Durante la semana pasada, en el Congreso, la Comisión de Investigación de la Crisis Financiera tuvo varias citas de relevancia máxima, a pesar de la esperada impermeabilidad de los ponentes a los requerimientos de los portavoces que en ella participaron. El objetivo de la Comisión era depurar las responsabilidades políticas, si es que las hubieron, no tanto sobre el origen de la crisis, sino sobre su desarrollo, así como por su mayor o menor gravedad. Si bien poco se consiguió de los invitados, no estamos huérfanos de un relato sobre lo sucedido gracias a diversos informes, memorias y sobre todo trabajos académicos. Las investigaciones realizadas por algunos académicos desde el año 2008 sí han conseguido fijar algunas de estas responsabilidades, pudiéndose establecer, de algún modo, un boceto sobre cómo los hechos discurrieron y quiénes lo fomentaron.
La crisis económica en España tuvo un origen externo, no cabe duda. Es faltar a la verdad afirmar que la responsabilidad de la crisis fue exclusivamente de quienes entonces nos gobernaban. Cuando un mal acecha y asola a muchos hogares, es razonable buscar causas y detonantes comunes. Así pues, el epicentro de la crisis se localizó fuera de nuestras fronteras. Sin embargo, esta aseveración puede ser concurrente con otras que describan la existencia de factores propiamente nacionales que la ampliaron y profundizaron. Y algunos de estos factores nacionales se gestaron presuntamente, ya fueran por omisión, acción o simplemente por ser inevitables, en los corredores de algunas instituciones públicas.
La particular dependencia de ciertos sectores a los poderes públicos viene mermando, desde hace más de tres décadas, el crecimiento de nuestra economía y el bienestar de los españoles"
Por un lado, el agravamiento del problema financiero en España surgió de la putrefacción de algunas cajas de ahorro engordadas mórbidamente durante los años de la expansión. El particular diseño institucional de estas, así como la regulación que las ceñía, favoreció un tipo de crecimiento muy diferente al de los bancos. Este crecimiento se basó, especialmente, en la concesión de créditos y en la expansión de los depósitos pero sobre todo en el endeudamiento de las mismas. Además, una parte de esta expansión se gestó en base a la selección de proyectos de dudosa rentabilidad económica, pero no así política (aquí y aquí).
Esta vinculación estrecha entre política y sector financiero podría presuntamente explicar el siguiente de los factores que nos permiten escribir el guion de terror que supusieron los peores años de la crisis: La tardanza en la actuación de los poderes políticos e institucionales en un sector financiero cuyo tumor maligno crecía mientras algunos nos contaban que todo iba bien. Esta tardanza fue letal para la economía española, pues dejó que el problema engordara, lo que, una vez cortocircuitado, supuso enormes pérdidas de empleo para los españoles, así como un rescate oneroso.
Mientras tanto, y antes y después del estallido de la crisis, la existencia de una élite económica y política que comparte viandas y bebidas, restaba eficiencia a la economía española. La particular dependencia de ciertos sectores a los poderes públicos, por decirlo de un modo ingenuo, ha restado desde hace más de tres décadas crecimiento a nuestra economía y bienestar a los españoles. A la “extraña” tardanza de actuación en la crisis de los diferentes gobiernos españoles hay que sumar además la especial relación del mismo y el resto de administraciones con un sector productivo excesivamente acomodado en los pasillos de quienes toman decisiones.
Las reformas que sobre las administraciones públicas se han realizado no ofrecen garantías plenas de que la política no siga interfiriendo, para mal, en la economía"
El futuro exige un cambio en este sentido. La reestructuración de las cajas de ahorro y su conversión en banca comercial ha finiquitado un modo de hacer finanzas en este país, sin que aún podamos saber si realmente estamos a salvo de pasadas exuberancias. Pero, por otro lado, las diferentes reformas que sobre las administraciones públicas se han realizado no ofrecen garantía plena de que en el futuro nuestra economía se pueda beneficiar de un crecimiento mayor sin que las administraciones pongan palos en las ruedas.
Mientras discutimos sobre nacionalismos, sobre Tractorias y Tabarnias, mientras haya partidos políticos cuya política sea simplemente buscar la confrontación por definición, mientras haya quienes busquen solucionar los problemas del país poniéndose de perfil y esperando a que estos desaparezcan por sí solos, nosotros, los españoles de a pie, veremos cómo nuestro bienestar será limado. Para ello debemos zarandear al país para que reaccione y cambie. De arriba a abajo. Un día un alumno me preguntó qué tendríamos que hacer los españoles para disfrutar del nivel económico de los alemanes. Mi respuesta fue simple: llamarnos Jürgen, Klaus, Gertrud, Hildegard o cualesquiera de los nombres usuales en el país teutón; y ser rubios y altos. Los estereotipos son estereotipos y estos no necesariamente los representan, pero a mi alumno le quedó claro qué quería decir. ¿A que sí?