Todo nacionalismo guarda en su seno el germen del fascismo. En el caso catalán, los paralelismos con el Tercer Reich, sin pretender banalizar aquel horror, cada vez son mayores.
Los separatistas catalanes son supremacistas y eso no tiene vuelta de hoja. Conciben el mundo y la historia solamente bajo su propia cosmovisión de las cosas. Mantienen una constante negación de la realidad, usan el enemigo exterior e interior como justificación, acusan de violencia a los demás y niegan la propia y son, en fin, dados a menospreciar la democracia, el parlamentarismo y la ley siempre que les interesa. Todo eso es profundamente antidemocrático, totalitario, fascista, en suma.
Mantengo que hace tiempo que disponen de sus propias SA, las secciones de asalto hitlerianas, en los CDR, que no dudan en emplear métodos de coacción contra los disidentes con actuaciones que van desde volcar estiércol ante juzgados o pintar lazos en los domicilios de jueces y políticos a la agresión física, como se vio no hace muchos días en Barcelona. Ahora, dando un paso más, Torra ha decidido crear su propia guardia pretoriana. Este es un hecho inusualmente inquietante en las democracias europeas, si es que lo que tenemos en Cataluña puede denominarse así. Torra creará en breve una unidad integrada por Mossos de confianza, a saber, separatistas, que llevará por nombre Área de Seguridad Institucional, AES. Ese grupo estará destinado únicamente a la protección del presidente de la Generalitat, siendo comandado por un policía de confianza, Marc Caparrós. Para ingresar, no hace falta superar oposición alguna, como sería lo lógico. Ni siquiera pasar una simple entrevista o tener un determinado currículum policial. Se entra por cooptación pura y dura. El carácter político es tan evidente que el vicepresidente Aragonés ha declinado utilizar dicho servicio.
En un régimen democrático, con la policía basta y sobra para dar protección a los cargos públicos, sin necesidad de recurrir a estos grupitos que nos llevan a épocas de triste recuerdo
Es decir, tras las SA, alguien podría pensar que se está creando el embrión, si más no, de una élite policial de carácter eminentemente político, ideológico, al servicio del líder – o los líderes, si Puigdemont acaba por disfrutar de este grupo – utilizando el mismo razonamiento que en la Alemania de los años treinta con las SS. Ante quienes se rasguen las vestiduras con la comparación habrá que señalarles que, en un régimen democrático, con la policía basta y sobra para dar protección a los cargos públicos, sin necesidad de recurrir a estos grupitos que nos llevan a épocas de triste recuerdo.
La Guardia Mora, la Guardia de Franco, el Batallón Presidencial de Pétain o, repetimos, las SS, se acomodan más al intento de colocar a tu alrededor a los uniformados que son afines a tu ideología. No estamos ante un detalle menor. Ni por la forma ni por el fondo. Nos consta que en el seno de la policía autonómica esta decisión ha caído como una bomba. “Es un escalón más en el desafío separatista al Estado” nos decía con preocupación uno de los actuales mandos de los Mossos.
Cada vez son más los paralelismos inquietantes entre esta Cataluña separatista y los regímenes fascistas de los años treinta. Por desgracia, los paralelismos también existen en el otro terreno, repleto de Chamberlains pactistas, cobardes, incapaces de plantarle cara a los totalitarios. Peor aún, Sánchez se sienta con Otegi y Bildu, en detrimento de hacerlo con las fuerzas constitucionalistas. Produce pánico pensar lo que puede salir de la join venture entre estos y las tropas de élite que pretenden crear en mi tierra.
Esto es lo que hay que decidir en las próximas elecciones, elegir entre totalitarios y demócratas. Nada más y nada menos.