Hoy es el primer día de la cuenta atrás para el que, hasta ahora, era el único periodo de tregua para un nuevo Gobierno: los famosos 100 primeros días. Durante este tiempo de gracia, todo Gobierno gozaba de cierta paz para llevar a cabo sus primeras acciones, el primer viaje oficial, la primera medida estrella y los primeros discursos que establecían sus prioridades y su agenda. Durante estos 100 días, el resto de los actores políticos y mediáticos solían respetar el tradicional lapso de wait and see que le confería margen de maniobra y cierta tranquilidad para establecer las bases de su relato.
Si observa el lector, todo el párrafo anterior, que pretendía ser un resumen introductorio de lo que suponen los 100 primeros días, está escrito en pretérito. La nueva forma de ejecutar la política -llamarla nueva política me parece desproporcionado y demasiado generoso- se ha llevado por delante ciertos usos y costumbres que, sin estar establecidos en ningún reglamento, se respetaban por todos aquellos que participaban del espacio mediático y político. Reconocer la victoria del partido ganador de las elecciones la noche electoral, legitimar mayorías parlamentarias, realizar ruedas de prensa y comparecencias para explicar los acuerdos, mantener la cortesía parlamentaria, acudir a La Moncloa cuando el presidente así lo requería, respetar la vida interna de los partidos sin injerencias, eran algunas de las reglas no escritas que han regido la vida política de las últimas décadas democráticas. También la de los 100 primeros días.
Hemos asistido a un debate de investidura donde un partido que apoya al Gobierno dice que le importa un comino la gobernabilidad de España
Estamos en la era del todo vale y en estos tiempos un partido puede perder las elecciones y pedir la dimisión del candidato que las ha ganado la misma noche electoral; también un partido puede formar Gobierno mediante acuerdos bilaterales con varias formaciones nacionales o autonómicas y no explicarlos ante los medios de comunicación; hemos asistido a un debate de investidura donde un partido que apoya al Gobierno dice que le importa un comino la gobernabilidad de España o donde una líder intenta menospreciar a otra aludiendo a un supuesto CV falto de renglones; hemos oído vivas al Rey para intentar ofender a un partido cuyo líder ha sido designado como candidato a Presidente por el propio Monarca y que siempre ha defendido a la Corona y preservado su continuidad; y sin embargo, no escuchar aplauso alguno cuando una líder reclamaba el respeto de una decisión que no la convertía ni en traidora ni en heroína, reivindicando la legitimidad de todas las posiciones democráticas.
Por ello, en el día uno de los 100 primeros días de Gobierno invito a recuperar algunas de esas normas que han permitido más de cuatro décadas de democracia saludable. Permitirle a este ejecutivo, 100 días para explicarse, 100 días para tomar sus primeras decisiones, 100 días para observar cómo se acomodarán dos partidos en un gobierno, 100 días para saber de quien serán la primera medida, si del PSOE o de UP, 100 días sin alimentar la teoría de la conspiración 2.0 según la cual este gobierno es ilegítimo, 100 días para el primer viaje oficial al extranjero, 100 días para la primera foto, la primera entrevista, la primera rueda de prensa, 100 días para conocer a los nuevos miembros del Consejo de Ministros, 100 días de tregua en la era del todo vale para entre todos recuperar cierto prestigio para lo público, para entre todos no hacer de la política un ámbito insufrible.