Por sus recientes declaraciones, parece como si el presidente del Gobierno quisiera iniciar una nueva relación con las empresas españolas, que sabe absolutamente necesarias para el buen desempeño de la economía de nuestro país. Así, en su discurso de Davos, según la propia página web de la Moncloa, decía que “…es indispensable contar con la ayuda de las empresas, a las que ha calificado de esenciales para el crecimiento y bienestar de un país. El presidente Sánchez ha puesto en el foco la necesaria colaboración público-privada…”
Da la impresión de que él mismo o el redactor del discurso estarían tomando ideas prestadas de la conocida economista Mariana Mazzucato. Esta señora resalta el valor clave de las empresas y los empresarios, pero también asigna un rol clave al Estado en el proceso de transformación de las capacidades de una sociedad. Y defiende la colaboración público-privada. Asesora a responsables políticos en diversos países, pero es venerada por algunos gobiernos izquierdistas latinoamericanos. Esto último induce a pensar que quizás algún fan del grupo de Puebla esté asesorando a Moncloa al recurrir a su figura…
En cualquier caso, algunas ideas de Mazzucato son buenas (aunque últimamente habla ya de cualquier cosa) y este giro de nuestro presidente sería positivo si ello supusiera un cambio en su línea de actuación. Pero, no parece muy prometedor buscar colaboración empresarial al tiempo que se agrede. Y convendría que las palabras estuvieran en sintonía con los hechos. Lamentablemente, no cuadran mucho con su comportamiento reciente respecto a las empresas españolas. Tanto las suyas como las de los principales miembros de su gobierno
Las empresas requieren una política macroeconómica sensata, libertad económica y un Estado que acompañe en la inversión para la innovación. Y, aunque reconocen como necesaria la regulación -sobre todo en algunos sectores-, la quieren en un marco adecuado de seguridad jurídica. Y no el intervencionismo, y aumento continuo de tamaño del sector público, que han caracterizado a este gobierno.
Es un dato tremendo que Portugal, que hace una década tenía 35 puntos de deuda (s/PIB) más que España, ahora tenga ya menos. Esa es la diferencia entre un gobierno socialista pero sensato y esto que tenemos aquí
Así, la máxima responsable económica debería ser consciente de que su responsabilidad institucional es despertar la confianza de la inversión empresarial, nacional y extranjera, en la economía española. Y eso se vería favorecido si practicase, entre otras medidas, una adecuada consolidación fiscal, como le piden los economistas más destacados del país. No se logra, en cambio, con incrementos continuos del gasto público, de los impuestos y del déficit, que es su forma repetida y única de enfocar los presupuestos. Es un dato tremendo que Portugal, que hace una década tenía 35 puntos de deuda (s/PIB) más que España, ahora tenga ya menos. Esa es la diferencia entre un gobierno socialista pero sensato y esto que tenemos aquí. Por otra parte, si Montero siguiera a Mazzucato, debería virar más hacia el gasto productivo, para crear valor colectivamente, no sólo el gasto improductivo y estructural que caracteriza a este gobierno.
Otra vicepresidenta con competencias que afectan a las empresas es la de Sumar. Qué quieren Vds. que les diga sobre una comunista poco intelectual que, en un gobierno de uno de los principales países de la Unión Europea, es algo realmente extraño. Sus actuaciones se mueven entre lo ridículo y lo lesivo para la economía española. No parece bueno, por ejemplo, un salario mínimo disociado de la evolución de la productividad y además el mismo en toda la diversidad de España. Ni se entiende que la jornada de trabajo se reduzca por decreto. En ambos casos afectará al volumen de empleo formal. En fin, resulta absurdo que pretenda limitar los sueldos de los directivos de empresas privadas. El populismo y la demagogia, junto con la ignorancia supina sobre las consecuencias económicas de sus actuaciones, caracterizan a esta señora.
También los bancos son absolutamente necesarios para el crecimiento económico. Pero Sánchez los ha convertido en el villano de la trama
Pero aquí el principal responsable de todo es Sánchez. Como decíamos, la colaboración público-privada es encomiable, pero no nacerá del maltrato a las empresas. Por ejemplo, un objetivo declarado de este gobierno es la transición a energías no contaminantes y para ello necesita enormes inversiones en las que resultarán absolutamente necesarias las empresas energéticas. Sin embargo, Ribera los demoniza, como hace poco al CEO de Repsol. Ahora, hablan de dar marcha atrás en el impuesto con el que había castigado al sector. Pero de manera confusa, hablando de una eventual suavización y posible desgravación por inversiones verdes, que no parece haberse concretado al menos públicamente. También los bancos son absolutamente necesarios para el crecimiento económico. Pero Sánchez los ha convertido en el villano de la trama. No solo con el absurdo impuesto sobre los ingresos ordinarios -diciendo que es sobre unos inexistentes beneficios extraordinarios- sino también, por ejemplo, con medidas intervencionistas sobre hipotecas, o desvariando con el diseño de otra autoridad sobre las reclamaciones bancarias.
Un marco estable regulatorio, la seguridad jurídica y un entramado institucional profesional e independiente que fomenten la inversión pública/privada son los ingredientes necesarios para la afluencia de capitales a nuestro país, dentro de la libre circulación en la UE. Creo que, realmente, a Sánchez le gustaría tener todo eso, para que las empresas colaborasen en sus proyectos e incentivar el crecimiento económico.
Distribución de la riqueza
Pero el problema del presidente es que quiere, al mismo tiempo, otra cosa contradictoria: que su actitud frente a las empresas (impuestos, observatorios de márgenes, decretos con regulaciones absurdas...) le sirva tanto para conseguir votos como recursos para gastar. Por lo que las golpea continuamente, para ser percibido como implacable frente a los poderosos. No se ha debido enterar de que Mazzucato también advierte sobre la distribución de la riqueza en la que está instalada la izquierda sin poner énfasis en la creación de la misma.
En fin, no es fácil de conciliar lo que busca Sánchez… porque dicen que solo Pio Cabanillas era capaz de soplar y sorber al mismo tiempo.