No me lo puedo creer, la verdad. No me cabe en la cabeza realmente que los separatistas catalanes que aparecieron en ese lugar estratégico detrás de Rajoy y el Rey el sábado por la tarde no pudieron callarse y guardar las banderas durante una hora. Ni para los muertos. Ni contra el terrorismo. Ni con el mundo mirando y con todos los turistas que habían muerto o quienes los asesinos habían dejado heridos. ¿Dónde estaba la decencia? ¿Dónde el recuerdo respetuoso de nuestra frágil y común existencia terrenal, amenazada por los viles yihadistas? ¿Por qué decidieron estropearlo para las decenas de miles de personas—la mayoría, supongo, catalanes—quienes sí habían acudido a la marcha sin banderas?
De las seis a las siete de la tarde el sábado no se iba a arreglar nada; ni Madrid invadiría La Diagonal con tanques, ni Puigdemont iba a declarar la independencia unilateral en toda la cara del Rey. Sesenta minutos era todo. Silencio, aplausos, velas, fotos para las portadas, caras tristes, un cierto sentido de compromiso común, de humanidad compartida, y a casa, o al chiringuito. No hacía falta más. Y a partir de las ocho, podemos seguir peleándonos todo lo que tú quieras. Como antes. Si no gustaba "español", pues "europeo" o "demócrata" o "ser humano".
Pero ni eso. Tenía que ser esteladas, y pancartas conspiranoicas, y silbidos y gritos y abucheos y rabia. Menudo espectáculo. Porque venía el Rey y había que aleccionarle. Y eso era más importante que las víctimas y sus seres queridos. Valoraron la protesta odiosa hacia lo español por encima de cualquier valor o sentimiento compartido. Actuaron, y reaccionaron, en ese sentido, hacia sus verdaderas creencias y valores. Hacia lo que ellos quieren. De manera egoísta.
Constatada la indecencia independentista y esa falta de valores compartidos, incluso para los muertos tras un atentado terrorista, opino que España y el Gobierno de Rajoy tienen un problemón más evidente que el que tenían hace 10 días. El país, parece, ha cambiado mucho desde los atentados del 11-M cuando hubo, si no recuerdo mal, concentraciones dolidas en todas las principales ciudades, Barcelona incluida. Sin banderas.
Hasta el momento, mi principal queja sobre el tema del independentismo catalán había sido algo eminentemente práctico: una falta de huevos, hablando claro. Años y años y años de retórica y debate y neolengua, y de manipulación mediática, y de enmarcar conceptos y de tergiversar la ley, y de políticos "astutos", pero no avanzaban más allá del Parlament, de TV3 y de la romería anual. Que si luego planes utópicos para hacerse con la Delta del Ebro o la red eléctrica o las bases militares porque sí, o entrevistas potentes con declaraciones sugerentes en medios internacionales. Pero todo era hablar por hablar, aproximadamente. Llegado el momento, sabían que el Estado español existía y que era muy real. No morderían ese anzuelo.
Pues bien, a nivel de pruebas vitales, a nivel de acontecimientos externos que obligan a una reacción, de los que no dejan tiempo para más formación o contemplación, el Estado Islámico ha llegado antes que el Estado español. 16 muertos, 100 heridos, terror y violencia en las calles de la capital catalana y un bonito pueblo costero. ¿Y cómo se ha reaccionado según los separatistas? De puta madre, parece. Leyendo y oyendo sus declaraciones, ya están preparados, ya se ven capaces, ya han actuado como esa república catalana independiente que tienen en sus cabezas. Puigdemont ya ha admitido al Financial Times y a El Nacional que tiene las 6.000 urnas compradas en algún sitio, pero que obviamente no va a dar detalles. ¿Por qué? Porque Maza ya advirtió en julio que si eso, malversación de fondos.
El domingo, el día después de la supuesta marcha "unitaria" por las víctimas, el editorial de VilaWeb se titulaba "No tenim por de res". Ya han tergiversado la frase de los atentados: el "no tengo miedo" a los terroristas (aunque mentira) ya se ha convertido en el "no tenemos miedo de nada", ni del Estado Islámico ni del Estado español. Fíjense en el matiz, en el giro sutil entre un concepto y otro. Y todo en 10 días.
Si antes todo era retórica, ahora ha habido un algo, un acontecimiento en el mundo real, y han barrido para casa. Por encima de los muertos. Han aprovechado un atentado terrorista para reforzar la posición separatista antes del nuevo referéndum porque demuestra, según ellos mismos, que ya están preparados y que no tienen miedo de nada. ¿Cómo va a reaccionar el Gobierno de Rajoy? ¿Cómo piensa defender a los españoles catalanes que no son secesionistas? ¿Qué solución tiene este problemón?