El constitucionalismo en Cataluña ha vuelto a demostrar que tiene fuerza de sobra para salir a la calle si la circunstancias lo requieren. La manifestación de este domingo 27 de octubre del 2019 ha sido masiva, pero menos numerosa que sus dos hermanas de octubre del 2017. El agotamiento de las movilizaciones afecta a todos los bandos.
Reunir a PSOE, PP y Ciudadanos a dos semanas de unas elecciones generales es un éxito que Sociedad Civil Catalana, la entidad convocante, se puede arrogar por los siglos de los siglos. Pero tanto esta organización como los partidos políticos que la sustentan deben empezar a preguntarse si no ha llegado la hora de pasar de la reacción permanente a la acción unitaria. Si de verdad nos creemos que Cataluña es España, hay que empezar a demostrarlo.
No es normal que a una manifestación acudan personas con pancartas como “Los extintores serán siempre nuestros”. O que el 50% de los carteles que la gente manufactura en sus casas diga "Estamos hartos". No es normal ver a ciudadanos acercarse a coches patrulla de la Policía a recriminarles a la cara y de malos modos la permisividad con algunos de los disturbios violentos que se han visto en los últimos días en Barcelona. No es normal ver a independentistas cortando autopistas para que otros no vayan a manifestarse.
La mayoría de los manifestantes que estaban en la capital catalana se ha pasado la marcha formando corrillos para hablar y debatir sobre lo visto y oído en los últimos días. "¡Barcelona no se quema!” ha sido uno de los cánticos más repetidos.
El proceso separatista en Cataluña ha sido la mayor crisis de Estado que ha vivido España desde el 23-F. Pero ahora que ya sabemos que no irá a ninguna parte que no sea la cárcel, llega el momento de creérselo. El constitucionalismo catalán no puedo alimentarse de una calle reactiva al separatismo.
Y eso requiere la implicación sincera de los tres partidos constitucionalistas, que por supuesto conllevará renuncias y costes electorales. Hace falta un plan que saque a Cataluña del debate electoralista. Hace falta un plan que devuelva al Estado a Cataluña. Hace falta una verdadera batalla cultural al nacionalismo para recuperar los espacios perdidos. Y eso requiere, por un lado, un compromiso político sólido que no dependa de los pactos puntuales de una legislatura. Y, por otro, dinero. Mucho dinero.
Hace falta que Sociedad Civil Catalana se implique en otras actividades de largo recorrido. Es un papel difícil el de esta entidad, que lucha por mantener un equilibrio muy frágil entre tres partidos que andan a la gresca. Pero estos días algunas las personas les han sugerido que buscarán un ambiente más festivo y relajado, que hubiera música en directo, que buscarán artistas para leer los manifiestos.
No ha sido posible. Quizá no era el momento. Pero hay que empezar a pensar si estas concentraciones son sólo para escuchar a Manolo Escobar en bucle a través a de algún megáfono o si se puede plantear, por ejemplo, una actuación de Loquillo o Joaquín Sabina. Todo es ponerse.