“A propósito de Henry” cuenta la historia de un abogado de éxito, interpretado por Harrison Ford, que recibe dos disparos una noche en la que acudía a comprar tabaco. Una de las balas le impactó en el cráneo. Otra, en una arteria cerca del corazón donde pudo afectar al flujo sanguíneo del cerebro, lo que le provocó daños cerebrales. La película cuenta la historia de superación de Henry y cómo éste transita hacia una nueva persona.
En una escena de la película, el Doctor Sultan cuenta a su mujer, Sarah, interpretada por Annette Bening, que Henry ha pasado tres meses en coma, y que ha sufrido daños por ello, además de los propios de los balazos. La recuperación, le cuenta, podrá ser en tres meses, o en tres años. Puede recuperar el habla con rapidez, pero posiblemente no la memoria. Es posible que ande o no. No lo sabe. Solo espera que la recuperación ocurra cuanto antes y que sea lo más completa posible.
Aún es pronto para adivinar, si quiera, en qué nos transformaremos, porque en parte depende de la evolución de la pandemia, así como del éxito que de las políticas aplicadas se derive
Creo que la similitud es obvia. El virus se ha llevado por delante parte de la actividad que definía nuestra economía. Todo ha pasado rápido, en pocas semanas. Como dos disparos. Sin embargo, y a pesar de la rápida recuperación de parte de los sectores de nuestra economía, ya no nos cabe duda alguna de que habrá actividades que tardarán más en poder alcanzar los niveles de actividad previos al estado de alarma. Incluso podemos hablar de años. Y posiblemente nunca volveremos a ser lo que fuimos antes del fin de semana del 13 de marzo. Aún es pronto para adivinar, si quiera, en qué nos transformaremos, porque en parte depende de la evolución de la pandemia, así como del éxito que de las políticas aplicadas se derive. Fondos europeos incluidos.
Desde el mismo instante del inicio de la crisis, muchos auguraban una recuperación rápida. La comparábamos con la Gran Recesión y era (es) obvio pensar que no nos enfrentábamos a lo mismo. Sería una crisis cuyas principales fases transcurrirían en pocos trimestres; dos o tres, a lo sumo. De hecho, pudimos comprobar ya en junio y julio que la recuperación estaba siendo casi inmediata en no pocas actividades. Muchos comercios cerraron por el simple hecho de que, o bien se vieron obligados normativamente o bien, simplemente, teníamos limitada nuestra movilidad. Sin embargo, muchos de ellos tuvieron la oportunidad de volver a la actividad el mismo día que se levantaron las restricciones que se lo impedían. Las industrias hicieron lo propio, y al cabo de no mucho tiempo gran parte de la misma alcazaba niveles de actividad similares a los de febrero. Salvo la industria de bienes de equipo y la de bienes intermedios, el resto, consumo duradero y no duradero, así como la de energía, producían en julio más que en febrero.
Pero no solo la industria. Excepcional fue, por ejemplo, el rebote de algunas actividades que, de alguna manera, recibieron en los primeros días de la desescalada parte de la demanda embalsada que no pudo realizarse durante las semanas de confinamiento, como es el caso de aquellos dedicados al cuidado personal o, quizás más llamativo, la matriculación de vehículos. Muchas actividades, pues, experimentaron lo que podríamos llamar un rebote de actividad. Una salida en V. En tan solo dos meses parecían dejar atrás lo peor del confinamiento.
Sin embargo, otras actividades no parecieron seguir el mismo camino. Por ejemplo, la caída de la hostelería está lejos de compensarse, dada la baja afluencia de turistas; aun hoy importante. Otras actividades simplemente necesitan de una mejora en la confianza de los consumidores, de las personas, que después de seis meses aún no la terminan de encontrar. Por último, aunque el consumo ha recuperado buena parte de la caída, aún no ha terminado de cerrar la brecha abierta en el confinamiento para ciertos bienes y servicios. No cabe duda de que la incertidumbre, o el mero hecho del aumento del desempleo, elevan la precaución de las familias, se haya o no resentido su economía (ver informe del BdE página 79).
Un lastre fatal
Así pues, no cabe duda de que la recuperación va por barrios, y que esta diferencia se mantendrá durante el tiempo que no dejemos atrás la pandemia. Esto, desde luego, certifica que no sea posible hablar de una recesión en V (algo que, por cierto, no suele ser habitual), y que ya empecemos a hablar de salida en K, con sectores retornando rápidamente a la producción previa a la crisis y otros hundiéndose en el fango.
Pero cuidado con los sectores que no terminan de recuperarse, ya que pueden convertirse en un lastre para el resto de la economía. Y es que las recesiones tienen la costumbre de instalarse rápido en nuestros salones, pero suelen tardar en abandonarlos. Muchas veces estas se prolongan dada la existencia de histéresis, haciendo que las salidas de las crisis sean más lentas que las entradas. Pero en este caso, porque esta se puede ver reforzada por la existencia de sectores incapaces de recuperarse en el corto plazo. El peor escenario para estas actividades es que su recuperación se postergue durante muchos trimestres, demasiados, y terminen por contagiar a aquellos sectores que en principio sí han podido recuperarse.
Inversión en el capital humano
Es por ello por lo que es ahora más necesaria que nunca una revisión de las políticas económicas aplicadas. Entre marzo y agosto se aplicaron medidas de contención para minimizar los costes de la parada y facilitar el relanzamiento de la actividad. Parcialmente logrado, ahora toca discriminar. Por ejemplo, las políticas de empleo aplicadas hasta la fecha, y que han sido útiles, deben refinarse, sectorializando los beneficios de los ERTEs en aquellas actividades que sabemos que no tardarán en volver a la normalidad una vez desaparezca la amenaza del virus. Hay que potenciar, en estos casos, la inversión en capital humano para aquellos trabajadores que muy posiblemente no volverán a sus antiguos empleos, al menos en mucho tiempo. Habrá que revisar la política de avales y modificar la normativa que acompaña a las quiebras. Tenemos que empezar a entender que la salida asimétrica exigirá de una actuación asimétrica si no queremos que la actividad de los diferentes sectores productivos se iguale a la baja.
Como el fisioterapeuta de Henry, debemos trabajar todos los frentes para recuperar a nuestra economía del coma sufrido en los meses de primavera. Pero en cada momento de la recuperación los ejercicios deben amoldarse a la rapidez en la que esta se produzca. Y, desde luego, concentrarnos donde la debilidad sea mayor.