Opinión

Pedro 'Pilatos' Sánchez

Sánchez constató que vienen meses muy duros, pero en lugar de medidas nos trajo palabras. Frases huecas con las que camuflar un intento por pasarle la patata caliente a los dirigentes autonómicos

  • Pedro Sánchez, en Moncloa.

Si, como dijo Kant, la inteligencia de los individuos se mide por la cantidad de incertidumbres que son capaces de soportar, el coeficiente de los españoles debe copar los primeros puestos de todos los rankings. La resistencia que está demostrando la sociedad española ante los bandazos y la inseguridad que destilan nuestros gobernantes para hacer frente a la crisis sanitaria, económica y política es casi homérica. Pero aunque la capacidad de mantener la cabeza fría en situaciones complicadas es una virtud, siempre se corre el riesgo de que la templanza se torne en apatía. España está en ese tránsito.

A pesar de lo palmario del desastre, muchos ciudadanos han interiorizado esa burda falacia del falso dilema que pretende que renunciemos a la ley a cambio de unas migajas de salud. Exigen a los muñidores de la hecatombe que les salven. Pero nadie debe llevarse a engaño: el destrozo que nuestros políticos están causando al Estado de derecho no se está traduciendo en resultados efectivos en la lucha contra el virus. Más bien al contrario, estamos pagando toneladas de libertad por unos paquetes que esperábamos recibir llenos de bienestar pero que vienen rebosantes de inseguridad y de miseria.

Muchos ingenuos todavía esperaban una reacción por parte de Pedro Sánchez ante el espectáculo grotesco de las autonomías. Se han lanzado como pollo sin cabeza a ordenar confinamientos perimetrales y toques de queda inconstitucionales cuya eficacia para reducir la incidencia del coronavirus es más que discutible. Si a las puertas del puente de octubre decretó con urgencia un estado de alarma para Madrid con una situación menos delicada que la actual ¿cómo no va a adoptar medidas de similar contundencia ahora, con un panorama preocupante a nivel nacional? Pues Su Persona sí que compareció, pero no obró. Constató que vienen meses muy duros, pero en lugar de medidas nos trajo palabras. Frases huecas con las que intentó camuflar de forma obscena un intento por pasarle la patata caliente a los dirigentes autonómicos. Se lavó las manos como Poncio Pilatos: “Vosotros veréis” (Mateo 27:24).

A Ayuso le impusieron el mando único del Ministerio de Sanidad después de que se atreviese a contrariar al presidente del Gobierno acudiendo a los tribunales…Y ganando

Las medidas las adoptarán las CCAA y, si solicitan un estado de alarma, les será concedido, pero siempre delegando la gestión en el mandatario autonómico salvo si ésta es mujer, del PP, se llama Isabel y se apellida Ayuso. A ella le impusieron el mando único del Ministerio de Sanidad después de que se atreviese a contrariar al Presidente acudiendo a los tribunales…Y ganando. Porque la Comunidad de Madrid es el oscuro objeto de deseo de Pedro, que lleva mal no conseguir aquello que quiere.

Muchos se preguntarán a qué viene este rechazo repentino de Sánchez por el estado de alarma, cuando parecía tan cómodo prolongando hasta finales de junio el declarado en marzo (y porque el Congreso no le permitió prorrogarlo más). La respuesta la encuentran ustedes en la necesidad y en el relato. La declaración de la alarma tras las manifestaciones feministas del 8-M era impepinable: los contagios se dispararon y las UCIS se abarrotaban. El caos y los muertos intentó disimularlos a base de propaganda y aplausos en los balcones, pero era sabedor de que llevaría colgado el sambenito de nefasto gestor de por vida. Por eso decidió que la 'desescalada', ese momento en el que los españoles recuperarían la libertad y acudirían en masa a los bares a desquitarse del confinamiento, no la iba a delegar en las CCAA. Había que negar la existencia de un 'plan B' al estado de alarma contra viento y marea. Él tenía que salir de todo aquello cual Cid Campeador, expulsando al virus de nuestras tierras, con sus dotes de mando único intactas. Así, hasta llegar al ansiado momento en el que poder cantar victoria: “¡Hemos derrotado al virus!” celebró mientras nos invitaba a gozar de las mieles de la vida al tiempo que planeaba su estancia en los palacetes del patrimonio nacional.

Dejar caer al Gobierno

Ahora ha llegado la segunda ola y sabe que no hay eslogan como el de “es que esto no se podía saber” tras el que poder refugiarse. Así que asumir responsabilidades por la gestión de la pandemia no está entre sus planes inmediatos, con la salvedad de Madrid. Ahí tienen la moción de censura contra Ayuso a punto de caramelo, más ahora que los de Santiago Abascal andan ofendidos con las formas del discurso de Pablo Casado en la moción de censura contra Sánchez.

No sé si el líder del PP calibró que esta escenificación en el Congreso para allanar el camino a los pactos de Estado con el PSOE que demanda a ambos partidos Europa, puede costarle el gobierno de la Comunidad de Madrid. Piensan en Génova que el coste electoral que tendría para Vox dejar caer a un Gobierno de derechas para que entre uno de izquierdas les pasaría demasiada factura. Pero ni Ángel Gabilondo causa el mismo rechazo en el centro derecha que producen Colau o Carmena, ni el candidato que tiene Sánchez en mente para Madrid es el susodicho. Al que postularían para desbancar a Isabel es precisamente a su vicepresidente Aguado. Y los verdes saben que el precio a pagar no sería demasiado alto. Pronto se verá.

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