El ingreso de Ucrania en la Unión Europea parece aproximarse, en la medida en que los ucranianos están ganando para su país la condición de país candidato, que les viene siendo reconocida por cuantos destacan los méritos de guerra mostrados en los combates contra la invasión rusa desencadenada por Vladimir Putin a partir del 24 de febrero. Porque, más allá de ruptura de fronteras y de recuperar ambiciones imperiales el propósito del inquilino del Kremlin es el de aniquilar los principios y valores irrenunciables sobre los que está edificada la UE. Así lo han expresado el presidente del Parlamento Europeo, el del Consejo Europeo, la de la Comisión Europea, el alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y el sursum corda cuando en sus respectivos ámbitos han tenido delante al presidente Zelenski por video conferencia o se han desplazado a Kiev para encontrarse allí con él. Todos han coincidido en reiterarle que su lucha es nuestra lucha, que su combate de legítima defensa es también el nuestro porque con las armas en la mano sostiene las libertades democráticas que nos configuran políticamente.
Escribió Voltaire en sus diarios que "las revoluciones como los volcanes tienen días de llamas y años de humo", la apreciación viene al caso de Ucrania con sólo cambiar el término “revoluciones” por el de “invasiones”. Así que, en vez de tan inútil e insufrible cacofonía como la que resulta de la retahíla de todólogos de plantilla dotados del don de la ubicuidad para hacerse presentes -siempre los mismos en todas las emisoras de radio y canales de televisión y en todas las franjas horarias-, se recomienda vivamente la atenta lectura del análisis de Pilar Bonet, publicado en las páginas 2 y 3 de la edición del diario El País del pasado domingo 10 de abril, donde pronostica que “con Rusia, a Ucrania le espera el exterminio”. En la senda de Liddell Hart de si quieres la paz, estudia la guerra nada mejor que averiguar, adictos a la curiosidad de Wellington, qué se está preparando al otro lado de la colina donde acampa el enemigo. Pilar Bonet juega con la ventaja de su conocimiento de la lengua rusa. Eso le permite leer y contarnos el artículo publicado por la agencia oficial rusa RIA bajo el título Qué debe hacer Rusia con Ucrania firmado por Timofei Serguesitsev, al que presenta como experto en tecnologías políticas, filósofo y metodólogo.
Su propuesta es la de emprender una estrategia de desnazificación bajo la dirección de un órgano permanente especial creado para 25 años que contempla la desaparición total de la palabra “Ucrania” en un territorio “históricamente ruso”. Este territorio sería dividido en repúblicas populares leales a Moscú, donde las “autoridades desnazificadoras” impartirían los castigos necesarios para que la población local “expiara las culpas” por la actitud hostil ante Rusia. Es decir, la vuelta al maximalismo de la aniquilación que suscita en quienes se sienten que serán aniquilados una resistencia numantina. La misma que en Putin:
- Imposición de sanciones conforme a qué código, acordadas por qué organismo
- Putin aferrado para no acabar saliendo del Kremlin para ser llevado ante la Corte Penal Internacional
- Estados Unidos no reconoce la autoridad de la Corte Penal Internacional para enjuiciar a los suyos
- Qué hacemos con las ruinas de Ucrania (la función de las ruinas)
Trozo
Ucrania no es que sea un territorio históricamente ruso, es que es, especialmente Kiev, La Madre Rusia; expresión que se menciona por primera vez en la primera crónica eslava, recopilada supuestamente en 1113 por Néstor, un monje de Kiev.