Opinión

El Partido Popular vuelve a la oposición

Con el caso del niño Gabriel los periodistas hemos navegado por el filo de la navaja, pero la capilla ardiente fue utilizada con fines políticos

  • La bancada popular aplaude la presencia en el hemiciclo de Juan Carlos Quer, Juan José Cortés, padres de Diana Quer y Mari Luz Cortés respectivamente, y la presidenta de la Asociación Clara Campoamor, Blanca Estrella, durante el pleno del Congreso qu

Los programas de televisión que hasta ahora se dedicaban al entretenimiento, han vivido un gran momento con la muerte del pequeño Gabriel. No se han utilizado teatros, por no rememorar la vergüenza de Alcàsser, pero sí platós festivos. Se ha puesto la historia en manos de profesionales de otra cosa, mucho más lúdica, que han cambiado su rictus para intentar estar a la altura de una salvajada semejante, aun a sabiendas de que en unos días tendrán que volver al despelleje patrio. Seguro que lo podríamos haber hecho mejor (los medios de comunicación), pero nos cuesta mucho renunciar a la audiencia.

Los que nunca saben sustraerse a la audiencia son los políticos, y lo han vuelto a demostrar. La capilla ardiente fue tribuna utilizada con fines políticos. Mientras los periodistas navegamos por un filo de navaja, los políticos conservadores lo han vuelto a hacer y han utilizado las vísceras de los ciudadanos para afianzarse electoralmente. Llenar la tribuna del Congreso con familiares de víctimas de delitos especialmente violentos y vomitivos es, también, un poco vomitivo.

El escenario no es nuevo. Cuando Rajoy perdió las elecciones de 2004, se le quedó cara de pasmado y se fue de vacaciones, mientras que su gente preparaba lo que iba a ser la seña de identidad de su oposición: la teoría de la conspiración según la cual Rubalcaba y sus socialistas habían poco menos que puesto las bombas en los trenes. Para ello tiraron del dolor de las víctimas todo lo que fue necesario, aunque la realidad, incluida la judicial, convirtiera su teoría conspiranoica en una conspiración en sí misma.

Llenar la tribuna del Congreso con familiares de víctimas de delitos especialmente violentos y vomitivos también ha sido un poco vomitivo"

Sin réditos electorales por el 11-M, el Partido Popular se encontró con una segunda legislatura como oposición a Zapatero y tampoco se cortó un pelo. Sacó a la calle hasta a los curas contra el matrimonio gay (ya después alguno de sus dirigentes se casó con su novio), y desempolvó a las víctimas de ETA intentando hacer el aire irrespirable. Atentados con varias décadas de antigüedad se encontraron de vigente actualidad para hacer más difícil el camino del gobierno y, a la vez, más dolorosa la vida de esos familiares, a quienes ofrecían consuelo pero al final les dieron crispación. Tampoco esta estrategia les llevó a la Moncloa, porque si no llega a ser por la especial habilidad de Zapatero en comerse la crisis económica, Rajoy seguía en su casa.

Queda demostrado, pues, que determinada demagogia con las víctimas de delitos violentos no sirve electoralmente, aunque sí da para remover y enturbiar las aguas. Una estrategia que parece reservada a quien aguarda impaciente en las filas de la oposición pero que, en este país de emprendedores, es el Gobierno el que la maneja con mano experta. Dado que le cuesta mucho trabajo gobernar, el PP se ha vuelto a la oposición.

Y se me acaba el artículo sin profundizar en la prisión permanente revisable. Solo dejar una preocupación: cuando haya presos que se pasen toda la vida entre rejas, ¿cuánto tardarán en decirnos que es insoportable el gasto que nos ocasionan y que debemos explorar la pena de muerte, que es más barata? No me fío de quienes utilizan cadáveres de niños para contabilizar votos. Me da la impresión de que no conocen límites.

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