¿Habrá reunión entre el presidente del Gobierno y el de la Generalitat? ¿No la habrá? Y si la hay ¿de qué van a tratar?
Tiene Esquerra un criterio harto distinto al de Torra y Puigdemont con respecto a la estrategia que se debería seguir en este asfixiante callejón sin salida que es la política catalana actual. Que esto no se manifieste ni se diga cruda y llanamente no significa que no sea así. Pero los de Junqueras se cuidan muy mucho de dar un paso en falso a ambos lados de la senda peligrosa que atraviesan, flanqueada por profundos y peligrosos abismos. Por un lado, el que los calificaría por parte de la extrema derecha separatista como botiflers, como liquidadores del proceso, como seguidores de España; por el otro lado, la insondable profundidad de cometer cualquier ilegalidad que los arrastrase hacia la oscuridad de una sima judicial que ya conocen muy bien.
Que el Parlament esté poco menos que disecado obedece justamente a eso, porque Roger Torrent no quiere cometer el menos desliz en materia legislativa en contra del criterio de sus socios en el Govern, los de Junts per Catalunya, partidarios de investiduras fantasma, improvisaciones peligrosas y rupturas arriesgadas. A ellos qué más les da sí, total, cuando las cosas pintan ruina se larga a Bélgica dando un portazo a su gente.
En esa cuerda floja debemos situar a Joan Tardà cuando el otro día en el Congreso apelaba casi dramáticamente a Sánchez diciéndole que no les obliguen de nuevo a desobedecer. Nadie en Esquerra quiere eso, ni siquiera Rufián, que vive muy bien de España y su papel de chico malo de la feria de barrio. Nos dicen desde Lledoners que, si dependiese de Junqueras y de su partido, Sánchez tendría un interlocutor el próximo veintiuno en Barcelona, un interlocutor de la Generalitat, se entiende. Pero se conoce que hacer razonar a Torra – y a Puigdemont, que en esto tanto monta, monta tanto- es poco menos que imposible. Están enrocados en su estrategia de apurar los límites al máximo, explotar de manera sentimentaloide el juicio a los dirigentes separatistas y arrastrar a cuantos puedan a la hiperbólica Crida puigdemontiana.
Sucede que, en el juicio, Junqueras puede cobrar un protagonismo importante, no en vano era el vicepresidente del Govern cuando se produjo la malhadada república de los tres segundos. A Puigdemont se le vuelven los dedos huéspedes solo de pensar el foco informativo que acaparará el líder de Esquerra, de ahí que apoye a todo lo que suponga revuelta, gritería y algarada.
A Junqueras, en cambio, le conviene llegar al juicio como el elemento moderador que ha demostrado ser en los últimos tiempos. Sabe que no hay comparación posible entre lo que diga él desde el banquillo de los acusados y lo que pueda decir Puigdemont desde la salita de estar de su casa en Waterloo. Es evidente que la neoconvergencia radical y su brazo mediático apostará más por Jordi Sánchez, Rull y Turull y lo que declaren ante el juez, claro, pero con aún huelgas de hambre de batidos nutricionales y peregrinaciones montserratinas incluidas, a nadie le cabe la menor duda de que aquí lo que se escuchará, analizará y desmenuzará con suma atención por parte de todo el mundo es lo que va a decir Junqueras, que no está mano sobre mano.
Existe una propuesta de consulta a los catalanes que está cociéndose desde Esquerra hace tiempo
Existe una propuesta de consulta a los catalanes que está cociéndose desde Esquerra hace tiempo. Se trataría de una triple pregunta que pudiera contemplar todas las sensibilidades. Al parecer, a Sánchez y al PSOE no les disgusta la misma, aunque cabe señalar que los socialistas están deseando aferrarse a un clavo ardiente en el tema de Cataluña, desesperados ante la cerrazón de Torra y los suyos a aceptar nada que no sea su única versión de las cosas.
Como es lógico, ni Torra ni en el circo de Waterloo quieren oír hablar de esa especie de placebo para desatascar este penoso sainete en el que cuentan más las apariencias y el no quedar mal que los problemas de la ciudadanía. No habrá reunión, pues, al menos en principio, porque estos mares del separatismo son procelosos y cambiantes en grado máximo, así que nadie puede decir taxativamente de esta agua no beberé y este cura no es mi padre.
A pesar de eso, Esquerra cree que a Sánchez se le debería preparar un Rendez-Vous, una cita, un encuentro, un mimo, un algo, aunque solo fuese por salvaguardar que Barcelona es archivo de la cortesía. Y si no Sánchez, al menos preparar un café a escondidas entre la vicepresidenta Calvo y Elsa Artadi, que es lo que viene sucediendo habitualmente, siempre alejadas de los focos, de la luz y de los taquígrafos, que todo lo que se apunta hoy puede emplearse en tu contra mañana.
Tenemos por cierto, sin embargo, que hasta que salga alguien del mundo separatista y diga con sinceridad “Me equivoqué, lo siento mucho. No volverá a pasar”, poco o nada tendrá arreglo en Cataluña. Y si la frase real no les apetece, ahí tienen a Pablo Iglesias, que dijo en el Senado que no compartir sus antiguas declaraciones acerca del régimen de Maduro y de Venezuela. Algo que le honra, por cierto. A ver si toman nota los alegres chicos de la estelada, se reúnan con Sánchez o no.