Opinión

El Popu, el Opus y la venganza de los Valls

En Madrid se acotó una expresión entre castiza y licenciosa según la cual el Popular iba bien “porque tenía dos presidentes: uno del Opus Dei y otro del Opus Night”.

  • Oficina del Popular

“Decir que se portaron mal con él es no decir nada: en realidad se comportaron como auténticos canallas, algo que tiene difícil explicación, porque si bien es verdad que Javier Valls estaba en las antípodas de su hermano Luis, miembro numerario del Opus Dei, también lo es que nunca remó en contra de los intereses de la Obra, en absoluto, sabía de sobra de qué iba aquello… ¿Qué razones había para tanta inquina? Parece evidente que nunca le perdonaron que se resistiera, que no se rindiera a las presiones para entrar, cosa que siempre rehusó, y es de justicia decir aquí que su hermano jamás le presionó en tal sentido, jamás le empujó en esa dirección, siempre respetó su libertad de elección… Lo cierto es que a los cuatro días de la muerte de Luis, el 25 de febrero de 2006, le sacaron del banco casi a patadas, se lo quitaron todo sin previo aviso, como si hubieran estado esperando a que esa figura casi mítica del Popu cerrara los ojos para mostrar todo su encono con el hermano, y de la noche a la mañana le dejan en pelotas, le quitan el coche, el chofer, la secretaria y los escoltas, algo que por aquel entonces era un asunto grave, porque ETA te podía matar a la vuelta de una esquina… No respetaron nada de lo que le habían prometido, nada; incumplieron todos sus compromisos y además lo hicieron con muy mal estilo”.

En un tiempo en el que nadie, ni en el Consejo ni en la Dirección General, hablaba una palabra de inglés, ni siquiera el jefe del Departamento de Extranjero lo hacía, Luis Valls-Taberner, ya presidente, le animó en un lejano 1963, vente con nosotros, Javier, que nos serás de mucha ayuda, y allí se lanzó de cabeza para componer el más peculiar dúo gestor de la historia de la banca española, vicepresidente a partir de 1972 y copresidente desde abril de 1989, de modo que en Madrid se acotó una expresión entre castiza y licenciosa según la cual el Popular iba bien “porque tenía dos presidentes: uno del Opus Dei y otro del Opus Night”, en alusión al carácter festivo y abierto, rozando lo bon vivant, de Javier Valls-Taberner, 86, un hombre que maneja correctamente inglés, francés y alemán, entre otros idiomas, dispuesto a hacerse cargo de las relaciones internacionales del banco como una especie de ministro de Asuntos Exteriores. De su mano llegaría gente tan importante como el portugués Amorim, que se convertiría en el mayor accionista individual; como el chino David Li (Bank of East Asia), a quien cortejaba toda la banca española; o como el grupo alemán Allianz, que llegó a tener el 10% del banco. Residente en Suiza la mayor parte del año, Javier Valls mantiene un absoluto silencio sobre las circunstancias que rodearon su salida. En ello sigue. El paso del tiempo y la existencia de no pocos testigos que han perdido el miedo, ha hecho posible la reconstrucción de lo ocurrido.

Bajo la dirección de los Valls, el Popular triunfó con un modelo basado en el estricto control de costes, algo que le convirtió durante más de una década en el banco más rentable de Europa y el segundo del mundo. La envidia del sector. Una entidad dedicada a hacer banca al por menor, con expresa prohibición de entrar en cualquier tipo de negocio especulativo. En la sede de Ortega y Gasset no pocos recuerdan aún la cara de sorpresa que Fulgencio García Cuéllar, consejero delegado, un tipo que había hecho toda su carrera en el banco, puso la mañana del 5 de marzo de 2002 tras recibir, a través de un ujier, una carta en la que Luis Valls le comunicaba el despido fulminante. En el momento más caliente de la burbuja, a Cuéllar no se había ocurrido nada mejor que tomar el 10% de la fusión de las inmobiliarias Metrovacesa y Bami. Enorme revuelo. Reuniones al máximo nivel y decisión terminante de salir pitando de ese negocio. Los Valls se reúnen en secreto con Joaquín Rivero e Ignacio López del Hierro, y llegan al acuerdo de vender cuanto antes ese paquete. “Se vendió y se vendió muy bien, ganamos dinero, al final resultó una buena operación, pero nosotros no hacíamos banca para vender pisos, eso no era lo nuestro, como tampoco estábamos para poner sellos y hacerle la competencia a Correos, otra de las ocurrencias de Cuéllar”. Su despido vino acompañado por un reforzamiento de la doctrina tradicional de la casa, o quizá de la Obra: no a la entrada en el negocio inmobiliario. Que fue lo que terminaría haciendo, de hoz y coz, Ángel Ron, sustituto de Cuellar a partir de marzo de 2002.

"Nosotros no hacíamos banca para vender pisos, eso no era lo nuestro, como tampoco estábamos para poner sellos y hacerle la competencia a Correos"

Todo había variado, sin embargo, con el cambio de siglo y la caída generalizada de tipos de interés, incluso la salud del “gran timonel” Luis Valls (estupenda secuencia de su vida en “Desapego y Libertad: Apuntes de un banquero inclasificable”, obra de su sobrino Luis Valls-Taberner, de reciente aparición): para mantener la rentabilidad ya no era suficiente controlar los costes, sino que era preciso aumentar el tamaño del negocio, ganar volumen. Había que fusionarse, pero Luis, es decir, el Opus, a través de su “sindicatura de accionistas”, se negó en redondo a cualquier fusión en la que la Obra no mantuviera el control de la fusionada. Y Ron no encontró mejor forma de crecer que entrar en tromba en un mercado inmobiliario ya sobrecalentado, del que empezaban a escapar los grandes del sector. La compra del Pastor a pelo, sin ayudas oficiales porque la Obra de Dios es así, solo sirvió para agravar el problema. En 2004, ya enfermo, Luis deja la presidencia y en ese momento Javier se convierte en presidente del Consejo, con Ron como consejero delegado, nunca como copresidente.

La sombra de Roberto Calvi

“El 25 de febrero de 2006 murió Luis Valls y menos de un mes después ponen a su hermano Javier en la calle incumpliendo todos sus compromisos. Hasta le discutió la pensión el mismo que ahora se lleva 8 millones a casa por tal motivo. Y gracias a que intervino gente como Casimiro Molins, que hizo todo lo que pudo por parar el atropello, porque en caso contrario no sé de qué hubieran sido capaces… Bueno, fueron capaces hasta de dejarlo indefenso de la noche a la mañana retirándole los escoltas sin previo aviso, y es su mujer, Cristina Muls, la que se da cuenta de lo que está ocurriendo, porque le quitan hasta los móviles, y se las apaña para ponerle seguridad aquella misma mañana a través de un comisario conocido, y la que a toda prisa va a comprarle un coche y un móvil… Y sí, llegaron a tener miedo, claro que sí, el caso de Roberto Calvi, el banquero de Dios, estaba en el recuerdo, porque parecía todo tan desproporcionado, de tan mal estilo, que llegaron a pensar que podían ser capaces de cualquier cosa, de modo que Javier fue a ver a Federico Trillo, el que sigue siendo embajador de España en Londres, y le advirtió, ojo con los contratos mancomunados que tengo en mi poder, pasa el aviso a quien corresponda y diles que como a mí o a mi familia le ocurra algo, saldrá a la luz lo que tengo a buen recaudo en caja fuerte en Suiza y será un escándalo monumental…”

"Como a mí o a mi familia le ocurra algo, saldrá a la luz lo que tengo a buen recaudo en caja fuerte en Suiza y será un escándalo monumental…”

“Comportamiento particularmente censurable el de Francisco Aparicio, secretario del Consejo por decisión del Opus, compañero de residencia y albacea de Luis Valls, y el de Luis Herrando Prat de la Riba, hermano del vicario regional de la Obra en España y también consejero. A Javier le hacen la vida imposible desde el momento en que enferma su hermano. Fue como si tuvieran miedo de que, desaparecido Luis, fuera a emprender una cruzada para sacar de cuajo al Opus del Popular, como si fuera a robarles el banco, el poder temporal del que gozaban gracias al banco. No podía imaginar tanto odio hacia su persona. Un hombre del prestigio de Gabriel Tortella escribe un libro en 2012 sobre el Popular en el que Javier Valls no sale citado ni una sola vez, ¡hasta a eso llegaron! Se había convertido para ellos en una especie de hombre maldito, de modo que si, de alguna manera lo que les pasa ahora podría ser considerado una revancha, una especie de venganza de los Valls si se quiere, aunque en su ánimo nunca alentó tal deseo”.

“La presencia en la institución de tanto opusino arrogante, clasista, prepotente, iracundo, torpe en la toma de decisiones, explica el fracaso del Popu a la hora de lograr retener a tanta gente valiosa como ha desfilado por allí, tipos como Pablo Isla, hoy alma mater de Inditex, o como González-Robatto, otro ejemplo de tipo obligado a salir por pies, otra muestra de la incapacidad para retener talento, porque un tío que llegaba conduciendo su Ferrari al sótano del Edificio Beatriz no era bien visto, como tampoco podía ser que cada mañana luciera una corbata distinta… De modo que sí, el Opus Dei ha tenido una gran responsabilidad en la deriva del Popular hacia el precipicio. En las cunetas de la presidencia de Ron han quedado los cadáveres de otros tres consejeros delegados (Manuel Fernández Dopico, José María Lucía y Manuel Higuera), incapaces de sacar el banco del atolladero de los activos inmobiliarios averiados y ponerlo en rentabilidad. Pero, ¿quién es Ángel Ron? Ron ha sido un hombre de paja: quien ha mandado siempre ha sido el Opus Dei”

El hermano que agonizaba en una residencia de la Obra

Javier vendió su paquete de acciones al dejar el banco, y lo hizo a muy buen precio, en torno a 15 euros la acción cuando antes de la llegada de Saracho cotizaba por debajo del euro, “y no hubiera vendido si se hubieran portado de otra forma; podría haber seguido como presidente no ejecutivo manteniendo las relaciones internacionales con los grupos de inversores que él había traído, porque lo último que hubiera hecho Javier Valls hubiera sido pelearse con el Opus Dei. A todos esos inversores fue a ver tras su despido, para contarles el trato vejatorio que el banco le había dispensado. La familia Valls sigue sin entender. Luis fue un tipo comprometido con el banco y con la Obra, a quien entregó su vida y su fortuna, todo su dinero. Por eso Javier no puede comprender, por ejemplo, que le pusieran todo tipo de dificultades para ver a su hermano durante los últimos días de su vida, el hermano que agonizaba en una residencia de la Obra, y todo eran pegas, todo problemas, porque evidentemente no querían que lo viera, no querían que hablara con él… De modo que sí, no resulta extraño decir que quien peor se ha portado con los hermanos Valls ha sido precisamente el Opus Dei, la gente de la Obra, porque tampoco lo hicieron mejor con el propio Luis, un tipo excepcional al que después de muerto cubrieron con un manto de silencio, negando incluso el reconocimiento de sus méritos…”

Llega Emilio Saracho, nuevo presidente si es que realmente consigue ocupar el cargo, cosa que no parece clara del todo. Se trata de un veterano banquero que ha triunfado en J.P.Morgan, primero como jefe en España y después como vicepresidente mundial, y que ha aceptado la misión imposible de salvar al Banco Popular del desastre. ¿De la gloria de Londres al infierno de Madrid? “Tengo la sensación de estar en deuda con este país, y ha llegado el momento de hacer algo, de devolverle algo de lo que me ha dado”. Palabras dignas de elogio mecidas por la sombra alargada del Opus Dei. Sin experiencia alguna en banca comercial, el mercado ha creído ver en su llegada la decisión de vender el banco al mejor postor o en trocearlo y hacerlo por piezas. Pero, a todo esto, ¿qué piensa el Opus? ¿Está dispuesta la Obra a desprenderse del poder temporal que durante más de 60 años le ha dispensado el Popular?

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