La palabra sahel proviene del árabe, lengua en la que designa costa, orilla, en alusión a una frontera. La frontera del Sahel se extiende al sur del desierto del Sahara y es un territorio de 5.400 km. de largo, de oeste a este, y de 500 km. de ancho, de norte a sur, que separa el África blanca, árabe y bereber del África negra.
El Sahel es la principal ruta de transporte por carretera entre el norte y el sur o entre el este y el oeste de África. Los dos principales desafíos para los países que bordean la frontera sur del desierto del Sahara, el Sahel, son la seguridad y el desarrollo económico. De hecho, los dos están directamente relacionados y el vínculo entre ambos es el comercio.
Para las organizaciones internacionales y regionales -especialmente, para la Unión Europea (UE)-, y para los gobiernos nacionales de la región, las transacciones comerciales más preocupantes que tienen lugar en el Sahel son los que involucran los llamados “tres comercios”: armas, drogas y personas.
Estos “tres comercios” tienen el mismo destino final: Europa. Durante los últimos años, el arraigo a lo largo y ancho del Sahel de grupos yihadistas terroristas armados se ha incrementado peligrosamente.
La presencia dominante en el Sahel de Al-Qaeda y de los grupos afiliados a esa red -que, finalmente, han convergido en la creación del movimiento Jamaat Nasr al-Islam wal Muslimin (JNIM)- ha dado paso, adicionalmente, desde la derrota del Califato del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak, a comienzos de 2019, al establecimiento de numerosos operativos del EI, que han buscado refugio en ese área debido a la inestabilidad, ausencia de gobernanza, territorio vasto y fronteras porosas que le caracterizan.
Una base logística
El Sahel -más concreta, aunque no exclusivamente, Mauritania- se ha convertido en los últimos años en una base logística intermedia desde la que los traficantes de cocaína latinoamericanos se dirigen al mercado europeo en la confianza de que este cambio de rutas y de rutinas facilitará la elusión de la vigilancia por parte de las autoridades aduaneras y las fuerzas de seguridad europeas.
Los cárteles de narcotraficantes latinoamericanos y los grupos yihadistas locales son socios perfectos para el crimen: los primeros entregan su mercancía a los segundos, que asumen la responsabilidad de proteger y transportar dichos cargamentos a Europa.
Por último, la presión migratoria que sufren actualmente los países europeos tiene su origen fundamental no tanto en los países ribereños del Magreb Mediterráneo, que, también, sino, en los países al sur del desierto del Sahara.
Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania y Níger- están deslizándose progresiva e inquietantemente desde su condición actual de Estados Frágiles a la de Estados Fallidos
El Sahel se está acercando peligrosamente a un punto de desequilibrio que podría tener consecuencias muy graves para la UE, en particular, y para todo el continente europeo, en general, por dos razones.
En primer lugar, la mayoría de los países que se encuentran en el Sahel -Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania y Níger- están deslizándose progresiva e inquietantemente desde su condición actual de Estados Frágiles a la de Estados Fallidos. Además, los países del Sahel parecen estar entrando en una nueva era de golpes de estado y de militarización de sus sistemas políticos nacionales.
De hecho, en los años más recientes, Níger, Chad o Mali han vivido golpes de estado ejecutados por sus fuerzas armadas -de hecho, en alguno de estos países, han llegado a tener dos golpes en un mismo año, como ha sido el caso de Mali, entre agosto de 2020 y marzo de 2021.
Parece que el golpe de estado militar como opción para provocar cambios políticos está en expansión en la región. Los síntomas del fenómeno que caracteriza a los Estados Fallidos son cada vez más reconocibles en las naciones del Sahel. La seguridad nacional y el monopolio del uso de la fuerza por los estados está siendo alarmantemente cuestionada por sectores cada vez más numerosos de la población de esos cinco países.
Sus habitantes no son capaces de ver el beneficio material que dicha seguridad les provee o bien no están acostumbrados o no tienen la experiencia de ser ciudadanos de organizaciones estatales estructuradas o jerarquizadas.
De ahí que los servicios de seguridad que prestan formalmente los cuerpos de seguridad estatales no son considerados, por amplios segmentos de la ciudadanía, como servicios universales, es decir, para todos, en igualdad de condiciones, sino, más bien, al servicio de grupos determinados.
Por ello, la función de seguridad está siendo crecientemente externalizada a grupos militares privados lo cual acentúa las tensiones tradicionales entre los innumerables grupos étnicos que habitan en los países del Sahel. En definitiva, la consecuencia de todo ello es que los Estados están en retroceso en el Sahel. Adicionalmente, la gobernanza en los países del Sahel se está deteriorando aceleradamente.
Las instituciones del Estado, en general, no parecen estar funcionando adecuadamente. Las elecciones, cuando se celebran, tienen índices de participación bajísimos.
El negocio del narcotráfico
La corrupción corroe a los Estados y, por ende, al conjunto de las sociedades de los países del Sahel. El resultado de todas estas tendencias, que están ocurriendo simultáneamente, es que el gran espacio geográfico que es el Sahel se está quedando desprotegido por la ausencia de autoridad de los actuales estados existentes.
Ese vacío político e institucional está siendo ocupado por grupos armados terroristas islámicos, por las cadenas de suministro del negocio del narcotráfico de origen latinoamericano y por las mafias del tráfico de personas que empujan a la migración de la población hacia el norte, hacia el imaginado paraíso europeo. Los esfuerzos y la inversión de la comunidad internacional para reforzar la seguridad y la institucionalidad de los países del Sahel y, con ello, para evitar este estado de cosas han sido inmensos durante la última década.
Francia ha jugado un papel de liderazgo por razones ligadas a la historia de la presencia francesa en esa parte del continente africano
Así fue con la creación del G5 -incluyendo a los cinco países del Sahel mencionados más arriba- en 2014; con el lanzamiento -después de que el Consejo de la UE aprobara, en junio de 2011, “La Estrategia de la Unión Europea para el Sahel”- de las Misiones de Construcción de Capacidades de la UE -EUCAP, por sus siglas en inglés- y de las Misiones de Entrenamiento de la UE -EUTM, por sus siglas en inglés- en 2012; con el despliegue, por parte de Naciones Unidas (UN, por sus siglas en inglés), de MINUSMA en 2013; y, por último, con la activación de la Operación Barkhane, misión de carácter militar anti insurgente y dirigida contra los grupos islámicos terroristas, en 2014.
En todas estas iniciativas, tanto las de la UE como la de UN, Francia ha jugado un papel de liderazgo por razones ligadas a la historia de la presencia francesa en esa parte del continente africano.
No en balde, Francia tiene desplegados, en la actualidad, más de 5.000 soldados en el Sahel, sus operaciones en el Sahel han sido siempre seguidas por intervenciones de la comunidad internacional o de la UE y su rol fue decisivo en la aprobación de las cuatro resoluciones del Consejo de Seguridad de UN sobre el Sahel, desde la de 21 de junio de 2017 hasta la de 29 de junio de 2020.
Sin embargo, la extensión de síntomas de Estados Fallidos en los países del Sahel, descritos más arriba, van a provocar, más pronto que tarde, reajustes importantes en la estrategia de la comunidad internacional y de la UE hacia aquella región.
El presidente Macron ha amenazado con extraer sus tropas de la zona. Berlín muestra signos de desafección con la estrategia de la UE hacia el Sahel. El proceso de reflexión interno sobre el futuro de la relación de la UE con la región se ha extendido dentro de las capitales de las principales naciones de la UE.
Ninguna opción se descarta en la UE por el momento: continuar como hasta ahora, reajustar la estrategia actual o, incluso, desengancharse completamente son las alternativas sometidas a evaluación.
Mientras, el mundo experimenta la globalización y la cooperación aceleradas de los modelos de negocio del crimen y del terror, del narcotráfico y del yihadismo.
En el Sahel confluyen las amenazas y los riesgos derivados de la migración y del tráfico de personas, del islamismo radical y de las rutas logísticas de los narcotraficantes.
La eventual implosión de la muralla de protección y de seguridad que el Sahel representa hoy para Europa podría provocar un efecto mariposa, cuyas consecuencias afectarían no sólo a la seguridad, sino, sobre todo, a la política del continente europeo.