La Conferencia sobre el Futuro de Europa ha sido el mayor experimento de participación ciudadana a nivel europeo. Lanzado en la primavera de 2021, durante un año ha movilizado a más de 700.000 personas mediante una plataforma abierta on-line y paneles nacionales con el objetivo de facilitar que los ciudadanos europeos pudieran opinar y dar forma a las prioridades de la Unión Europea.
El pasado mes de mayo la Conferencia concluyó con la presentación de 49 propuestas desglosadas en más de 300 medidas concretas en nueve áreas temáticas relevantes para el diseño y funcionamiento de la Unión Europea y sus políticas públicas en áreas como la transformación digital, el cambio climático y medioambiente y la salud.
A pesar de su ambición, lo cierto es que durante este año la Conferencia apenas ha despertado interés. Los altos cargos de las instituciones europeas, los jefes de Estado y de Gobierno de los Estados miembros y otros líderes políticos no han mostrado un alto nivel de involucración; la plataforma digital multilingüe no ha desembocado en un amplio debate transnacional. Tampoco los medios tampoco han hecho una gran cobertura de los trabajos de la Conferencia. Como resultado, la Conferencia no ha generado debate en la opinión pública general.
Lo que sí ha sido sorprendente es la rápida reacción de varios estados miembros en relación a la reforma de los Tratados europeos. Apenas presentadas las conclusiones de la Conferencia, más de diez Estados miembros circulaban un non-paper rechazando la modificación de los textos fundacionales. En respuesta, otros Estados se mostraron a favor de una revisión de los mismos y, de hecho, el presidente francés Emmanuel Macron, en la ceremonia de clausura de la Conferencia, se pronunciaba de manera firme en estos mismos términos.
Sin embargo, el foco de las conclusiones de la Conferencia no prioriza las reformas de los Tratados. Según un análisis del Consejo, sólo 18 de las 320 medidas recogidas en el informe final de la Conferencia requerirían una reforma de los Tratados.
Los altos cargos de las instituciones europeas, los jefes de Estado y de Gobierno de los Estados miembros y otros líderes políticos no han mostrado un alto nivel de involucración
El debate sobre abrir o no los Tratados no es condición en absoluto necesaria para dar seguimiento a las conclusiones de la Conferencia y actuar sobre las más de 300 medidas que no requieren reformas institucionales de calado. Por otra parte, de estas 300 medidas, un número significativo de las propuestas ya está siendo abordado por las instituciones europeas.
Por ejemplo, en el ámbito del cambio climático y medioambiente los objetivos planteados por la Conferencia insisten en medidas en las que ya está trabajando la UE, como son el paquete Fit for 55, la Estrategia “De la Granja a la Mesa”, la nueva Política Agrícola Común para el periodo 2023-2027, los respectivos planes nacionales de recuperación y resiliencia en el marco del Instrumento Europeo de Recuperación o el Pacto Verde Europeo y las medidas que contempla como el paquete de Economía Circular que está pendiente de adopción.
Es cierto que el margen para que la Conferencia diera lugar a recomendaciones verdaderamente innovadoras y novedosas era limitado. Al fin y al cabo, este ejercicio de reflexión ha tenido lugar en medio de importantes crisis que han obligado a las instituciones europeas y los Estados miembros a adoptar medidas con marcado carácter ambicioso, que van por delante de las recomendaciones de la Conferencia, como son el instrumento Next Generation o el reciente REPowerEU (todo ello, por cierto, sin reformar los Tratados).
En este sentido, la Conferencia refuerza la dirección de políticas públicas clave que ya están siendo abordadas por las instituciones, aportando confianza tanto sobre lo acertado del diseño de estas estrategias como su más que previsible continuidad en el tiempo de cara a grandes inversiones privadas. Además, la Conferencia también presenta ideas más ambiciosas en algunos casos que, a la luz de los últimos acontecimientos, demuestran la necesidad de ser tenidas en cuenta. En este sentido, destacan sus llamamientos para reducir las dependencias energéticas y aumentar la autonomía estratégica europea en cuanto a las cadenas de valor.
Cuanto más cercanos estemos al funcionamiento de las instituciones europeas y los objetivos de las decisiones que hoy se toman, más preparados estaremos para resistir los crecientes retos y amenazas que enfrentamos
En conclusión, ¿ha tenido sentido la Conferencia sobre el Futuro de Europa? Como proceso, sin duda, al permitir a los ciudadanos involucrados en la misma participar en la estructuración de las prioridades europeas de futuro y reavivar la necesidad de profundizar la participación ciudadana transnacional en la toma de decisiones europeas.
Respecto a su contenido y recomendaciones, es muy importante que las instituciones europeas hagan suyo el contenido de la conclusiones de la Conferencia, dando señales claras de ello (como su inclusión en sus programas de trabajo). De lo contrario, la Conferencia perdería toda credibilidad y derivaría en decepción por parte de los ciudadanos que participaron en ella.
Pero hay razones aún más importantes que el propio proceso de la Conferencia para que las instituciones europeas dediquen mucha atención y recursos a la escucha ciudadana.
En los próximos meses la unidad de los ciudadanos europeos respecto a las políticas de la Unión Europea en materia energética o fiscal se pondrá a prueba. Así lo señaló Putin en su discurso en el SPIEF 2022 (Foro Económico Internacional de San Petersburgo). Con sus palabras anticipa descontento popular y auge del populismo en Europa en el corto plazo, poniendo de relieve las flaquezas que percibe en la UE.
En este contexto, el valor de la Conferencia sobre el Futuro de Europa cobra mayor sentido. Cuanto más cercanos estemos al funcionamiento de las instituciones europeas y los objetivos a medio y largo plazo de las decisiones que hoy se toman, más preparados estaremos para resistir los crecientes retos y amenazas que enfrentamos, no sólo ya a nuestro bienestar sino a nuestros valores democráticos.
Paloma Baena es Directora Senior de Next Generation EU en LLYC, exdirectiva en la OECD y BID y profesora adjunta del IE School of Global and Public Affairs.