Ni los independentistas, ni Ciudadanos, ni el PP -que ya ha anunciado que recurrirá al Supremo- o Vox están contentos con el anuncio de iniciar el proceso para indultar a los políticos catalanes presos, privados de libertad desde hace tres años. Los primeros, porque no quieren indulto y pretenden hacer borrón y cuenta nueva mediante amnistía en la que no han de asumir culpas. Dicen no tener nada por lo que pedir perdón, como si nada hubieran hecho. Los demás, porque quieren que la ley y la Justicia siga persiguiendo la 'causa catalana' por mucho que no sean los tribunales los que deban arreglar el fracaso político en mayúsculas de unos y de otros.
Entramos en un otoño que no es que esté caliente, es que está en llamas, en plena no sé si segunda -como nos quieren vender- o única ola de pandemia, frente a una crisis económica y sanitaria sin precedentes, histórica. Ha de sumarse a ello una coyuntura política en Catalunya enquistada desde hace una década y agravada desde hace tres años en la que ni unos deberían haberse saltado la legalidad vigente ni otros aplicar una mano dura, con el 155 y las cargas policiales del 1-O, que no ha servido para nada más que para tensionar, más si cabe, la situación.
El ministro de Justicia ha anunciado lo de los indultos como quien no quiere la cosa, sin darle trascendencia y sin estar Sánchez presente en la sesión de control
Ante tal escenario y con la que está cayendo, en los hospitales, residencias de ancianos y en la calle, resulta imposible no quedarnos perplejos. El ministro de Justicia ha anunciado lo de los indultos como quien no quiere la cosa, sin darle trascendencia y sin estar Sánchez presente en la sesión de control. Todo calculado, puro simbolismo político, ante la atónita mirada de la líder en Madrid de Junts, Laura Borrás. En política nada es casual, nada se deja al azar y una imagen, aunque sea nefasta y cargante como la de las banderas con Sánchez y Ayuso al frente, está estudiada al milímetro. A Sánchez le interesa desencallar la situación catalana, no por los catalanes, no, sí por los presupuestos.
Los catalanes, además de la incertidumbre laboral, de salud y de la vida cotidiana que nos genera la covid, tenemos a un presidente que en siete días se ha sentado en un banquillo frente a un juez, tanto en Madrid como en Barcelona, por desobediencia, por servir únicamente a al sector independentista de la población, y que no le tiembla el pulso en decir que volvería a desobedecer por la causa, por lo de ir de mártir, más aún que los de sus propias filas. Si algo tiene Torra es haber defendido a capa y espada la causa independentista catalana, como les comentaba la semana pasada. No hace falta repetirse. Pero, poco le queda y no lo decidirán los ciudadanos, ni Puigdemont desde Waterloo a no ser que se apure un poco, sino desgraciadamente -porque esta situación no honra a nadie, ni a los independentistas ni a los que no lo son- un juez.
Los independentistas van a todo o nada, algunos días actuando cual elefante entrando en una cacharrería, sin rumbo claro. Y como en general en política nada es casual, es obvio y de fácil deducción pensar que esto de los indultos, que va a tardar unos meses en tramitarse, es un intercambio de cromos para que Pedro Sánchez pueda contar con los apoyos necesarios para aprobar unos presupuestos que son, ante la doble crisis que tenemos económica y sanitaria, más indispensables que nunca.
Nos esperan días, o meses, inciertos en los que seguiremos viendo cómo la covid necesita más científicos y menos políticos al frente para solucionar una situación sanitaria, social y económica que se nos vuelve a ir de las manos. El virus nos sigue ganando la batalla y la mediocridad política también. Cuídense, con mascarilla siempre.