Hay que salir a la calle. Llenar el recorrido que une el Palacio Real con el Congreso de los Diputados. No demos relevancia a los ausentes. Nadie contaba con ellos y nadie les necesita. Nadie quiere a Bildu, Puigdemont y ERC para celebrar el futuro de la Corona. Los tóxicos, bien lejos. Su desplante es la anécdota.
La princesa de Asturias, Leonor de Borbón, jura la Constitución el 31 de octubre al cumplir su mayoría de edad. Esto quiere decir que doña Leonor estará preparada para asumir la Corona en caso de que fuese necesario. Lo hará después de haber jurado bandera este pasado fin de semana en Zaragoza, un requerimiento imprescindible en su carrera militar. Ella será la Reina, D.m., que en el año 2075 lleve la monarquía parlamentaria en España a cumplir 100 años desde su restauración en 1975.
No pudo estar más acertado el alcalde José Luis Martínez-Almeida. Madrid debe ser una fiesta. Toda España debería serlo. La capital tiene que vestir sus mejores galas. A los vecinos, turistas y curiosos hay que invitarles a que salgan a la calle con sus banderas a acompañar a la princesa en este momento solemne. Ella renueva en esta jura el compromiso de la Corona como símbolo de la unidad y la permanencia de la Nación española.
Leonor, 37 años después de Felipe
Han pasado 37 años desde que su padre, el rey Felipe VI, protagonizó este mismo acto. Fue un soleado pero frío 30 de enero de 1986. Se especula mucho sobre las diferencias entre el contexto político. No hay comparación posible. Era mucho peor entonces. Entre 1986 y 1987, ETA provocó sus tres mayores matanzas, que incluyeron mujeres embarazadas y niños pequeños: atentado de la plaza República Dominicana, en Madrid -12 muertos-; Hipercor, en Barcelona -21 muertos-; y Casa Cuartel de la Guardia Civil, en Zaragoza -11 muertos-. Si la barbarie de ETA no pudo doblegar al Estado, un iluminado cobarde en Waterloo, mucho menos.
Las imágenes que perviven de aquella jura en el archivo de Radio Televisión Española dan fe de su trascendencia. Don Felipe grabó un mensaje al país el día anterior. Y hubo hasta 29 cámaras para no perder un solo detalle del traslado del entonces príncipe de Asturias hasta el Parlamento, su jura, los vivas de los diputados y la recepción posterior. El despliegue de TVE debe volver a ser el de las grandes ocasiones.
De la jura del actual monarca no solo quedan las imágenes, sino también los discursos, como el pronunciado por el entonces presidente del Gobierno, Felipe González. “Esta España democrática y libre apuesta hoy por su futuro constitucional en la persona de vuestra alteza real”, dijo el presidente. A Pedro Sánchez no hay que pedirle que lo supere, basta con igualarlo.
Injustificable castigo al emérito
Hay una espina clavada en el acto que se prepara para la princesa Leonor. No es la de los tóxicos, que masticarán su rechazo a la Corona ante la indiferencia del pueblo. Es la ausencia injustificada del rey Juan Carlos I en la ceremonia pública.
No tiene sentido esconder al emérito en la recepción privada de después. Su ausencia nos privará de una fotografía para la Historia con las tres generaciones que han conducido la jefatura del Estado por la senda democrática y a España por su período más largo de paz y prosperidad.
A la princesa Leonor le corresponderá el tránsito de la monarquía hacia el año 2100 y los albores del siglo XXII, que se dice pronto. No lo tendrá fácil ante tanta incertidumbre, pero el paso que dará en los próximos días simboliza la continuidad de la Constitución, las libertades y la monarquía parlamentaria como certeza de futuro para todos los españoles