Escribe Salvador Moreno Peralta que al esfuerzo titánico de remontar la crisis debe sumarse el de superar la depresión noventayochista que empieza a embargarnos, con ese dulce sabor a derrota, aureolada por el prestigio del fracaso, que es nota distintiva de nuestro tóxico sentimentalismo. De modo que la realidad, los atavismos nacionales y los tópicos más acreditados se suman para despeñarnos desde la cima que habíamos escalado insolentes a la profundidad del pozo del que nunca nos hubiera correspondido salir. Así que, aquí estamos de nuevo, resbalando por el barranco, aferrados a nuestro pesimismo histórico.
Aprendimos en la serie televisiva colombiana producida por Caracol con guion de Gustavo Bolívar que Sin tetas no hay paraíso y ahora aquí empieza a transparentarse que sin presupuestos tampoco habrá legislatura que cuatro años dure. Cunde el desconcierto cuando el primer gobierno de coalición de la democracia rompe la formación para que cada uno de los socios vaya por su cuenta saliendo a los caminos para negociar los apoyos parlamentarios que precisará el proyecto de ley de los Presupuestos Generales del Estado.
Se da noticia de que la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el vicepresidente segundo, Pablo Manuel Iglesias, andan por ahí encontrándose con las fuerzas políticas que cada cual considera más afines, sin que por parte alguna se aduzca como un problema la carencia de un texto y unas cifras iniciales susceptibles de ser aceptadas, enmendadas o rechazadas después del debate que merezcan. A Pedro Sánchez todo se le vuelven invocaciones patrióticas reclamando adhesión a unos presupuestos que siguen en estado gaseoso. Mientras los exploradores que sondean a quienes pudieran con sus votos hacerlos viables traen de vuelta a Moncloa las condiciones que exigen para refrendarlos. Condiciones que pueden versar sobre las patas de la mesa de diálogo sobre Cataluña, la eliminación del delito de sedición en el Código Penal, las honras fúnebres a Lluis Companys, el acercamiento de presos etarras o la exclusión de otras alianzas con Ciudadanos.
Llegaremos al 31 de diciembre sin que se haya aprobado el todavía inexistente Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado
El hecho es que, como señalaba un buen amigo periodista en el telegrama dirigido a María Jesús Montero, ministra de Hacienda, dentro del informativo Hora 14 del miércoles 16 de septiembre, la división del trabajo es uno de los principios del progreso. Y en el caso del Gobierno, el Presidente hace la división y la ministra hace el trabajo, es decir, redacta el borrador de los Presupuestos Generales del Estado que, una vez aprobados por el Consejo de Ministros, se convierten en Proyecto de Ley y se remiten al Congreso de los Diputados, “al menos tres meses antes de la expiración de los del año anterior", es decir, del 30 de septiembre.
Sin fecha para los Presupuestos
Estamos a jueves 17, a falta tan sólo de 13 días para que venza ese plazo mínimo, fijado en el apartado 3º del artículo 134 de la Constitución, y seguimos sin un texto y unas cifras para debatir. Por eso, nos maliciamos que seguirán avanzando las manillas del reloj y que llegaremos al 31 de diciembre sin que se haya aprobado el todavía inexistente Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado. Entonces, de modo automático volverían a prorrogarse los vigentes hasta la aprobación de los nuevos. Y querrán saber ustedes qué ha sido de la Oficina Presupuestaria de las Cortes Generales creada por Ley 37/2010 de 15 de noviembre para el asesoramiento técnico en materia de seguimiento y control de la ejecución de los Presupuestos Generales del Estado de la que nunca más se supo. Quede para el próximo día.
Entre tanto, otras urgencias se han antepuesto abriendo horizontes de grandeza o de miseria a propósito de la Ley de la Memoria Democrática, cuya primera aproximación debería partir de la lectura de Manuel Chaves Nogales, en particular de su libro A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España. En todo caso, ni siquiera las barbaries de los alzados en armas pueden aducirse con la pretensión de convalidar las réplicas sangrientas con las que respondieron sus antagonistas. El pecio de Rafael Sánchez Ferlosio incluido en su libro Campo de retamas viene aquí como de molde cuando dice que “es un error pensar que hacen falta muy malos sentimientos para aceptar o perpetrar los hechos más sañudos; basta el convencimiento de tener razón”. Y de ese convencimiento estaban hechos muchos de los combatientes de la guerra civil. Continuará.