Se le nota más que cómodo. Pedro Sánchez ha llegado al Olimpo y no piensa bajarse así como así de ese estado de gracia que envuelve a los neófitos en La Moncloa y que al poco andan casi levitando a ojos del resto de los políticos y no digamos del resto de los mortales; y sí, además, su principal adversario, el PP, anda fuera de juego mientras encuentra sucesor o sucesora a Mariano Rajoy, mejor que mejor.
Si hasta se paró este miércoles con los periodistas en un corrillo a sincerarse sobre que su perra, Turca, es la que más ha ganado (espacio) con la mudanza, que ésta ha sido más fácil porque ya no es período lectivo para sus hijas, y tuvo tiempo, incluso, para contarnos que el edificio tiene "problemas de eficiencia energética".
Diez minutos de conversación agradable antes de subirse al coche oficial de vuelta a su despacho, al final de los cuales todos intuimos que lo único que no le gusta es la imagen que están proyectando de él sus asesores, excesivamente kennediana (ora corriendo, ora con gafas de sol dentro de un avión, a lo Tom Cruise), para contraponerla a la de un Rajoy políticamente decrépito.
Como dice un viejo socialista, "la línea que separa hoy a los políticos de las celebridades en este mundo alérgico al compromiso y a las viejas ideologías es muy tenue"
No debería tener tanta prisa el líder socialista en consolidar una imagen presidencial si, como dice, pasarán dos años antes de que convoque elecciones en 2020. Corre el riesgo de que le pase lo de hace cuatro años: sufrió lo indecible entre los suyos porque se le ocurrió telefonear a Sálvame para entrar en directo y, a los pocos días, bajar haciendo rápel con el aventurero Jesús Calleja.
Photo oportunity, como dicen los estadounidenses, le van a sobrar; con Angela Merkel y Emmanuel Macron en Berlín, París y Bruselas, y en Madrid con Barack Obama que en los próximos días tiene previsto venir a España y el de La Moncloa no va a desaprovechar la ocasión.
Esa son las imágenes que de verdad impresionan a los gobernados porque, como dice un veterano socialista, "la línea que separa hoy a los políticos de las celebridades en este mundo alérgico al compromiso y a las viejas ideologías es muy tenue".