Opinión

La red de negocios secretos del grupo Wagner

El dato no puede resultar más irónico: la formación de grupos mercenarios está prohibida en la Federación Rusa por el Artículo 14.5 de su Constitución. Ahora, mientras se disipan

  • El líder del Grupo Wagner, Yevgeni Prigozhin, en una imagen de archivo -

El dato no puede resultar más irónico: la formación de grupos mercenarios está prohibida en la Federación Rusa por el Artículo 14.5 de su Constitución. Ahora, mientras se disipan los efluvios del golpe abortivo perpetrado por la célebre compañía mercenaria Wagner -y los mandatarios rusos se apresuran a hacer las paces y ajustarse la corbata-, no son pocos los que se preguntan cómo pudo una simple tropilla soldados de fortuna ganar tanto poder como para poner momentáneamente en jaque a un Estado omnipotente como es el ruso.

La formación de empresas de mercenarios en Rusia se remonta a los caóticos años noventa. No era infrecuente encontrar unidades de cosacos peleando en cualquiera de las guerras civiles que salpicaban la antigua URSS, o a las grandes empresas formando sus propios cuerpos pretorianos: la petrolera Lukoil, por ejemplo, fundaría la compañía Lukom-A en 1992. Otra de tantas sería la compañía Anti-Terror Orel, en 1998; y de esta se escindió, una década después, una compañía ligada al FSB (la antigua KGB), el Moran Security Group. Los lectores harán bien en recordar su nombre.

La idea de emplear compañías mercenarias para hacerle el trabajo sucio al propio Estado ya había sido sugerida en 2010 por el Jefe del Estado Mayor, Nikolai Makarov, quien adujo que esto impediría que se pudiera conectar al Kremlin con escándalos como el que sacudió Qatar en 2004, cuando dos operativos del GRU, la Inteligencia militar rusa, fueron arrestados tras haber amenizado la vida política del país de forma algo inoportuna asesinando a un líder checheno con un coche-bomba.

Fue en Siria, en medio de un paisaje de jirones de cemento gris y polvoriento desmigado por los bombardeos, donde aquel proyecto se puso a prueba. Los mercenarios de empresas como el grupo Moran -que hasta entonces se ganaba la vida protegiendo a los barcos de las lanchas piratas- se encontraban allí protegiendo las propiedades de empresas rusas en el país desde antes de la guerra civil. Con el inicio del conflicto, sin embargo, comenzarían a hacer algo más que eso.

A partir del 2013, entraron directamente en combate; también contra el ISIS, que acababa de asomar sus orejas negruzcas por el horizonte

Rusia no enviaría tropas de forma oficial hasta el 2015; y necesitaba, mientras tanto, discretos peones sobre el terreno. El dictador Bashar Al-Assad (al que Moscú apoyaba sin fisuras) estaba sufriendo sanciones armamentísticas a cuenta de su propensión a la masacre indiscriminada de civiles. Los mercenarios rusos estaban en la posición perfecta para establecer un discreto canal de tráfico de armas. También hicieron de enlaces con los operativos rusos clandestinos y, viendo que Al-Assad comenzaba a acusar los golpes de las guerrillas rebeldes, empezaron a su vez a entrenar a grupos afines al líder. A partir del 2013, entraron directamente en combate; también contra el ISIS, que acababa de asomar sus orejas negruzcas por el horizonte.

Ese mismo año, dirigentes del Grupo Moran fundaron una nueva compañía mercenaria: los Cuerpos Eslavos. Su periplo fue francamente ridículo. Los mercenarios fueron reclutados en Rusia para proteger la población petrolífera siria de Deir Ezzor; con el inconveniente de que nadie les había dicho que primero debían abrirse paso a tiros hasta la misma. Tras un encontronazo con las guerrillas rebeldes, sólo lograron salvarse cuando una densa tormenta de arena cubrió su retirada. A su regreso, fueron detenidos por el FSB en un vano intento por guardar las apariencias.

Estas labores de protección, entrenamiento y combate dentro de Siria serían retomadas, entonces, por una nueva fuerza mercenaria: la compañía Wagner. Acababa de nacer en Ucrania, en mayo de 2014. Hacía tan sólo unos días que los célebres "hombrecillos verdes" -fuerzas especiales de la Inteligencia rusa- habían ocupado Crimea en uno de los pocos ejemplos de operación rápida e incruenta que daría aquella guerra. Ahora, los grupos "Luna" y "Peldaño", cuyo núcleo venía del GRU (la Inteligencia militar) fueron enviados desde Rostov al este de Ucrania, donde se fusionaron con una unidad de saboteadores cosacos algo ineficaz llamada "Karpaty." La fuerza resultante, de entre 86 y 250 hombres, recibió la misión de coordinarse con los rebeldes prorrusos de Lugansk.

Su destreza a la hora de lanzar ataques guerrilleros con sus jeeps artillados hizo que la Wagner creciera exponencialmente en fama y efectivos: estos ascendieron a 5.000 para el 2015

Su misión sería la de entrenar allí a los milicianos, inundar la zona de propaganda y realizar pequeñas acciones de guerrilla. Ocasionalmente, podían encargarse también de desarmar o enviar al otro mundo a los comandantes locales que se mostraran desobedientes en exceso. Dado que el FSB, por su parte, se encargaba de manejar la otra gran región rebelde oriental, Donetsk, aquello recordaba a una suerte de competición entre el GRU y el FSB por ver quién servía mejor a la causa.

Compañías como la Wagner estaban mejor entrenadas que los soldados o milicianos y, al mismo tiempo, eran más desechables que las valiosas fuerzas del GRU o el FSB. Su destreza a la hora de lanzar ataques guerrilleros con sus jeeps artillados hizo que la Wagner creciera exponencialmente en fama y efectivos: estos ascendieron a 5.000 para el 2015, año en que la compañía comenzó a participar de las ofensivas frontales como un cuerpo de ejército más.

El GRU, mientras tanto, seguía amamantando a la Wagner: en Krasnodar, la base de la 10ª Brigada de Fuerzas Especiales del GRU, construida entre 2015 y 2016, adiestraba a sus miembros, que se alojaban en un campamento de los aledaños. Que la Wagner se entendiera con su madrina en la Inteligencia Militar, por otra parte, no implicaba que hubiera de llevarse bien con el resto del estamento militar. Ya desde su desembarco en Siria, había comenzado a competir con el Ministro de Defensa, Sergei Shoigu, por ver quién se llevaría la gloria por las victorias que se cosecharan allí.

La Wagner no funcionaba como una compañía de mercenarios al uso; más bien como un navío cargado de corsarios. Es decir, podía hacer negocio privado sin problema y reclutar por su cuenta (sus anuncios aparecían en carteles, estaciones de metro y páginas porno), pero estaba obligada a responder cuando el Kremlin llamaba al teléfono. No se parecía en nada a la americana Blackwater, con la que EEUU inauguró la privatización de las guerras a comienzos del siglo XXI. Primero, porque la Wagner era directamente un cuerpo de choque, no de defensa. Segundo, porque el Kremlin negaba oficialmente su vinculación. Tercero, porque estaba especializada en la llamada "guerra híbrida", que era un viejo recurso del Kremlin; combinando acciones militares con el entrenamiento de guerrillas afines y, sobre todo, con ofensivas de propaganda destinadas a debilitar la imagen global del enemigo. Y cuarto, porque no era una compañía en sí, sino un entramado opaco de empresas y nombres, una facción arácnida de inumerables patas sometidas a un único propósito.

Aquello era toda una ensalada de guardias de corps aliñada con vodka, pero la Wagner destacaba entre todas, por su tamaño y su éxito.

¿Por qué recurría Moscú a este extraño cuerpo auxiliar? Lo cierto es que le resultaba muy ventajoso. Abarataba los costes de la guerra al tratarse de una empresa privada (sólo había que proporcionarle aviación), y permitía realizar acciones que el Kremlin alegaba desconocer. Además, sus muertos no inflaban el ya de por sí desbordante número de bajas rusas ante la opinión pública.

La Wagner no era, desde luego, la única compañía mercenaria rusa dentro de Ucrania. Allí trabajaba, por ejemplo, el sempiterno Grupo Moran. Y hasta Shoigu, el Ministro de Defensa, tenía su propia compañía privada: la "Patriota", que sería enviada también a Siria. Por su parte, la gasística Gazprom, la mayor empresa de toda Rusia, tenía, como mínimo, otras cinco micro-compañías mercenarias sobre el terreno. Aquello era toda una ensalada de guardias de corps aliñada con vodka, pero la Wagner destacaba entre todas, por su tamaño y su éxito. Viéndolo, el Kremlin decidió encomendarle la gestión de la que había decidido convertir en su próxima esfera de influencia: África.

El patrón sería siempre el mismo. Se escogía una nación africana acaudillada por un líder débil y corrupto como Malí o Sudán y, de haber fuerzas de paz francesas en la zona, se facilitaba su expulsión mediante un bombardeo inmisericorde de bulos y propaganda online, cuando no golpes de Estado. Luego, se desplegaba a la Wagner, que hacía las veces de escolta presidencial y fuerza de choque antiyihadista; al tiempo que mantenía ronroneando el motor propagandístico del Kremlin.

La Wagner se dedicaba a explotar, como una empresa más, los recursos minerales del país de turno: el flujo de rocas brillantes en dirección a Rusia acolchaba el impacto de las sanciones internacionales

La Wagner, así, se expandió silenciosamente por una docena de países africanos a lo largo de la segunda mitad de la década del 2010. El Kremlin fingía mantenerse al margen, aunque estas naciones no tardaban en firmar acuerdos militares, comerciales y diplomáticos con Moscú, apoyándola en la ONU frente a las sanciones impuestas a cuenta de la guerra de Ucrania. A cambio, sus gobiernos contaban ahora con una nutrida tropa de mercenarios que no venía acompañada de las exigencias habituales de las fuerzas de paz.

Pero los intereses rusos iban más allá. La Wagner se dedicaba a explotar, como una empresa más, los recursos minerales del país de turno: el flujo de rocas brillantes en dirección a Rusia acolchaba el impacto de las sanciones internacionales. La Wagner se aseguraba al mismo tiempo un porcentaje de estos recursos -el caso de la mina de oro de Ndassima, por ejemplo-, como ya hiciera en el 2016 con los campos de petróleo sirios.

La sutileza, ciertamente, no era el fuerte de la Compañía Wagner (en Ucrania, de hecho, participó en matanzas como la de Bucha), y sus operaciones africanas podían derivar en cacerías humanas en las que acompañara al ejército nacional de turno; desde razias mortíferas con camiones y motocicletas para ahuyentar a los mineros locales hasta "limpiezas" de aldeas fundamentalistas como la de Moura, que dejó un saldo hediondo de 350 víctimas civiles.

Este gusto por controlar los recursos ajenos haría que los mercenarios llegaran al extremo de lanzarse en febrero de 2018 al asalto de un cuartel kurdo, próximo a los campos petrolíferos de Deir Ezzor, que albergaba también a unas 40 fuerzas especiales americanas. Los atacantes avanzaban acompañados de milicias pro-Assad, pero su ventaja fundamental eran los tanques, camiones y barreras de artillería que forzaron a los defensores a ponerse a cubierto a toda prisa; al menos hasta que varias oleadas de aviación estadounidense aplastaron a los atacantes de forma inmisericorde. Fue quizás el único choque directo conocido entre rusos y americanos del todo el siglo XXI.

Montó un puesto de perritos calientes que hizo fluir los rublos a puñados, y pasó a abrir varios restaurantes. Entró asimismo en el mundo incipiente de los casinos rusos

La Wagner ya había entrado en la lista de sanciones americanas para el 2017. En todo caso, el foco principal de lucha (y gloria) para la compañía era Ucrania. Cuando se inició la invasión del país en 2022, sin embargo, la Wagner brilló por su ausencia: aquella era una tarea para el ejército. Pero cuando el ejército fracasó en su avance relámpago, el Kremlin volvió a recurrir a ella. Y ganando fama con cada una de sus sufridas acciones estaba su jefe; el notorio Yevgeny Prigozhin.

Esta llamativa figura del establishment ruso, de calva pulida y gesto agriado, había nacido en la antigua Leningrado, donde hizo breve carrera como ladrón común. Pasó así del gulag soviético a la Rusia capitalista, y pronto supo explotar la metamorfosis nacional. Montó un puesto de perritos calientes que hizo fluir los rublos a puñados, y pasó a abrir varios restaurantes. Entró asimismo en el mundo incipiente de los casinos rusos. Sus conexiones con Mikhail Mirilashvili, empresario poderoso que financió la campaña del alcalde de San Petersburgo Anatoly Sobchak, le pusieron en contacto con el lugarteniente de este: un ex-operativo del KGB llamado Vladimir Putin.

Cuando Putin ascendió al poder, sería frecuente verle acompañado de dignatarios extranjeros en los restaurantes de Prigozhin; toda una muestra de confianza, habida cuenta de la afición por envenenar al rival que existe en los territorios de la antigua URSS. A pesar del mote que le darían los periódicos -"el chef de Putin"-, Prigozhin admitiría en uno de sus vídeos que no sabe cocinar, bromeando con el hecho de que un mote algo más apropiado sería el de "carnicero de Putin"

En 2013, Prigozhin se volvió aún más útil para el Kremlin. Abrió la "Agencia de Investigación de Internet", nombre tras el que se ocultaba una fábrica de trolls digitales que, entre otras muchas cosas, trataría de influir en las elecciones estadounidenses de 2016. El propio Prigozhin fanfarroneó de ello, de forma apropiada, un día antes de las elecciones midterm de 2022. "Hemos interferido, estamos interfiriendo y seguiremos interfiriendo", aseguró con su habitual estilo chulesco. El FBI, a esas alturas, ya le había devuelto el favor incluyéndole desde 2018 en su lista de "Más Buscados."

Rusia es una tierra de facciones políticas que pugnan por recibir los favores del líder máximo, y la de Prigozhin había acumulado suficientes heroicidades en Ucrania como para poder compartir mesa con el resto de prohombres oficiales

Habiendo demostrado su lealtad y olfato para el negocio, sería Prigozhin quien se encargaría también de la Compañía Wagner desde su nacimiento; pero lo hizo desde las sombras, mientras los focos iluminaban en su lugar al comandante Dimitri Utkin -un antiguo operativo de fuerzas especiales del GRU-, cuya afinidad con el III Reich, se cuenta, inspiró el pintoresco nombre de la compañía. En septiembre del 2022, sin embargo, Prigozhin reveló su papel como director (esto, a pesar de haber demandado en su día a algún que otro periodista por haberlo publicado). ¿Por qué lo hizo? Rusia es una tierra de facciones políticas que pugnan continuamente por recibir los favores del líder máximo, y la de Prigozhin había acumulado suficientes heroicidades en Ucrania como para poder compartir mesa a cara descubierta con el resto de prohombres oficiales.

Llamaba a militarizar Rusia "como Corea del Norte" para ganar la guerra y, finalmente, acabó saboteando el relato de propaganda del Kremlin

Sus éxitos ucranianos tenían, por otra parte, un alto coste en vidas humanas. Las tácticas era más bien descarnadas: consistían en lanzar una marea de convictos -que componían un gran porcentaje de los 50.000 operativos de la Wagner destacados allí- en ataques suicidas que revelaban los puntos débiles del adversario; contra estos se enviaban luego a los comandos más especializados. Pero su tenacidad hizo que la popularidad de Prigozhin se disparara, convirtiéndose en todo un influencer nacionalista que publicaba vídeos escandalosos en los que insultaba a las élites militares por su incompetencia: "¡Hijos de puta, reunid a vuestros hijos y enviadlos a la guerra!" Llamaba a militarizar Rusia "como Corea del Norte" para ganar la guerra y, finalmente, acabó saboteando el relato de propaganda del Kremlin (en el que tanto había colaborado) cuando afirmó, este mismo junio, que el Ministerio de Defensa había justificado la guerra "tratando de engañar a la sociedad y al presidente al contar un cuento sobre una agresión por parte de Ucrania que planeaba atacarnos junto con la OTAN."

Todo este carnaval de impertinencia -y el riesgo latente de que su estrella eclipsara a la del propio presidente- hizo que Putin apoyara finalmente al sinuoso ministro Shoigu cuando este anunció que todos los grupos mercenarios debían firmar sus contratos directamente con Defensa a partir del 1 de julio. Ese sería el germen del motín, más allá de los alegatos de fuego amigo por parte de Prigozhin. Y fue así como las columnas acorazadas de la Wagner traicionaron su propósito fundacional y pusieron rumbo a Moscú. Las autoridades rusas, mientras tanto, se apresuraron a retirar los carteles de reclutamiento de la compañía que decoraban sus ciudades.

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