Opinión

Reyes Magos versus Papá Noël: Una comparativa rigurosa

Lo padres afectados recapacitan sobre su fracasada estrategia mientras contemplan con pesar cómo los hijos ajenos esperan, en actitud angelical mantenida, la llegada del 6 de enero

Aunque la polémica en torno a cuál es la elección correcta no es novedosa, nunca he encontrado una reflexión concienzuda, minuciosa, detallada y, sobre todo, objetiva, acerca de las ventajas e inconvenientes implícitas en cada una de estas dos opciones navideñas. Vaya por delante que se trata de una cuestión de fe y, queridos lectores, en este campo no tienen sentido las imposiciones. A la hora de creer en intangibles, cada uno es absolutamente libre de elegir su propio mito. No obstante, para todo hay que procurar hacer gala de un cierto rigor, un determinado conocimiento y, si me lo permiten, un poco de estilo.

Les ofrezco una serie de argumentos que espero que consideren a la hora de realizar su elección con un mínimo de criterio:

1.- Empecemos por el principio, los nombres. No me digan que lo de “Reyes Magos” no suena fenomenal. Con dos palabras nos están marcando los hechos diferenciales clave que los identifican como generadores de expectativas. Por una parte son monarcas, esto es, están por encima del bien y el mal en cuanto que se sitúan en un estrato social claramente marcador de diferencias (olvidemos por un momento las penosas circunstancias particulares que rodean a nuestro emérito). Por otra, su condición de magos nos indica que disponen de recursos para conseguir lo imposible al estar dotados de habilidades sobrenaturales. Todo un manifiesto conceptual a la generación de esperanzas.

Por el contrario, estarán conmigo que “Papá Noël” es una denominación claramente desafortunada. De hecho, el primer término es notoriamente contraproducente desde el momento en que crea en el subconsciente del niño una vinculación generadora, de forma directa, de olor a chamusquina. Y no digamos nada de lo de Noël. Es,
sencillamente, ajeno, extraño e impropio y, para colmo, lleva diéresis, lo que lo predestina irremediablemente a que lo veamos mal escrito. Un desastre.

2.- Sigamos con las vestimentas. Es manifiesta y palpable la diferencia. Túnicas brocadas con tejidos adamascados, sedas orientales con reflejos tornasolados, capas ribeteadas de níveos armiños del mismo blanco moteado que las capelinas… Y todo ello rematado con coronas de fina orfebrería, refulgentes oros y exóticos turbantes ¡Qué
maravilla! ¡Qué poderío!
Comentaré lo más asépticamente posible el modelito de Papá Noël. A caballo entre un pijama de franela y el socorrido “chandalito” (tan cómodo como impresentable), culmina el outfit con un gorro de borla apical que nos recuerda a los retenedores de piojos de los arrabales londinenses que pueblan los cuentos de Dickens. Penoso.

3.- Continuemos con la simbología. Los tres Reyes Magos, desde su primera aparición en la bibliografía especializada, esto es, en el evangelio de San Mateo (Mateo 1:24), se posicionan como sabios (de hecho, la denominación de reyes es mucho más posterior). Hablamos, pues, de personas cultas, poseedoras de talentos y compiladores del conocimiento de la época. Sus tres edades (joven, maduro y anciano) son representativas de las tres etapas del hombre y, consecuentemente, de lo que se puede ofrecer a la humanidad desde esas tres perspectivas (energía, mesura y sabiduría, respectivamente). Su pertenencia a tres razas constituye una representación modélica de la integración cultural y la fusión entre los pueblos aunque, como apreciamos en la primera representación de los Magos que podemos encontrar en San Apolinar El Nuevo de Rávena, originalmente esto no era así. Se ve que la tradición epifánica se olió la corriente de corrección política que se avecinaba en el nuevo milenio y decidió adelantarse unos siglos en un visionario e integrador ejercicio de armonía entre todos los orígenes humanos conocidos hasta el momento. Melchor, Gaspar y Baltasar, de esta forma, se reinventan en perfectos fenotipos representativos de sus respectivos continentes europeo, asiático y africano. Brillante.

Representa exclusivamente a la raza blanca (aunque más bien es “colorao”), lo que resulta claramente discriminatorio para con el resto. Para más inri, su edad biológica no está definida

Por su parte, no tenemos evidencia de que la formación académica y/o profesional de Papá Noël vaya más allá de cortar troncos y apalear nieve. Además, representa exclusivamente a la raza blanca (aunque más bien es “colorao”), lo que resulta claramente discriminatorio para con el resto. Para más inri, su edad biológica no está definida claramente debido a una abultada protrusión abdominal que la enmascara e induce a los niños a comer comida basura. Como referencia, un desatino.

4.- Los medios de transporte. Aquí, la verdad, no tengo mucho que criticarle a la figura de Papá Noël. El trineo volante tirado por unos renos especializados en hacer loopings de 360º tiene pinta de ser de lo más divertido. A esta especie de Chitty Chitty Bang Bang ecológico, solo habría que objetarle los residuos fecales con los que los renos
puedan ir ocasionalmente bombardeando las cabezas de los ciudadanos. No obstante, siempre habría que considerar el hecho a su favor de que se trata de restos biodegradables y sostenibles.

El vehículo real, por su parte, es intachable. La morfología de los camellos (como los denomina todo el mundo aunque realmente se trate de dromedarios) es un canto al éxito adaptativo en condiciones adversas, lo que supone un plus a la hora de garantizar la viabilidad de su noble objetivo en la madrugada del seis de enero). Su señorial porte es potenciado por la altura de las jorobas, lo que eleva aun más el digno avance de Sus Majestades. Como diestros dominadores que son de la monta en camélidos, manejan el paso en una perfecta y vertical postura, muy alejada de la penosa horizontalidad, a lo mascarón de proa, que exhiben algunos turistas cuando deciden dar el consabido paseo a camello incluido en el paquete turístico del país árabe de turno.

Papá Noël es un ejemplo notable de ordinariez. Suscampanillazos van destrozando las cadenas de huesecillos óticos de todo aquel que tiene el desatino de pasar cerca de su radio de acción

5.- El sonido envolvente. Los Reyes Magos, como personas educadas que son, se desplazan silenciosamente, sin ruidos molestos ni sonidos extraños que disturben la paz del sueño de los infantes. Como mucho, y si se agudiza convenientemente el oído allá por las tres de la mañana, se puede escuchar acompañando al arrastre de las regias capas, un ahogado (y silenciado a tiempo) exabrupto real consecuente al fallido intento de ensamblar las piezas de algún desmontable por decimonovena vez.

Papá Noël, por el contrario, es un ejemplo notable de ordinariez. Sus campanillazos van destrozando las cadenas de huesecillos óticos de todo aquel que tiene el desatino de pasar cerca de su radio de acción. El “ho-ho-hoo” acompañante, además de carecer por completo de delicadeza y glamour, es repetitivo y cansino (lo que los andaluces denominamos acertadamente como algo “hartible”).

6.- Las fechas. Los defensores de Papá Noël reivindican su figura argumentando que los niños, al recibir los regalos al principio de las navidades, disponen de mucho más tiempo para disfrutar de ellos. Error. Craso error. Completo y absoluto error. Los niños, al tercer día tienen los juguetes rotos, están dando por saco en las casas sin descanso y
envidian al vecino que espera con ilusión que los Reyes Magos le traigan ese regalo concreto que a ellos, en la premura, se les olvidó pedir. Y lo peor es que los progenitores se han quedado ya faltos de mecanismos de coacción eficientes para exigir un buen comportamiento a sus entrópicos vástagos. Como si de insaciables independentistas se tratase, no solo no agradecen lo que les ha caído del cielo sino que exigen un reenganche a la causa real a la que también se consideran sujetos de derecho. Lo padres afectados recapacitan sobre su fracasada estrategia mientras contemplan con pesar cómo los hijos ajenos esperan, en actitud angelical mantenida, la llegada del seis de enero.
En conclusión, reserve la Nochebuena para dar el aguinaldo y disfrute de la más maravillosa y española de las tradiciones acorde a nuestro calendario. Escriba su carta con tiempo, disfrute en la cabalgata, lustre sus zapatos hasta que parezcan de charol y acuéstese temprano.

Ya verá cómo los Reyes Magos se portan fenomenal

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