Resulta curioso cómo de aquellos eslóganes del 15M que bramaban contra el torrente de corruptelas del PP ya apenas queden rescoldos. En la semana en la que Francisco Correa y Pablo Crespo, los grandes artífices del entramado de favores y sobres en que se convirtió la trama Gürtel, han activado el ventilador contra toda la antigua cúpula del PP valenciano (Francisco Camps, Ricardo Costa, Alberto Fabra, al exvicepresidente Vicente Rambla…), detallando los pagos en negro de los empresarios valencianos, Podemos ha decidido perdonar a Rajoy. Ni Pablo Iglesias, ni voz alguna de su mínima guardia de corps, han utilizado las confesiones de los cabecillas de la Gürtel para lanzar ofensiva alguna contra Rajoy o el PP. “La corrupción del PP ya está amortizada”, justifica algún ideólogo de la formación morada para explicar este extraño silencio administrativo. Una especie de perdón ‘urbi et orbi’ ante la falta de rédito electoral. Resulta extraño el movimiento, sin embargo, cuando el martilleante soniquete sobre la corrupción en los aledaños y dentro del ADN del PP ayudaron a Podemos a sumar cinco millones de votos y 71 escaños. Buen bagaje para unos novatos. Mal síntoma para quienes no volverán a encontrarse un electorado tan permeable a la panacea que prometen los podemitas: trabajo al parado, casa al desahuciado y energía a quien tiene que cerrar los radiadores.
España ya no está cabreada por la crisis. Las cifras macro, esas que tan poco aparecen en el imaginario de Podemos, lo vociferan. Aumenta el consumo, crece el turismo interior, el precio de la vivienda y los alquileres sólo dibujan líneas ascendentes desde hace varios trimestres, se crea empleo frente a la destrucción de años atrás, las agencias de calificación devuelven el grado ‘A’ a nuestra economía, la prima de riesgo cae por debajo de los 100 puntos básicos… Todo es susceptible de mejora, sin duda. Especialmente, de mejora de la calidad del empleo. Pero negar las buenas estadísticas es de necios. Por eso, resulta más extraño aún que Iglesias y la cia. podemita se hayan parapetado en el espíritu Robin Hood para intentar poner freno al deterioro de su credibilidad y su lógica consecuencia: el descenso a los infiernos en las encuestas. Y de esas prisas por virar de tendencia a los sondeos aparecen ocurrencias que quedan retratadas cuando se presentan en el Parlamento como proposiciones de ley. Sólo así se entiende que del nuevo ‘impuestazo’ a la banca, que implica un recargo del 10% del impuesto de Sociedades, durante un mínimo de cinco años, apenas conozcamos el enunciado. No hay letra pequeña, como mandan los cánones de esa respuesta de urgencia, sin meditar y a vuela pluma, que necesitaba Podemos para contrarrestar la tasa contra la banca anunciada por Pedro Sánchez para recaudar unos pírricos 1.000 millones al año que ayuden a paliar la insostenibilidad del sistema de pensiones.
De nuevo, la banca como gran enemigo para la izquierda española. De nuevo, el recurso a la crítica a los banqueros como argumento para recopilar votos. Un argumento demasiado manido pero que defiende esa militancia anclada en el romanticismo del 15M, que corneó a Íñigo Errejón en Vistalegre II. Esa militancia que se deshilacha pese a que, desde la cúpula de Podemos, se pretenden mantener el grito coral del ‘Sí se puede’. En los eslóganes que tienen al ‘pueblo’ como sujeto. Bonitas palabras que luego Podemos no sabe traducir en acción política en el Congreso. Allí, el ‘Sí se puede’ se defiende trabajando desde las comisiones, las ponencias, las enmiendas a los proyectos de ley… Para ganar medallas, Podemos debe conocer cómo funciona la CNMV, la CNMC, el Banco de España… Debe reunirse con los lobbies o hablar con el Ibex. Con todos ellos debe encontrar puntos de encuentro si realmente quiere beneficiar al ‘pueblo’. Errejón defendía esa evolución, sepultada por Vistalegre II. Iglesias, desde luego, no está por esa labor de transformación y ‘digitalización ideológica’.
De Vistalegre II, sin embargo, salió otra estrategia. Seguir vareando el olivo de la izquierda para recoger las aceitunas que caigan del PSOE. Las cuentas son difíciles por ese camino"
El césar de Podemos prometió más calle, más madera, más bronca tras su éxito de Vistalegre II. Todo lo contrario de lo que necesita Podemos para su asalto al poder. Aprender a gestionar para saber cómo gobernar. Porque una cosa es predicar y otra dar trigo. Carmena y Colau son dos buenos ejemplos. Su ayuntamiento del cambio es un cúmulo de despropósitos. Bajo su mandato, en el caso de Carmena, han crecido las mafias que gestionan a golpe de garrote los pisos vacíos, frente a la falta de soluciones a las familias desahuciadas o negar desarrollos urbanísticos que cercenan el crecimiento económico y que están favoreciendo una burbuja en los precios del alquiler ante la falta de stock de pisos. Qué decir de la cruzada de Colau contra el turismo o de su indefinición hacia el procés. Ese sí pero no y no pero sí que tanto castigo ha supuesto para Podemos dentro y fuera de Cataluña.
Podemos necesita dos millones de votos más para alcanzar el poder y no están a su izquierda. Errejón y su tropa lo saben. El antiguo número dos solo, ahora replegado en sus cuarteles de invierno a la espera del asalto a la Comunidad de Madrid, quiso dar la batalla de las ideas en Vistalegre II, mantener el rumbo de la transversalidad y el aperturismo marcado en los inicios y no cavar unas trincheras en la sociedad civil inútiles para crecer en ese centro donde habita el grueso del electorado. De Vistalegre II, sin embargo, salió otra estrategia. Seguir vareando el olivo de la izquierda para recoger las aceitunas que caigan del PSOE. Las cuentas son difíciles por ese camino, teniendo en cuenta que quien varea y recoge ahora del electorado de Podemos es Pedro Sánchez. Podemos tiene un problema con su factótum morado. Iglesias no cae simpático al personal. ¡Qué le va a hacer! Por más que su discurso quede reducido a un nuevo pim, pam, pum contra la banca. En el perdón a Rajoy, llevará su penitencia. Otro síntoma más de que Podemos ha terminado de perder el norte.