Hace unos cuantos años subía por la calle Génova de Madrid y me encontré con Javier Arenas e Isidro Cuberos, el añorado director de comunicación del político andaluz. Días atrás me había interesado por un diputado del PP metido en líos y volví a preguntar por él y Arenas, que tendía a la sobreactuación pero no a la tontería, me respondió:
- Va a dimitir, pero él no lo sabe.
Y así terminó ocurriendo. Traigo la ocurrencia de Arenas porque la volví a recordar al terminar de leer la inefable entrevista que El Mundo acaba de hacerle a Pablo Casado. Quiere la casualidad que en el momento de escribir esto esté escuchando la tertulia de Juan Pablo Colmenarejo en Onda Madrid, y que uno de sus contertulios, Javier Casqueiro, la acabe de calificar de “entrevista de chichi y nabo”. Y no precisamente por el medio, sino por la cantidad de sandeces que dice un político que en estos momentos no debería fiarse ni de su sombra.
Si pierde Madrid, Ayuntamiento y Comunidad -lo que puede ocurrir- y queda tocado en Murcia, La Rioja y Castilla y León, adiós muy buenas
Es sorprendente que Casado mantenga textualmente que la campaña de las generales fue un acierto y no se muevan los cimientos de la sede de Génova. Lo peor es no querer saber lo que le sucedió el día 28 del mes pasado. Lo peor es creer que sus enemigos son Ciudadanos y Vox, cuando su “votancia” sabe perfectamente que el enemigo del PP, al menos del PP de hace unos meses, se llamaba y llama PSOE, o como se dice ahora, el “sanchismo”.
Se lo explicaba bien este domingo Alberto Núñez Feijóo: “Podemos no va a sustituir al PSOE ni Ciudadanos al PP”. Nada, predicar en el desierto. El desenfoque del joven presidente del PP actualiza a día de hoy la premonición de Arenas: si los resultados son los que están anunciando las encuestas Casado dimitirá, aunque él todavía no lo sepa. Si pierde Madrid, Ayuntamiento y Comunidad -lo que puede ocurrir-, y queda tocado en Murcia, La Rioja y Castilla y León, adiós muy buenas.
Suele ampararse Casado en que otros líderes precisaron de varias derrotas para ganar ignorando que no siempre fue así. Zapatero las ganó a la primera. El problema es que la fortísima derrota de las generales lo deja tocado, y si esa misma derrota se repite dentro de doce días su situación se antoja imposible al frente de un PP que ha de ir directo a congreso extraordinario o a una gestora que empiece por cambiar el nombre al partido. Nadie es tan torpe y poco audaz de pedir responsabilidades por las derrota de las generales en plena campaña de municipales y autonómicas, pero el día 27 los cuchillos estarán afiliados, empezando por Núñez Feijóo, que no se esconde. El afilador acaba de cruzar Colón.
Nadie es tan torpe de pedir responsabilidades en plena campaña, pero el día 27 todos los cuchillos se habrán afilado, empezando por los de Núñez Feijóo
Casado heredó un partido canalla que apestaba incluso a quienes lo han votado siempre, pero él es el responsable de marcar la estrategia del partido, y de llenar las listas a base de toreros, periodistas, gentes sin experiencia; él es el responsable de poner a Dolors Montserrat al frente de la lista de Europa -mis respetos señor González Pons-; él, de una renovación en las candidatura del 80%; él de fichar a candidatos extraños en las provincias cuando no disparatados, como el caso de Juan José Cortés, el gran fichaje de la prisión preventiva ninguneado por los votantes populares de Huelva, como es natural, lo conocen bien.
Casado cree que pase lo que pase su proyecto es a largo plazo y que tiene cuatro años. Ande señor Casado, coja el teléfono, y que se lo explique Javier Arenas, que aunque está para sopitas de esto sabe más que toda la cúpula junta del actual PP. Igual está a tiempo de salvar los muebles. Al menos los suyos.
Antes de acabar
Pedro Sánchez ha mostrado dolor y afectación por la muerte de Pérez Rubalcaba. Sólo él sabe lo que siente ante la muerte del histórico socialista. Dicho esto, preguntémonos dónde están en este momento los íntimos de Rubalcaba: Elena Valencia, Eduardo Madina, Soraya Rodríguez, Antonio Hernando u Óscar López (este último en “la alta política” dirigiendo Paradores). Sánchez no hablaba con Rubalcaba y cuando lo hizo fue para que este le dijera no a ser candidato a la alcaldía de Madrid.
Sánchez sabe, porque lo sabe, que sus escarceos y aventuras con Podemos, independentistas, nacionalistas, Bildu y otras marcas hicieron que Rubalcaba acuñara el experimento con la expresión de “gobierno Frankenstein”. Sólo Sánchez sabe lo que hay dentro de él. Pero algo no termina de encajar.