Como el personaje de Herman Melville, Quim Torra preferiría no dejar su escaño, ni la presidencia ni nada que no sea seguir igual.
Que lo hayan inhabilitado mediante sentencia judicial, confirmada por la Junta electoral Central, no le quita el sueño a Torra. Como ávido lector que es, doy fe, conoce muy bien el relato Baterbly, el escribiente, en el que un escribano de oscuro pasado declina cumplir con sus obligaciones con un escueto preferiría no hacerlo. Sin saberlo, el autor de Moby Dick definió a la perfección con Baterbly, el sombrío personaje de este breve relato, la actitud del separatismo catalán.
Esta gente preferiría no tener que declarar de nuevo la república y preferirían un referéndum pactado con el Estado. También preferirían que España no existiese, que Pedro Sánchez no aplicase la legislación vigente o que la justicia se envolviese en un estelada. De ahí que Torra prefiera no dejar ni su escaño ni su cargo, que Junts per Catalunya prefiera que Esquerra se reconvierta en una empresa de marroquinería y Junqueras que a los de Pujol los acaben por empurar por el asunto del tres por ciento.
Todos preferirían algo diferente de lo que acontece, porque, en el fondo, esa realidad les molesta enormemente. Que para cortar la Meridiana o acudir la recientes manifestaciones separatistas hayan ido cuatro gatos no les hace la menor gracia, por eso preferirían solventar en los despachos de negociación un proceso que, como el retrato de Oscar Wilde, se degrada por momentos. Se contentan con blanquear al patriarca Pujol en TV3 en programitas hechos ad hoc para que el ideólogo de este embrollo quede como un experto político y no como el hombre de la deixa y del dinero no declarado en el extranjero. Estoy convencido que Pujol preferiría no haberlo tenido que confesar, pero ya se sabe, el hombre propone y la UDEF dispone.
A Torra y a sus conmilitones lo que les pasa es que preferirían no dejar de cobrar sus colosales sueldos, muy por encima de lo que cualquier trabajador cobrará en su vida
La quimera que ha supuesto el separatismo ha de estrellarse forzosamente ante rocas tan sólidas como la economía o la política internacional, de ahí que Eduard Pujol, el portavoz al que persigue el CNI en patinete, no tenga más opción que hacerse fotos junto a Otegui y los bilduetarras. A lo mejor, preferiría no hacerlo, pero hay lo que hay.
De la misma manera, no se sabe si Sánchez preferiría gobernar con los separatistas o no, pero lo hace a pesar de Page, Lambán o Guerra, que sin duda preferirían que el PSOE no pactase con quienes desean romper la unidad nacional. Nadie parece preferir hacer lo que hace, pero todos acaban por someterse a esa cruel dictadura de la vida, que impone su verdad por encima de los deseos. Es lógico, pues, que Torra no prefiera nada que no sea la autodeterminación, la declaración unilateral de independencia, la erradicación de las bestias taradas en su ADN que somos los españoles y todo lo que no sea su ensoñación febril y sectaria.
Algunos podrán pensar que, en el fondo, a Torra y a sus conmilitones lo que les pasa es que preferirían no dejar de cobrar sus colosales sueldos, muy por encima de lo que cualquier trabajador cobrará en su vida, o renunciar a esas pensiones de millonarios que les van a quedar después de haber arruinado a Cataluña y, por extensión, al resto de España, paralizada y esclerótica por sus desmanes. Hay verdad en ello, pero uno no cree que sea solamente el dinero lo que mueve a esos alfiles de las trescientas familias catalanas y su titiritero, el señor Soros. Existe una pulsión autoritaria en el germen del nacionalismo, de cualquier nacionalismo, y que no es otra cosa que la de crear una sociedad en la que existan ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. El Herrenvolk y los Untermenschen, para ser exactos.
Todos preferirían algo distinto, porque nadie está conforme con su destino, pero a estos insatisfechos de vida muelle y ajena a las preocupaciones cotidianas de pagar facturas deberíamos sumar a las buenas gentes que sufragan sus gastos. ¿Qué preferiría el españolito de a pie? ¿Alguien lo sabe? ¿Tezanos no ha dicho nada al respecto? El escribidor supone que lo que preferiría no hacer el contribuyente, siempre adjetivado como sufrido con muchísima razón, sería no ser siempre el burro que acaba llevándose todos los palos.
Pero ante Hacienda o un juez no sirve de nada decir preferiría no hacerlo. Igual es que ya vivimos en una sociedad donde hay gente de primera y de segunda.