El jesuitismo de Oriol Junqueras solo podría ser comparado con el de Pujol. Por cierto, les recomiendo de este último el libro Entre el dolor i l’esperança recién aparecido en el que el capo se explaya. Daré mayor información en los próximos días. Decía que ambos, el ex presidente y Junqueras, tienen la misma capacidad para el cinismo. Nunca tienen la culpa de nada, la responsabilidad siempre recae sobre los demás y, por descontado, España es el principal problema de los catalanes que, sin ella, viviríamos como marajás. Recuerden aquella campaña de Esquerra: helado todos los días de postre. La puerilidad es más fácil de tragar por la masa, de suyo estulta y más la nacional separatista, que la complejidad del razonamiento. De ahí que los que conocemos el paño no nos creamos ni un ápice ese aire de mosén de pueblo que exhibe el individuo en cuestión, poniendo caritas de mártir y asegurando que está por el diálogo y tal con vocecita meliflua.
Traducido en román paladino, para este hombre el diálogo significa poner en la calle a todos los que quisieron robarnos la libertad a los catalanes, que malversaron para hacerlo, que no se arrepienten de nada, que han arruinado la autonomía de todas las formas posibles, que han roto en mil pedazos la convivencia y el orden, que se jactan de que lo volverán a hacer y que no han desmentido, que yo sepa, que Otegui y su banda son personas de paz. Eso, entre muchas otras cosas. Añadan a eso que hay que hacer un referéndum de autodeterminación sí o sí y ya tienen ustedes lo que Junqueras entiende por diálogo: que le den la razón y que lo poco que queda de estado desaparezca para siempre, vulnerando la ley y provocando que el gobierno de Sánchez prevarique. Una vez más, dicho sea todo de paso.
A ver si nos vamos enterando: el separatismo nunca ha pretendido dialogar, lo que han querido es tener impunidad para pasarse la ley por el arco del triunfo y, además, que les paguen la fiesta. Junqueras es un Pujol 2.0, un sectario que, con palabras más modosas que el chusquero de Puigdemont, persigue el mismo fin. A esta gente no se les satisface jamás porque lo quieren todo. Y Sánchez se lo va a dar, que nadie lo dude. Les va a dar todas las competencias que exijan, aunque sean anticonstitucionales, retirará a la Policía Nacional y a la Guardia Civil de territorio catalán, les otorgará el dinero que pidan y más – ya ven como irá el reparto de os fondos europeos de los que la mitrad se los lleva la generalidad – e incluso llegará a acordar un referéndum-consulta para que los separatistas queden bien. Lo escribí aquí mismo hace un año o dos. Se trata de la solución Tardá, puesto que la idea es del diputado republicano de este nombre.
Consulta no vinculante
Una consulta no vinculante, aunque desde el separatismo dirán que sí, en la que a través de tres preguntas se sondeará a los catalanes acerca del grado de satisfacción que tienen con la autonomía. La primera sería si ya les va bien como están las cosas, la segunda es si apostarían por un nuevo Estatut con mayores competencias y la tercera, obviamente, si estarían por la independencia bajo determinadas condiciones. Esto, grosso modo, porque luego hay que formularlas con esa ladina prosa legalista de los separatas, que enseñan solo la puntita no sea caso que haya que volver a la cárcel.
Todo eso lo vamos a ir viendo en los próximos meses, si Dios o unas elecciones generales no lo remedian. Junqueras lo sabe, y sabe también que su futuro político está ligado con el de Pedrete y que con un gobierno popular y de Vox, lo tendrá más crudo. Las encuestas coinciden en eso. Tras el pistoletazo de salida que supuso el triunfo de Ayuso en Madrid, no hay ni una sola de ellas que no dé mayoría absoluta al bloque constitucional de derechas.
Así que Junqueras está en disposición de darle a Sánchez su palabra y hasta el rosario de su madre. Eso sí, pidiéndole todo lo demás, que el reloj avanza y cada día que pasa es un día menos para que los sueños húmedos de esta panda se hundan en las arenas de la historia.