Opinión

El final de la pesadilla

A mediados de febrero de 2020, advirtiendo lo que ocurría en otros países (China, Irán y sobre todo Italia), comencé a avisar a mi entorno cercano y en redes sociales

  • Una paciente recibe la vacuna contra el coronavirus en el Centro de Salud Andrés Mellado -

A mediados de febrero de 2020, advirtiendo lo que ocurría en otros países (China, Irán y sobre todo Italia), comencé a avisar a mi entorno cercano y en redes sociales de lo que se nos venía encima, y pedí a mis familiares y amigos que por favor tuvieran mucha prudencia y evitaran reuniones multitudinarias. Socio y abonado del Real Madrid (nadie es perfecto), tomé la decisión de no asistir al Madrid-Barça del 1 de marzo, partido en el que se decidía el liderato de la Liga, lo que comuniqué en Twitter a mis seguidores, por si podía servir de utilidad.

Dos semanas después, y ante el inminente colapso hospitalario en varias ciudades españolas, particularmente Madrid, el Gobierno decretó un confinamiento de dureza y duración extremas, que se prolongó casi inalterado hasta final de abril, y que se mantuvo con un nivel muy alto de restricciones hasta casi final del mes de junio de 2020.

Posteriormente, durante la campaña de las elecciones gallegas a principios de julio, el presidente Pedro Sánchez decretó la victoria frente a la covid (“hemos doblegado la curva. Tenemos bajo control la pandemia. Hay que salir a la calle, hay que disfrutar de la nueva normalidad, hay que recuperar la economía…”).

La aparición del Hospital Zendal

Lamentablemente, pocas semanas después, la incidencia volvía a crecer, acompañada de los inevitables ingresos hospitalarios, primero en Cataluña y Aragón, posteriormente en Madrid y algo después en gran parte de España. La Segunda Ola estaba en marcha. La reacción casi unánime de todas las comunidades fue endurecer las restricciones, comenzando por el cierre del ocio nocturno, la limitación del tamaño de reuniones en público y hasta en privado, y el cierre de la restauración interior y hasta exterior en muchas comunidades autónomas.

Digo “casi unánime” porque hubo UNA comunidad autónoma, la de Madrid, que aunque aumentó el nivel de restricciones, (cerró el ocio nocturno, limitó el tamaño de las reuniones, limitó los aforos interiores y exteriores y el horario de cierre de los establecimientos de restauración), nunca decidió cerrar la actividad comercial (particularmente, pero no solo, la de restauración). Por el contrario, conscientes de que el gran problema de la covid es la sobrecarga hospitalaria que genera (un porcentaje significativo de los infectados requieren de ingreso hospitalario durante semanas, y bastantes afectados necesitan pasar largos periodos en las UCI), los responsables de la CAM decidieron centrarse, por un lado, en disminuir el flujo de pacientes intentando detener ágilmente las cadenas de transmisión a través de la detección y aislamiento temprano de individuos contagiosos mediante test rápidos de antígenos.

Y, por otro, aumentar la capacidad del sistema hospitalario mediante la construcción del Hospital Isabel Zendal. Ese hospital, específicamente diseñado para enfermedades infecciosas, permitiría por su especialización y diseño atender a miles de enfermos con un menor consumo de recursos que si los mismos pacientes llegaran a hospitales generales, disminuyendo el impacto en el tratamiento de otras patologías en los centros habituales.

Madrid lidera con gran diferencia la recuperación nacional, medida en términos tanto de crecimiento de PIB como de creación de empleo

Pese a las innumerables críticas recibidas, la realidad es que la Comunidad de Madrid ha capeado muy bien el temporal desde entonces, y su sistema hospitalario, social y productivo, ha resistido el impacto de la segunda y tercera olas. Así, el exceso de mortalidad desde julio en Madrid es inferior a la media nacional. En los momentos de mayor impacto hospitalario desde junio, los pacientes madrileños hospitalizados por covid han representado una pequeña fracción de los que llegaron a ser en primavera de 2020. Y como consecuencia, Madrid lidera con gran diferencia la recuperación nacional, medida en términos tanto de crecimiento de PIB como de creación de empleo (como nos informaba la EPA hace unos días, el primer trimestre de 2021 hay más ocupados en Madrid que en el primer trimestre de 2019). Los madrileños han disfrutado de una libertad relativa, mientras en otras CCAA la movilidad y las aperturas de los comercios han estado restringidas aún más duramente, en algunos casos durante meses, con el consiguiente impacto social y económico.

El perfil hospitalario de la covid

Desde el inicio de la segunda fase de la pandemia (utilizaré para el análisis los datos de Madrid, que sin ninguna duda son muy similares en toda España), esta enfermedad se ha cebado fundamentalmente en los más mayores.

En cuanto a fallecimientos:

  • El 67% se ha producido en mayores de 80 años
  • Más del 85% se ha producido en mayores de 70 años
  • Más del 95% en mayores de 60 años
  • Más del 98% en mayores de 50 años

En cuanto a hospitalizaciones en planta:

  • Cerca del 25% se han producido en mayores de 80 años
  • Casi el 40% se ha producido en mayores de 70 años
  • Más del 55% mayores de 60 años
  • Cerca del 75% en mayores de 50 años

Por último, en cuanto a las UCI, verdadero cuello de botella de la sobrecarga hospitalaria:

  • Apenas un 5% se ha producido en mayores de 80 años
  • Cerca del 30% en mayores de 70
  • Más del 60% en mayores de 60
  • Más del 80% en mayores de 50

La inmunidad natural y las vacunas

Pese a las alarmistas noticias mediáticas sobre reinfecciones, lo cierto es que parece claro que la inmunidad natural por contagio es en el caso de la covid una inmunidad de largo alcance. Desde luego es evidente que no ha desaparecido de forma apreciable un año largo después de la primera ola de infecciones masivas, y por analogía con el SARS 1, primo lejano del causante de la covid (el SARS-CoV-2), y con otros coronavirus humanos, es probable que dicha inmunidad se mantenga de manera importante durante varios años. Teniendo en cuenta que, en España, probablemente cerca del 15% de la población ha sido infectada ya por el virus y que por tanto no se reinfectará y/o reenfermará en números importantes, esta seroprevalencia ayudará a ralentizar el crecimiento de futuras potenciales “olas” (el virus encontrará menos huéspedes disponibles y no podrá por tanto transmitirse con tanta facilidad como en una población 100% vulnerable).

Por otro lado, la Humanidad debe felicitarse del hecho de tener en este momento varias vacunas, con tecnologías diferentes, desarrolladas y fabricadas en poco más de un año, y que además muestran una seguridad y eficacia envidiables en la mayoría de los casos (cercana o superior al 90% en términos de hospitalización en casi todas ellas).

Según escribo estas líneas, España tiene ya vacunadas con su pauta completa (es decir, con las dos inyecciones en caso de vacunas de dos dosis, o con la única dosis necesaria en el caso de la vacuna de Janssen):

  • Al 90% de los mayores de 80 años
  • Aproximadamente al 15% de entre 70 y 79 años
  • Al 6-7% de los de entre 50 y 69 años

Además, han recibido al menos una dosis:

  • El 100% de los mayores de 80 años
  • Casi el 80% de los de entre 70 y 79 años
  • Más del 50% de los de entre 60 y 69 años
  • Cerca del 15% de los de entre 50 y 59 años

Las vacunas aprobadas confieren un importante nivel de inmunidad a partir de las dos semanas de recibir la primera dosis, y alcanzan el máximo nivel de protección teórico 1-2 semanas después de recibir la segunda dosis. Por ello, aunque pocos individuos tengan aún la máxima inmunidad teórica, lo cierto es que una muy importante fracción de la población más vulnerable (los mayores de 60), tienen ya un nivel de protección más que apreciable.

Las temidas variantes no parecen tampoco una amenaza significativa a esta inmunidad, al menos a corto/medio plazo. La respuesta inmune humana es compleja y se produce en varios niveles, y aunque pueda haber alguna variante que esquive los anticuerpos directos, es enormemente improbable que pueda evadir la acción de los linfocitos T, lo que disminuirá enormemente el impacto sanitario de dichas potenciales variantes (en el peor de los casos, la enfermedad cursará con unos síntomas mucho más leves, o hasta sin síntomas).

¿Qué va a pasar ahora?

En esta pandemia, los datos no nos cuentan el futuro sino el pasado. Los datos son el trueno que escuchamos hoy correspondiente al relámpago que no vimos y sucedió hace 8-12 días. Los positivos de hoy son contagios de hace 7-8 días, y los hospitalizados de hoy son contagios de hace 10-12 días.

Y lo que los datos nos cuentan hoy es que hubo un pequeño rebote que comenzó a mediados de marzo, de pendiente más suave que las olas anteriores, y de altura mucho más baja que las mismas. Tanto en términos de contagiados (la famosa incidencia), como de hospitalizados y sobre todo de fallecidos. Y que dicho rebote (que “bauticé” antes de que se produjera como un previsible “Rebote del Gato Muerto”, utilizando la analogía bursátil), parece haber tocado máximo ya hace unos días a nivel nacional y en casi todas las comunidades. Más que unos días, cerca de dos semanas (recordemos de nuevo que los datos nos cuentan el pasado).

Las vacunas continúan llegando a ritmo creciente y, tras haberse administrado más de 8 millones de dosis durante el mes de abril, en mayo recibiremos previsiblemente más de 11 millones, y en junio más de 16 millones. Además, de estas entregas, más de 5 millones serán de la vacuna de Janssen (de dosis única), lo que acelerará la inmunización respecto a las de dos dosis.

Viendo los datos anteriores de poblaciones vacunadas por edad, y estas previsiones de entregas:

  • Los mayores de 80 años estarán completamente inmunizados en 1-2 semanas
  • Los mayores de 70 antes de final de mayo
  • Los mayores de 60 antes de final de junio
  • Una enorme proporción de los mayores de 50 antes de final de junio

Por lo tanto, aunque el virus se transmitiera aceleradamente por la entrada de una nueva variante supercontagiosa que pudiera infectar a todos los ciudadanos españoles (algo muy improbable), su impacto hospitalario sería ínfimo desde final de junio. Pero es que además, y debido a una prudente comunicación de la comunidad científica transformada por los medios y algunos actores interesados en mensaje alarmista, se pasó del “con los datos de los ensayos no podemos garantizar que la vacuna impida que te infectes y puedas infectar” a “las vacunas no impedirán que te contagies y contagies la enfermedad”. Sin embargo, la realidad está demostrando, en países con la vacunación más avanzada como Israel o el Reino Unido, lo que era bastante previsible: que las vacunas impiden que te infectes en un muy alto porcentaje de los casos, y que en caso de infectarte la carga viral sea tan baja que no puedas transmitir la enfermedad. Con lo que el efecto beneficioso de las vacunas será doble:

  • Por un lado, reducirá la carga hospitalaria a límites perfectamente manejables por nuestro sistema asistencial
  • Por otro, la propia transmisión de la enfermedad se ralentizará, al ser cada vez más difícil para el virus encontrar huéspedes a los que infectar y reducirse el número de individuos contagiosos

La pesadilla sanitaria (entendida como la posibilidad de que los hospitales puedan de nuevo sobrecargarse debido a la transmisión de la covid) ha terminado ya. La vacunación y la inmunidad por contagio están obrando el milagro. El virus se cobrará aún algunos miles de vidas más, y quizá permanezca con nosotros muchos años, en los meses de invierno, como tantos otros virus respiratorios, pero no nos obligará a alterar nuestras actividades como lo ha hecho durante los últimos 15 meses.

Esto empieza a ser insoportable para millones de personas, y está haciendo un daño irreparable a nuestros jóvenes. Es hora de volver a la normalidad. No a una “nueva normalidad”, no, sino a la normalidad

Vivimos desde hace mucho tiempo una brutal limitación de nuestros derechos y libertades fundamentales. No somos libres de viajar o de salir de nuestros barrios o Comunidades Autónomas, no podemos reunirnos con nuestros seres queridos en casa o en la calle, no podemos visitar nuestras segundas residencias (a pagar impuestos por ellas, en cambio, sí que nos obligan), e incluso llevamos medio año sin poder salir de nuestros domicilios a pasear a partir de ciertas horas. Esto empieza a ser insoportable para millones de personas, y está haciendo un daño irreparable a nuestros jóvenes. Es hora de volver a la normalidad. No a una “nueva normalidad”, no, sino a la normalidad.

El magnífico equipo de Sanidad de la Comunidad de Madrid, liderado por Isabel Díaz Ayuso, Enrique Ruíz-Escudero y Antonio Zapatero (a los que aprovecho este artículo para agradecer de todo corazón su trabajo, su conocimiento, su clarividencia y su valentía), entendió mejor que nadie en España, y quizá en el mundo, que había que mantener el máximo nivel posible de actividad social y económica compatible con una situación hospitalaria tolerable.

Levantar la restricciones

Hoy les insto a que de nuevo lideren, con prudencia pero sin retrasos innecesarios, el levantamiento progresivo de TODAS las restricciones y su sustitución por recomendaciones si lo consideran necesario. Y me atrevo a proponerles un calendario, siempre sujeto a la revisión de los datos de evolución hospitalaria.

9 de mayo:

  • Eliminación de la obligatoriedad de las mascarillas en la vía pública si puede mantenerse la distancia social
  • Eliminación del toque de queda
  • Eliminación de las restricciones de movilidad

23 de mayo (o antes)

  • Retraso de la hora de cierre de establecimientos de restauración a la 1 de la madrugada, o más tarde

1 de junio

  • Eliminación de la limitación del tamaño máximo de reuniones en público y en privado, y su reemplazo por recomendaciones si lo estiman necesario
  • Eliminación de las restricciones de aforo en comercios

1 de julio

  • Eliminación de TODAS las restricciones restantes, incluyendo la apertura total del ocio nocturno

Convivimos desde hace milenios con cientos de virus y bacterias, de los que apenas hemos logrado eliminar algunos. La misión de los gobernantes no es evitar todos y cada uno de los fallecimientos por todas las causas. No prohíben los coches por los accidentes de tráfico, ni actividades de ocio prescindibles como el parapente o el buceo porque puedan morir algunos de los que los practican. Las restricciones a nuestros derechos y libertades fundamentales por la covid han estado justificadas por el riesgo de colapso hospitalario en caso de no existir. Ahora que ese riesgo ha desaparecido, las prohibiciones deben reemplazarse por información y recomendaciones, y deben desaparecer rápidamente. Todas, sin excepción.

Tal día como hoy hace 213 años, y liderada por los capitanes de artillería Luis Daoíz y Pedro Velarde que inspiran mi pseudónimo, Madrid inició la liberación española del yugo napoleónico. Ojalá Madrid encabece también la recuperación de la normalidad post covid. Aunque las decisiones a tomar puedan dar vértigo, tienen, datos en mano, mucho menos riesgo que las que ya sus responsables tomaron acertadamente desde septiembre. La pesadilla sanitaria ha terminado. Es hora de que regrese la normalidad a la sociedad.

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