Cuando era un niño tuve en la escuela a un maestro que se llamaba don Eduardo Pinel Martínez. En realidad lo llamábamos don Eduardo, y no he olvidado su nombre porque de él recibí conocimientos básicos, pero contundentes, y cariño. Aquel maestro tenía la costumbre, tras encender la estufa de carbón que luego fue de gas, de empezar la clase con una consigna que escribía con delicada letra en el encerado, que así llamábamos antes a la pizarra. Después, y para ir practicando caligrafía, debíamos escribir la consigna unas cuantas decenas de veces, de tal forma que además de afinar la calidad de la letra nuestra memoria infantil iba almacenando frases que entonces no entendíamos y que hoy vuelven para, por ejemplo, escribir lo que amablemente leen. Y del recuerdo de aquellos días extraigo de mi memoria algo que don Eduardo escribió en la pizarra: “El insulto es el arma del ignorante para defender su incapacidad de dialogar”.
No sé de quién es, y acaso eso importe poco ahora. Pero ha llegado a mi memoria nada más decidir que iba a escribir sobre el paro de los taxistas. Como tantas cosas, generalizar tiene sus riesgos, el primero es caer en la injusticia de pensar que el insulto y la soflama a la que algunos taxistas nos han acostumbrado es lo común en el gremio. No. En Madrid hay más de 20.000 licencias, y en la Puerta del Sol de Madrid estuvieron 2.000. Luego se fueron al Palacio de los Deportes, donde algunos líderes del PP participaban en un acto. Antes recibieron con insultos al presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, al que llamaron de todo, y al que un taxista con cara de Fernando VII -Vivan las caenas-, le tildó de moderno: moderno que eres un moderno, le espetó. Sólo le faltó el muera la libertad y hubiera sido tal que exacto al rey felón. Y habla de libertad porque el taxi, cuando razona, nos explica que si desaparecen ellos vendrá un monopolio, el de las VTC, y lo dicen como si ellos no hubiera sido eso, un monopolio rígido y bien controlado durante decenios.
Si ellos desaparecen vendrá el monopolio de las VTC, y lo dicen como si ellos no hubiera sido eso, un monopolio rígido y bien controlado durante decenios
Tienen sus razones, desde luego, pero ninguna tiene valor si las adornan con la broca y el insulto. “Garrido esta noche mira debajo del coche; te va a votar tu puta madre; Madrid va a petar; guerra, guerra, guerra; Garrido, cabrón, acércate al balcón; Garrido esta noche mira debajo del coche”, para a continuación entre ruido de carracas y petardos gritar que son taxistas y no terroristas. Desde luego, pero harían bien en repasar el repertorio de insultos que dedican a Ángel Garrido, un dirigente que se mantiene lúcidamente en su lugar y que no quiere que seamos los madrileños los que paguemos los 2.000 millones que dejarían tranquilos al sector. A ver si dura. Tenía razón el autor de la frase que don Eduardo nos enseñó. El que insulta no quiere negociar. Y no quiere que nada cambie. Es así de sencillo.
Y en estas llega Tito Álvarez, el taxista catalán que le ha sacado a Torra un compromiso sobre la precontratación que dejará Barcelona sin VTCs. Gana el taxi, pierde el consumidor. Y Tito dice eso de que cómo es posible que un ministro de izquierdas que es gay mande reprimir las concentraciones de los taxistas. Y cómo es posible, me pregunto, que un taxista gay o una taxista lesbiana, y que quizá sea de Podemos, me corte a mí las calles y me impida coger el metro y llegar a tiempo al médico o a tomar un avión. Ay, qué manera de desbarrar y de asomar la patita.
Los taxistas llevan diez días de paro, y sus portavoces -voceros que los llaman en otras partes-, están lejos de dar la imagen de profesionales razonables, sosegados y educados como tantos hay. Sucede que estos no hablan. Ocurre que estos no colapsan las calles, ferias, aeropuertos y autopistas. Y es lo cierto que el que calla suele otorgar. Una pena. Porque los taxistas volverán a las calles y a sus paradas, pero nada será igual para ellos. Su paro ha permitido que muchos ciudadanos se hayan bajado las aplicaciones de las VTC. Y no es lo peor que se las hayan bajado, es que se han visto obligados a probar y conocer su funcionamiento. La mejor campaña a UBER y Cabify se la ha hecho el taxi. Y gratis. Ayer lo decían algunos taxistas en el campo del Atlético: lo vamos a pagar.
Que Podemos, un partido en descomposición, sea el único que apoya a los taxistas da idea de la dimensión del problema. De la soledad de los taxistas y del despiste de un partido que no se ha enterado aún que los VTC los conducen también trabajadores. Y por cierto, ¿en qué programa electoral llevará Podemos su apoyo al taxi si no presenta candidato ni a la Comunidad ni al Ayuntamiento?