sería -ese sí -el fracaso de todos.