Opinión

La bestia negra del separatismo se llama Tabarnia

Ni el 155, ni la Constitución, ni siquiera una bandera rojigualda, lo que realmente hace echar espumarajos de rabia por la boca a los independentistas es esa región ficticia llamada

  • Boadella en la parodia como presidente de Tabarnia: "Soy un payaso, pero a su lado soy un modesto aprendiz"

Ni el 155, ni la Constitución, ni siquiera una bandera rojigualda, lo que realmente hace echar espumarajos de rabia por la boca a los independentistas es esa región ficticia llamada Tabarnia y su President Albert Boadella. Los totalitarismos no admiten la ironía.

Estos chicos acabarán mal

Principio de los años ochenta. Un grupo de librepensadores, entre los que se hallaba el añorado Romà Planas, mano derecha del President Tarradellas, y el gran dramaturgo Albert Boadella decidieron hacer una obra de teatro en la que se mofaban de Jordi Pujol. Cuando el omnipotente padre del nacionalismo se enteró dijo “estos chicos acabarán mal”. La frase sonaba al clásico “que parezca un accidente”. Boadella ha sido indiscutiblemente el gran flagelo de Pujol y del nacionalismo casposo, cargado de moho, oxidado y viejo. Cuando estrenó Operación Ubú las iras convergentes se desataron. En la pieza se criticaba el fariseísmo de Pujol de manera aguda y feroz. A Boadella le dijeron de todo menos guapo. Acertaba Pujol padre con su profecía. El director y actor catalán acabó por tenerse que exiliar, este sí, a Madrid; aún más, recientemente ha vendido su casa en Cataluña, harto del acoso al que se veía sometido por esos pacíficos y sonrientes partidarios del proceso.

Así es el nacionalismo. Pueden hacer mofa, escarnio e insultar a diario en los medios públicos pagados entre todos a la figura del rey, los presidentes del gobierno de España, todos los políticos que no sean de su cuerda, los aficionados del club de fútbol RCD Español o los castellanoparlantes. Cabe añadir que lo que se ha llegado a decir en algunos programitas de TV3 respecto a Alicia Sánchez Camacho, Soraya Sáez de Santamaría o Inés Arrimadas es de juzgado de guardia, además de tremendamente machista. Barra libre. Tienen el patrimonio de la bromita fácil, escatológica, cuartelera. Llevan años viviendo de ese cuento.

Pero cuando surge una iniciativa inteligente, cargada de humor ácido y corrosivo de verdad, se indignan y sacan su verdadero rostro intolerante, de bajo nivel intelectual. Porque, además, son tontos. Tabarnia, magnífica ocurrencia que responde a una realidad muy concreta, los tiene amargados. Como muchos saben, Tabarnia, esa región que pide la independencia de la Cataluña separatista, comprende la provincia de Barcelona, Tarragona y algunas comarcas limítrofes. Los argumentos que esgrimen para separarse de una Cataluña independiente son los mismos con los que los separatas nos llevan machacando hace ni se sabe cuánto.

Cuando surge una iniciativa inteligente, cargada de humor ácido y corrosivo de verdad, se indignan y sacan su verdadero rostro intolerante, de bajo nivel intelectual"

Lo que les ha acabado de fastidiar es un hilarante vídeo en el que Boadella – otra vez él, deben haberse dicho los hijos políticos de Pujol – parodiaba a un presidente exiliado de Tabarnia. La vomitada en redes sociales, artículos y programas en los medios adictos al régimen ha sido colosal. Han abierto la caja de los insultos y no hay día que no nos sorprenda con alguna nueva porquería emanada de estos sepultureros del buen humor.

Son mezquinos, sectarios, resabiados, pero lo que resulta más difícil de perdonarles a estos señoritos de la subvención generosa y el nulo ingenio es que, encima, sean tan malos profesionales. Porque sus gags no pasan de ser pintaditas en los lavabos del colegio. Y me explicaré.

Humor crítico y humor servil

Tengo a gala haber sido a lo largo de seis temporadas el guionista del espacio radiofónico El Jardín de los Bonsáis, que se emitía en el mítico Protagonistas de mi gran maestro y amigo Luis del Olmo. Era una hora de humo político crítico que no se casaba con nadie. Con más de sesenta personajes para mover mis guiones jamás hice la menor concesión al sectarismo. Se trataba de criticar al político, no a la persona, y algo debí hacer bien porque los Bonsáis gozaron de una enorme popularidad.

Posteriormente, en COM Radio hice otro espacio de humor político del mismo tipo llamado El Pati dels Tarongers, en alusión al patio del Palau de la Generalitat. En los años que duró – se lo acabaron cargando los directivos socialistas de la cadena – obré del mismo modo: caña a todo el mundo. Defendía la tesis de Erasmo de Rotterdam en su Elogio de la Locura, cuando dice que aquel que se ríe de todo es un imbécil, pero quien no se ríe de nada es un idiota. Fui el primero en hacer algo parecido en la Cataluña amordazada del pujolismo.

Pero los humoristas del régimen son chapuceros, de pincelada gruesa, y poco o nada saben de ironías. Lo suyo es el caca, culo, pedo, pis. Toni Albá, uno de esos estelados faltones e ignaros que dicen dedicarse al humor, se metía el otro día en TV3 con Boadella y su video de Tabarnia, convirtiendo la inteligencia del dramaturgo catalán en algo perfectamente bioreciclable. Que no, que no pueden, que es superior a ellos, que les viene grande. No aceptan que Tabarnia sea un espejo en el que ver reflejadas sus propias miserias, sus obscenas ideas, sus patológicos complejos. Tabarnia es demasiado sutil, demasiado inteligente para ellos. Es como si quisiéramos comparar a los Monty Python con un vídeo de caídas de señoras mayores en la acera.

El odio visceral que tiene el separatismo catalán hacia todo lo que sea Barcelona y lo liberal, lo moderno, lo que se aleje de lo carrinclón, los estafermos, las antiguallas y la peste a rancio tiene un buen exponente en el brutal rechazo que muestra hacia Tabarnia"

El humor servil y grosero de los humoristas independentistas encuentra demasiado difícil de tragar ese pastelito agridulce que representa lo Tabarnés. El odio visceral que tiene el separatismo catalán hacia todo lo que sea Barcelona y lo liberal, lo moderno, lo que se aleje de lo carrinclón, los estafermos, las antiguallas y la peste a rancio tiene un buen exponente en el brutal rechazo que muestra hacia Tabarnia. La dialéctica entre Tractoria, la Cataluña estelada, autocrática, cerril y separatista, y Tabarnia, moderna, liberal y democrática no les es cómoda, así que responden con el exabrupto ronco, con el tufo a vino barato y sudor que suelen tener los borrachos de taberna de pueblo. No son la Syldavia y Borduria del mundo de Tintín. Incidentalmente, añado que, entre los indepes, Tintín siempre ha estado muy de moda por razones oscuras, quizás porque su creador, Hergué, era belga y simpatizante del partido fascista Rex, fundado por su buen amigo León Degrelle, general de las SS.

Tanto Tractoria como Tabarnia – Dios, el que lo haya inventado es un genio - son un juego de espejos que sirve para demostrar lo ridículo de uno de los dos. Si el abismo devuelve la mirada, el espejo de esa hilarante comunidad inventada hace que los separatistas vean reflejado todo lo que de patético tiene su argumentario. No les gusta, claro. No les gusta que les digan lo que son y mucho menos que se haga con humor, esa arma potente que ninguna dictadura puede resistir.

El proceso separatista entiende poco de sutilezas, como ya se ha comprobado. Es rudimentario en su argumentación, tosco, sin posibilidad de matizar, de afinar, de moverse en ese terreno en el que la dialéctica deviene en humor de gota fina"

La sonrisa sutil es mucho más difícil de lograr que la risotada, que siempre es grosera y plebeya. El proceso separatista entiende poco de sutilezas, como ya se ha comprobado. Es rudimentario en su argumentación, tosco, sin posibilidad de matizar, de afinar, de moverse en ese terreno en el que la dialéctica deviene en humor de gota fina, que va calando en nuestros espíritus poco a poco, aligerando el alma de las cotidianas penas. Nada saben del mecanismo que nos hace sonreír con complicidad, de esa finezza que apela al cerebro y no a las vísceras.

Tabarnia encarna a la perfección aquellas piezas de Santiago Rusiñol en la que igual se reía de la clase burguesa catalana, que pretendía pasar por finolis, que de los radicales que se las daban de obreros, que de los catalanistas impenitentes, sumidos en sus historias idiomáticas abstrusas. Lean Gente bien, La merienda fraternal o Els jocs florals de Camprosa y entenderán a lo que me refiero.

Rusiñol, como Pla, Sagarra, Castanys o el mismo Boadella han practicado esa dulce y melancólica fina ironía que jamás alcanzarán los estelados. Como tampoco podrán llegar nunca a nuestra Ítaca, la de Tabarnia, una región dentro de España y de Europa que solo quiere vivir, ¿me entienden?, vivir sin alharacas ni jornadas históricas que, al fin y al cabo, siempre acaban beneficiando a los de siempre. Estos si que nos han gastado una buna broma. Pesada, lamentablemente.

Miquel Giménez

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