Aunque no nos atrevamos a decirlo, la Tercera Gran Guerra ha empezado ya, y por más que tenga su frente en Europa arrastra a varios continentes. Sin ir más lejos los Emiratos Árabes Unidos han rechazado la posición de los países democráticos y no ven con malos ojos la estrategia de Putin. ¿Por qué no contamos ese sarcasmo? Nuestro Rey Emérito es un residente de honor en Abu Dabi, la capital, un lugar en la orilla del frente que contempla la guerra con cierta condescendencia. Parece un chiste macabro pero es real, por más que nadie lo cite. Lo mismo sucede con Arabia Saudí y lo que es más llamativo, con Israel.
Por más que repitamos que la primera víctima de la guerra es la verdad aquí debemos poner por encima de todo a los ucranianos, que aún les queda mucho por sufrir y que cometerán villanías y padecerán secuelas que durarán décadas. Pero en torno a los combates se están produciendo otros conflictos que obligan a mirar el panorama con visión de adulto, ahora que acabamos de enterarnos por boca de nuestros psicólogos de Estado, que la mayor deficiencia de nuestra vida política se debe a las reacciones adolescentes. Todos los giros del Gran Trilero deben considerarse como ejercicios de madurez política, de donde cabría deducir que todo lo anterior no ha sido otra cosa que infantilismo. Y lo dicen desde el PSOE que de tan maduro ya huele, y del PP que lleva años consagrado al juego de la gallina ciega y chocando con todas las paredes que se le ponen delante.
Hay muchos retratos simbólicos que deben figurar en el álbum de familia de la guerra en Ucrania. Los hemos metido en el cofre de lo que no se mira, como a esos parientes y allegados que no reconfortan la memoria que deseamos exhibir. Estamos en época de cancelaciones y no hay mejor manera de borrar lo que no enardece que ocultar la evidencia. Para el Gran Trilero todas las dificultades se deben a la guerra de Ucrania; desde la desmesurada inflación hasta los paros de los autónomos con camión, pasando por la sumisión al sátrapa marroquí, el desmadre del aparato de la Justicia, el insurreccional coste de la vida, el chalaneo a sus socios… Ya lo escribí y lo vuelvo a repetir: no le queda más que el Partido servil, La Sexta y El País, que no es poco. El relato de Carlos E(lordi) Cué sobre la jugada a lo Bismark de nuestro presidente en Bruselas quedará como una pieza imborrable de las miserias del gremio. ¡Para cuándo un premio institucional a este muchacho que despunta como ariete de las misiones imposibles!
En la galería de retratos que va dejando la guerra de Ucrania ocurre como en los cuadros de familia antiguos, cada uno ve lo que desea ver. Cuántas veces nos han ensalzado el sarcasmo de Goya en su “La familia de Carlos IV”. Estupideces de filisteos que olvidan lo importante; que si los retratados y sus servidores hubieran atisbado el más mínimo rasgo irónico hacia sus Majestades y retoños, el pintor hubiera sido cancelado a la manera de la Ilustración, con la pérdida del favor Real y la ruina, cuando no cosas peores. Lo que cuesta entender es que se gustaran a sí mismos en el pincel de Goya, pero algo similar sucede ahora. ¿Con qué ojos de pasmo nos contemplarán cuando abran el cofre de los retratos sórdidos que fue dejando esa 3ª Gran Guerra que apenas ha comenzado?
Colaboradores de Rusia
Grandes figuras de la política europea ejercían de colaboradores de excepción en instituciones económicas rusas, mafiosas de Estado como es sabido. No es sólo Gerhard Schröder, el hombre de Gran Gaseoducto que llenaría Alemania y Europa entera de energía putinesca. Estaba el expresidente de la República francesa, Nicolas Sarkozy y quien fuera la gran esperanza de la izquierda gala hasta que se le cruzó una limpiadora en Nueva York, Dominique Strauss-Kahn, consejero de inversiones de los Fondos Soberanos de Rusia. También ex jefes de gobierno como los austriacos Kern y Schüssel, y los finlandeses Aho y Lipponen, y hasta Matteo Renzi, primer ministro de Italia con el Partido Democrático para aglutinar un gobierno incorrupto. No podían faltar exministros británicos como el de Energía, Gregory Barker o el de Hacienda George Osborne…Todos se han apresurado a retirarse del negocio. No hay ningún ilustre español. ¿Acaso les bastaba con Puigdemont? Me cabe la duda. Todos expertos en el modo de aplicar la vaselina para colar proyectos patrióticos, pero muy profesionales. Hemos vuelto a leer Le Monde como en los años del cólera, a él se lo debo.
EEUU han dejado de ser el paraguas de nadie, ni siquiera de sí mismos. Las aventuras guerreras en Libia, Irak y Afganistán, por citar las más recientes, han dejado un rastro de incompetencia y ruinas. Les queda la fragilidad del relato: “Por amor de Dios, este hombre no puede seguir en el poder”, exclamó Biden llenándonos de interrogantes. No les bastó con la soberbia que les incitó a audacias temerarias para que ahora se propongan derribar la dictadura de Putin. Las guerras se alimentan al principio de palabras, tenemos muchos precedentes. ¿Dónde están ahora aquellos incitadores de la guerra en Libia como Bernard-Henri Lévy? Ellos a lo suyo, impertérritos y vendiendo la mercancía a precios desorbitantes. Fueron canceladores antes de que “la cancelación” se pusiera de moda entre la izquierda funcionaria.
Sólo China e India conforman la mitad del planeta y ambas están de la otra parte. Un respeto ante el enemigo, porque parece como si hubiera resucitado el hábito de los mirones, similar al de los voyeurs pero en esta reencarnación observadores de la cosa pública, que tiene algo de lenocinio; el erotismo del poder. Nadie goza del privilegio de poner sólo las fotos que le gusten y que además debamos felicitarle. Los retratos que vamos sacando del baúl limitan nuestra capacidad para interrogarnos sobre los rostros de los que van a morir, además de los ucranianos.
Mohamed Benhalima, 42 años, exmilitar argelino disidente. El Gobierno español ha rechazado su petición de asilo político y lo ha entregado a las autoridades de Argelia que darán buena cuenta de él. Cancelado. Es un regalo siniestro para atenuar el efecto del secreto cambalache con Marruecos. ¿Cuánto vale un hombre?, se preguntaba Primo Levi antes de suicidarse. La respuesta queda en el cofre de lo que no se enseña. Nada.
LeonTolstoi3000
Gran artículo.